P. Profesor, ¿cuál debe ser la esencia de un Pacto por el Agua?
R. El punto de partida, el fundamento, el horizonte de un “Pacto serio por el Agua”, tiene que ser “Garantizar la Seguridad Hídrica Nacional” y la certeza, la garantía, la fuente inagotable, solo reside en las “nacientes”, en las zonas de captación, en los bosques nublados que apenas cubren un 3% del territorio nacional, en los bosques pluviales que apenas cubren un 1.5% del suelo patrio, vale decir, si no focalizamos nuestra atención en aquellas zonas especiales, únicas o irrepetibles que la naturaleza escogió desde el principio para dotar de agua a esta isla, de muy poco sirven los sistemas de aprovechamientos y menos aún las inversiones en infraestructuras, por más cuantiosas o voluminosas que sean, sin agua. Nadie maneja lo que no tiene.
La ley de agua que corre por las cámaras congresuales, adolece de un mal congénito, su objeto, la finalidad u orientación básica, le fue suprimido, mataron su esencia para acomodarla al capital. El agua jamás puede ser un artículo comercial, un bien colocado en los anaqueles de cualquier colmado o los pasillos de un supermercado, “es el líquido de la vida”, sin el cual tendríamos que prescindir de la existencia.
Durante 24 años (1997) hemos trabajado denodadamente, compartiendo con los cerebros mejor dotados, los hijos de Quisqueya conscientes de que República Dominicana no nace y muere cada 4 años, que el río Mao, ni el Amina, ni mucho menos el Magua, nacieron ayer o que tenemos recursos para crearles sustitutos. ¿Cómo hablar de un “pacto por el agua” sin referirnos a la Cordillera Septentrional, sin la Sierra de Yamasá, sin los Siete Picos, que gracias a Mariana Chica, el Pilón y Rancho de Yagua, Nicolás de Ovando pudo crear la ciudad del Ozama, de donde parten todas las epopeyas, leyendas y hazañas narradas por los historiadores de Indias?
Quienes hemos trabajado durante toda la vida por el agua, sabemos que República Dominicana no tiene un activo fijo que atesore mayores riquezas que el Yaque del Sur, que el río Ozama es la única fuente acuífera segura para tres millones de almas hoy y no sabemos cuántas mañana (nuestros hijos), lamentarían su muerte.
Hasta donde alcanza nuestra limitada inteligencia, con el oro jamás podremos saciar la sed.
Necesitamos un pacto por el agua, pero no solo para administrarla, si no, ante todo, para producirla.