Segundo Tribunal Colegiado de San Francisco de Macorís dictó hoy 30 años de prisión en contra de Marlon Martínez, e impuso cinco años a su madre Marlin Martínez, por la muerte de la adolescente embarazada Emely Peguero, de 16 años de edad.
Los jueces del tribunal, que preside María de los Ángeles Concepción, adoptaron la decisión a unanimidad luego de encontrar a Marlon culpable de homicidio voluntario y actos de barbarie, y a su madre Marlin de sustracción de menores y ocultamiento de cadáver en perjuicio de la adolescente.
En el caso del joven de 20 años de edad, deberá cumplir la pena en la fortaleza Juana Núñez, de Salcedo, en la provincia Hermanas Mirabal; en tanto que Marlin la cumplirá en Rafey-Mujeres de Santiago de los Caballeros.
De igual modo, el tribunal impuso a los imputados el pago de una indemnización de 20 millones de pesos, en razón de 10 millones de pesos cada uno, a favor de la parte querellante.
La lectura del dispositivo, que duró más de 40 minutos, ocupó hoy la atención de toda la República Dominicana, provocando desde tempranas horas de esta mañana arduos debates entre aquellos que diferían sobre la condena que debía imponérsele a los acusados.
Luego de escuchar la sentencia, cientos de manifestantes que pernoctaban en las afueras del Palacio de Justicia, se llenaron de júbilo por la sentencia que condenaban a Marlon, alegando que se lo merecía. Sin embargo, otras entendían que la impuesta a Marlin no es la justa, debido a que merecía más años.
Las redes sociales fue también escenario de opinión de los diferentes usuarios, algunos de los cuales pedían de manera contundente la imposición de la máxima pena para Marlon, mientras otros se limitaban a pedir justicia.
Las autoridades de la Policía Nacional reforzaron la dotación policial de la zona, quienes junto a miembros del Ejército están atento para la prevención de cualquier eventualidad.
Se veía sereno. Contrario a los que muchos esperaban, Marlon Martínez se visualizaba sereno, como ha sido su costumbre durante el proceso en que se desarrolló el juicio.
El imputado se mantuvo sentado, en ocasiones dando muestra de respirar de manera profunda e inquieto, pero con cierta calma ante el bullicio que caracteriza la sala de audiencia, previo a la llegada de los magistrados.
En ocasiones, abajaba la cabeza para escuchar algunas palabras de su abogado Ricardo Reyna, a quien también le devolvía con un secreteo en los oídos. Posteriormente, se paseaba las manos por el rostro, un poco inquiero, para mirar de frente al estrado.