P: ¿Sabías que tu alimentación podría ser como una llama de fuego ardiente?
R: La dieta occidental se relaciona con niveles más altos de sustancias inflamatorias (PCR e IL-6), mientras que la dieta mediterránea tiene niveles más bajos. Es probable que la alimentación y el estilo de vida provoquen una inflamación crónica de bajo grado, aumentando el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles (diabetes, cáncer, obesidad, psoriasis, artritis crónica, fibromialgia, lupus, aumento del colesterol y los triglicéridos, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares), mal de Alzheimer, muerte prematura y envejecimiento, entre otros (Phillips CM y col, Nutrients 2019).
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En consecuencia, una reducción de la inflamación a través de intervenciones dietéticas o del estilo de vida podría ayudar a mejorar tu salud (Byrd DA y col, J Nutr 2019). Una dieta proinflamatoria contiene grasas saturadas (mayonesa, mantequilla, margarina y aceites vegetales), azúcares y productos azucaradas (gaseosas, mermeladas, frutas enlatadas, gelatina, golosinas, miel, chocolatines), granos refinados y derivados (arroz blanco, pastas, papas, tortillas, maíz, galletas de soda, bizcochos, papitas, barras de granola), carnes rojas y procesadas (res, tocino, jamón, salami, chorizo, vísceras, chicharrón, carnes ahumadas). El consumo de tabaco y alcohol, el sedentarismo y la obesidad son factores proinflamatorios del estilo de vida. Por otro lado, existen alimentos con potencial antiinflamatorio (ricos en antioxidantes), tales como frutas (naranja, sandía, mango, uvas, arándanos, manzana, fresas, sandía), verduras (tomate, zanahoria, batata, berenjena, maíz, etc.), granos integrales (ricos en fibras, calcio, potasio y magnesio), leguminosas (contienen antioxidantes-isoflavonas, y fibras para preservar la microbiota intestinal), nueces, mantequilla de maní y frutos secos (contienen omega-3, y arginina- como protector arterial), café, té, chocolate negro (contienen isoflavonas y otros antioxidantes), vino tinto (consumo moderado) y especias (cúrcuma, nuez moscada), lácteos (el calcio secuestra ácidos biliares y radicales libres, reduciendo el daño oxidativo del intestino), aves sin piel (contienen arginina), pescados ricos en omega-3 (atún, salmón, sardina, etc.).