La cuestión de los límites entre el espíritu y la materia es un tema profundamente filosófico y metafísico. La noción de «espíritu» es en verdad abstracta, y su composición no se entiende en términos físicos o químicos como se haría con sustancias tangibles, sino que es una sustancia incorpórea (inmaterial). Es por ello que en muchas tradiciones se considera que no está sujeto a las leyes físicas ordinarias que gobiernan la materia. De hecho y según Zaniah, “un ser espiritual está dotado de conciencia de sí mismo y libertad de decisión. Su conducta no está determinada por un instinto ciego, sino que se orienta a la realización de valores. Su capacidad es ilimitada, por cuanto su conocimiento y voluntad tienen por objeto la verdad y el bien en sí mismo”(1987,p.182). En verdad, existe mucha confusión sobre el empleo de este término. Madame H. P. Blavatsky, autora de “Isis sin velo” y “La Doctrina Secreta” (escritos en 1875 y 1888) lo aplica solamente a lo que pertenece directamente a la conciencia universal y que según explica es su emanación homogénea y pura.
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Se podría decir que el ser espiritual está compuesto por aspectos como la conciencia, la moralidad, la individualidad y, en algunas creencias, la conexión con lo divino. En este sentido, se considera que es la parte que trasciende el cuerpo físico y puede tener conexión con dimensiones espirituales o divinas. El “Libro tibetano de los muertos” (Bardo-Thodol] (ed.1985, p.19) “guía para cuantos quieran traspasar la muerte, metamorfoseando su proceso en un acto de liberación” refiere lo siguiente sobre la ideología de la luz: “El espíritu como luz no es una metáfora o una imagen, es una experiencia íntima de su esencia”. En el budismo, por su parte, la meditación de la luz es un principio, un reconocimiento de la esencia del espíritu. Cuando todas las actividades del espíritu, el diálogo interior ininterrumpido, se han calmado, cuando el espíritu se aclara y ningún pensamiento le perturba, aparece entonces en toda su luz” (Tucci-Heissig, 1970, p.105). Por otro lado, el espíritu puede ser sinónimo del alma o la esencia individual de una persona. En este sentido, se considera que el espíritu es la parte única e inmutable de una persona que persiste más allá de la vida terrenal.
Veamos ahora a qué nos referimos cuando hablamos de la materia… El mundo esotérico la ve como elemento eterno increado e indestructible, mientras que las formas de la misma son creadas, transitorias, cambiantes y semipermanentes. Es factor indispensable como vehículo para la manifestación de los agentes como la luz, el calor, la electricidad…De acuerdo al hinduismo, las cinco formas o modalidades que adopta la materia son: éter (akasha), fuego, agua, aire, tierra. Para ellos, todo surge de akasha pues se le considera la materia prima del universo, de la que nacen las restantes cuatro modalidades. Aunque debemos reconocer que la teoría del éter fue abandonada por la física moderna y sustituida por nuevas teorías como las de la mecánica cuántica y la teoría de la relatividad. Sin embargo, en mi mente el espacio etéreo quedó cristalizado.
En el contexto de la física, la materia se refiere a cualquier cosa que ocupa espacio y tiene masa. “Para Aristóteles es pura potencia. La materia puede ser muchas cosas pues puede recibir infinidad de formas. Pero también es el principio de individuación. Todos tenemos la misma forma, pero todos somos diferentes. Al penetrar brevemente en ciertas perspectivas religiosas y filosóficas encontramos lo siguiente… Para el dualismo el espíritu y la materia son dos sustancias distintas y separadas: el espíritu por ser inmaterial no está sujeto a las leyes de la materia, lo que implica una separación radical entre el mundo espiritual y el mundo material. Esta perspectiva es más común en la filosofía occidental, y es defendida por filósofos como René Descartes para quien la materia se caracteriza por la extensión y el movimiento (res extensa).
Por otro lado, diversas religiones tienen sus propias concepciones de la relación entre el espíritu y la materia. Por ejemplo, en el cristianismo, se cree que los seres humanos tienen un alma espiritual que es inmortal y que coexiste con el cuerpo material durante la vida terrenal. En el hinduismo, se considera que el Atman (el yo individual) es eterno y trasciende la realidad material. El panteísmo propone que Dios o un principio espiritual permea y trasciende la materia, de manera que el espíritu y la materia están interconectados y relacionados en un solo sistema o entidad divina. Asimismo, el monismo, tiene su propio punto de vista, argumenta que todo se reduce a una única sustancia o principio. En el monismo materialista, la materia es la única realidad y el espíritu es una ilusión o un producto de la materia; en el monismo espiritual se sostiene que todo, incluida la materia, es en última instancia espiritual o mental.
“En la actualidad la materia es definida como energía” (Gonzales-García, 2004, p. 270). Está compuesta por partículas fundamentales, las cuales son los bloques de construcción básicos del universo. Las partículas subatómicas más conocidas son los quarks, los leptones, y los bosones que se combinan para formar estructuras más grandes y complejas, como átomos, moléculas y compuestos químicos. Las interacciones entre estas partículas, así como la forma en que comparten o transfieren electrones, determinan las propiedades y comportamientos de la materia que observamos en el mundo que nos rodea. La teoría atómica es fundamental para entender la estructura de la materia. En física cuántica, la descripción de la materia se vuelve más compleja, ya que las partículas subatómicas exhiben comportamientos que no se pueden explicar completamente mediante la física clásica. Los principios de la mecánica cuántica describen cómo las partículas subatómicas se comportan y se relacionan entre sí. Su estudio abarca desde partículas subatómicas hasta objetos macroscópicos, y la física proporciona los marcos teóricos para comprender su comportamiento y estructura.
En la senda de la comprensión esotérica, la fuente de la energía del cuerpo, la vibración y la vitalidad se remonta a las dimensiones sutiles del ser. Volviendo a las antiguas tradiciones esotéricas, el cuerpo físico es solo la manifestación más densa de una red compleja de energías que fluyen a través de los cuerpos sutiles. La energía vital, a veces llamada «prana», «chi» o «ki», se considera una fuerza sutil que anima tanto el cuerpo como el espíritu. Proviene de fuentes cósmicas y fluye a través de canales energéticos llamados nadis o meridianos, nutriendo y sosteniendo la totalidad del ser. Esta energía vital es interconectada con el plano espiritual, actuando como un puente entre lo material y lo espiritual. Por otro lado, la vibración del cuerpo se refiere a la frecuencia en la que las energías fluyen e interactúan. Se cree que cada ser tiene su propia vibración única, influenciada por su estado de conciencia, pensamientos y emociones. La elevación de la vibración se considera un camino hacia la expansión espiritual y la conexión con planos superiores de existencia.
En cuanto a los límites entre lo material y lo espiritual, los maestros sostienen que, si bien vivimos en un mundo material, también somos seres espirituales experimentando una existencia terrenal. Los límites son más fluidos de lo que percibimos con nuestros sentidos físicos. Los practicantes de diferentes religiones y creencias buscan trascender las limitaciones de la realidad material a través de la meditación, la introspección y el desarrollo espiritual para alcanzar una comprensión más profunda de la conexión entre el cuerpo y el espíritu. En última instancia, el viaje del espíritu a través de la materia implica explorar las profundidades de la conciencia y descubrir la unidad subyacente que une lo físico y lo espiritual, disolviendo así las ilusiones de separación y revelando la verdadera naturaleza del ser.