Quien dice lo que no debe termina escuchando lo que no quiere, precisamente lo que acaba de ocurrirle al expresidente Danilo Medina, quien el pasado lunes ofreció una rueda de prensa junto a varios miembros del Comité Político para informarle al país la posición del PLD sobre la reforma constitucional sometida al Congreso Nacional por el presidente Luis Abinader, que el partido morado definió como innecesaria y peligrosa en los actuales momentos. Según el documento leído por el exmandatario, presidente (y parece que por mucho tiempo más) de la organización, la propuesta de reforma constitucional no es más que un nuevo esfuerzo del Gobierno con el propósito de desviar la atención del pueblo dominicano, por lo que insistió en que la mejora de las condiciones de vida de la población debería ser la prioridad.
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Apenas unas cuantas horas después de ser leída esa declaración pública se produjo la respuesta del presidente Abinader desde su tribuna de LA Semanal, donde señaló que innecesario y de alto riesgo para la democracia dominicana fue su intento de modificar la Constitución en el 2019 para tratar de alcanzar una segunda reelección, que como todos recordarán, menos, al parecer, el expresidente Medina y la cúpula del PLD, fue abortada por una llamada telefónica del Secretario de Estado de los Estados Unidos Mike Pompeo.
El problema del PLD que gobernó el país durante veinte años es que sus líderes y dirigentes hablan y se comportan como si al pasar a la oposición, convertido en un partidito maltrecho y desacreditado, se hubieran librado de todos los pecados y diabluras cometidas durante ese tiempo, pero también de la obligación de ser coherentes frente a sus acciones y no criticarle a otros lo que se cansaron de hacer cuando gobierno fueron. Esa forma de amnesia selectiva, que tanto se parece al cinismo, nos está diciendo que muy pocas cosas van a cambiar o a renovarse en ese partido mientras Danilo Medina sea su “presidente, líder y guía”.