Apunta Michiel Baud que “una gran parte de la historia del comercio alemán en América Latina aún permanece en la oscuridad”, aunque comerciantes alemanes, en particular en las repúblicas centroamericanas y caribeñas, tuvieron “un sustancial poder económico y hasta político”. En el espacio caribeño, la presencia alemana es rastreable desde fines del siglo XVIII. En Puerto Rico provino parcialmente de Curazao y provincias austríacas que después pertenecieron a Yugoslavia.
En Haití, los inicios de la presencia alemana se remontan a la segunda mitad del XVIII, cuando arribaron a ese país alemanes originalmente asentados en la Guayana francesa y Canadá.
Entre 1815 y 1825, Haití significó la puerta de entrada del comercio alemán al Caribe y a otros países de América Latina, aunque la constitución de una colonia alemana en territorio haitiano empezó a configurarse a partir de las décadas de 1830 y 1840, con la llegada de ciudadanos de Hamburgo y otras villas hanseáticas. Llama la atención -por la presencia del apellido en Puerto Plata- que en 1833 se instaló en Cabo Haitiano la casa Huth, Finke & Co., ciudad en la que también existía para 1841 la sucursal de la compañía alemana Finke, Banck & Co. En 1837, Johann Wilhelm Finke fue escogido como cónsul de Bremen en Puerto Príncipe. Justamente entre 1837 y 1838, Federico Finke, natural de Bremen, tuvo una casa de comercio en Cabo Haitiano, llamada Finke, Bodden y Co. Este personaje se trasladó a Puerto Plata entre 1844 y 1847, donde estableció su propia casa comercial, la Federico Finke y Cía.
En República Dominicana, las interacciones con la Confederación Germánica primero y luego con el Imperio alemán fueron marcadas de manera fundamental por la exportación de tabaco a las ciudades de Hamburgo y Bremen -el epicentro de su comercio internacional durante más de un siglo-, al extremo de que durante el siglo XIX más del 90 por ciento de este producto tuvo por destino esas ciudades. El azúcar fue el segundo producto que atrajo la presencia alemana.