Circular en República Dominicana es sinónimo de lidiar, día a día, con un caos. Las leyes y reglamentos ocupan la Gaceta Oficial y los periódicos de ayer pero para la gente son solo eso: letra muerta.
La muestra más evidente fue el terrible accidente que tuvo lugar la madrugada del domingo en Villarpando, en Las Yayas de Azua, un impensable siniestro que dejó seis muertos y más de 30 heridos por incumplir las reglas.
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Ahí todos fueron culpables: el chofer que venía conduciendo a muy alta velocidad y de manera temeraria; los parroquianos que estaban ocupando la vía para beber, el dueño del negocio, quien permitía ese gran desmadre (¡ay, el dinero!); y las autoridades que ni cuenta se daban.
La zona es peligrosa. Requiere reductores de velocidad pero también una cuota de civismo, ya que la mayoría de nuestros males se deben a la inexistencia de él.
Azua es solo un espejo maximizado de lo que vemos a diario: poca gente respeta las leyes/señales de tránsito. Lo veo cada día cuando tomo la Juan Alejandro Ibarra desde la Kennedy hacia la San Martín: los conductores que vienen en vía contraria se enojan cuando se les reclama. Algunos se han puesto violentos, incluso, porque dicen que tienen derecho a circular por la calle. ¿Las autoridades? Bien, gracias.