Parecen temas no consensuado. Viejos conflictos no resueltos. Deudas sociales pendientes. Reformas poco dirigibles. Conflictos de interés y trampas de la gobernanza a la dominicana. No importa cómo se le llame, pero se tiene la sospecha que, son temas hipersensibles donde el Estado dominicano no sabe o no puede, o no debe tratar de corregir.
Hablo de los cinco temas que nadie ha podido resolver, solucionar o gerenciar para dejar buenos resultados a la nación.
El primero, el problema educativo: falta de escuela, programas deficientes, corrupción, mala gerencia, clientelismo, complicidad que, nunca permiten el avance o solución para que los pobres se puedan alfabetizar, desarrollar y adquirir el conocimiento que le permita el acceso al desarrollo y al progreso.
Segundo, la ley general de salud, la repartición de los ARS, fondo familiar y la atención primaria en salud; los repartos, la distribución, las ganancias y la visión de hacer un “negocio” rentable y que deje altos beneficios, ha comercializado y deshumanizado al sistema de salud. Problema que se agrava sin solución a corto y largo plazo.
Tercero, el problema eléctrico; se hacen pacto, reforma, préstamo, plantas, mejor producción, más distribución, más transparencia; pero al final, es una de las áreas de mayor corrupción y de trampa, con un rosario de quejas y conflictos de nunca acabar.
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Cuarto, la corrupción pública y privada. Parecemos una sociedad de tramposos y de una cultura de hacer lo incorrecto. La falta de ética, transparencia y de consecuencia, depende de los grupos e intereses en conflicto. Es una vieja práctica que pertenece la identidad, los hábitos y a la patología social dominicana.
Cinco, la reforma policial, por décadas se anuncian reformas, planes, estudios, políticas públicas y activación de hacer una policía del siglo XXI. Pero los intereses, la complejidad de una sociedad atrapada por la patología social, impide la tal reforma. Al final, la policía sigue siendo una expresión socio-cultural de la patología social dominicana.
Los acuerdos del milenio, las reformas y las nuevas políticas públicas para hacer un país sostenible, equitativo y bien distribuido para atacar la pobreza extrema, y aumentar la clase media o disminuir la brecha social entre los que tienen mucho y los que no tienen nada; han terminado en los cuartos fríos donde tecnócratas insensibles reparten los presupuestos y focalizan los negocios e inversiones del gasto social.
Hay una larga lista de temas no resueltos que empeoran como el transporte, medio ambiente y la vivienda. Para mal, los temas pendientes no se corresponden con el lenguaje político, los temas los ponen el algoritmo, la publicidad, y los medios de comunicación.
Las personas lucen entretenidas, distraídas y desfocalizadas de sus propias necesidades, se mueven y se comportan hacia las direcciones trazadas como robot. El mundo luce apático, insensible e indolente. Las sociedades no tienen a las personas como su mejor activo psicosocial y económico.
El mercado, la economía y la política han descubierto que la gente se tranquiliza con incentivos, cupones, bonos, ayudas y reparticiones menores. Pero los problemas sociales estructurales siguen sin solucionarse.
La democracia sigue siendo el mejor de los sistemas, pero hay que hacerla más equitativa, justa, más humana, más transparente y de mayor compromiso. Crecimiento sin desarrollo y sin justicia social no resuelve los viejos conflictos pendientes.