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El tema de Dios no es asunto de percepciones subjetivas, desde alguna oscura cueva platónica; tampoco trata de una cosa heideggeriana objeto de abstractas especulaciones ni de ideas cartesianas claras y distintas. Nada de eso, claro está, siempre y cuando se asuma la regla de oro epistemológica que me autoimpuse en el escrito anterior al referirme al metafórico río Rubicón, símbolo de máximas decisiones.
Preciso antes de continuar que me valgo de esa metáfora para tratar el tema de Dios, como forma de dialogar a propósito de Él tal y como presupongo que lo hace buena parte de los sujetos humanos desprovistos -por el motivo y la razón que sean- de la virtud de la fe religiosa y ajenos a una inocencia tan original como perdida. Es por ello que apelo a la metáfora del lecho del Rubicón que no voy a transgredir ex profeso, para no recurrir ni a la orilla de la fe ni a la del mundo antaño perdido. Me refugio solo en la tradición de quienes, en esa posición en medio de la corriente fluvial, no acuden a una u otra de sus riberas, pero escriben esas cuatro letras que ordenadas en castellano conforman la palabra que propongo poner bajo la lupa.
Inmerso en el Rubicón simbólico y dispuesto a no transgredir su corriente fluvial en dirección a una u otra de sus playas -independientemente de cuánto me zarandee su caudal- inicio el ejercicio de revivir lo que han dicho tantos otros antes de mí. En mi memoria occidental, humedecida por el agua, traigo en párrafo aparte a Tales de Mileto, quien bien podría comenzar la remembranza por ser el primero en afirmar elemento líquido que percibo (si se unen al ejercicio propuesto, que percibimos y sentimos desde el vientre materno) es “arjé” de todo.
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A partir de esa afirmación podríamos ensartar un rosario de posiciones a propósito del término Dios. Imaginemos como ejercicio que, en lo que nadamos a favor o en contra de la corriente pero sin abandonarla por ahora, cada uno de nosotros dice y se identifica con lo que afirma de entre tantos alguno de estos predecesores nuestros:
- Heráclito de Éfeso: “Para Dios todo es hermoso, bueno y justo. Los hombres han concebido lo justo y lo injusto”.
- Maestro Eckhart: “El ojo en el que veo a Dios es el mismo ojo en el que Dios me ve. Mi ojo y el ojo de Dios son un solo y único ojo, una sola y la misma visión, un solo y el mismo conocimiento, un solo y un mismo amor.”
- Nicolás Maquiavelo: “Dios no quiere hacerlo todo, para no quitaros el libre albedrío y aquella parte de la gloria que os corresponde”.
- Miguel de Cervantes Saavedra: “Encomiéndate a Dios de todo corazón, que muchas veces suele llover sus misericordias en el tiempo que están más secas las esperanzas”.
- Blas Pascal: “Solo conozco dos tipos de personas razonables: las que aman a Dios de todo corazón porque le conocen, y las que le buscan de todo corazón porque no le conocen”.
- Víctor Hugo: “La pupila se dilata en la oscuridad y al final encuentra luz, así como el alma se dilata en la desgracia y al final encuentra a Dios”.
- John Henry Newman: “Busqué oír la voz de Dios y subí al campanario más alto, pero Dios me dijo: `Desciende de nuevo, yo habito entre el pueblo´”.
- Fyodor Dostoyevsky: “Cuanto más oscura es la noche, más brillantes son las estrellas. Cuanto más profundo es el duelo, más cercano está Dios”.
- León Tolstoi: “Dios existe; pero no tiene ninguna prisa en hacerlo saber”.
- Vincent van Gogh: “Siempre he pensado que la mejor forma de conocer a Dios, es amando cosas”.
- Frederick Nietzsche: “Dios está muerto, y nosotros lo hemos matado”.
- C. S. Lewis: “Y de ese intento desesperado ha llegado casi todo lo que llamamos historia humana: el dinero, la pobreza, la ambición, la guerra, la prostitución, las clases, los imperios, la esclavitud, la larga y terrible historia del hombre tratando de encontrar algo que no sea Dios, que lo haga feliz”.
- Hermann Hesse: “La divinidad está en ti, no en concepto o en libros”.
- Sigmund Freud: “Dios está en el inconsciente, nuestra proyección anhelante de una figura paterna”.
- Louis Pasteur: “Un poco de ciencia aleja de Dios, pero mucha ciencia nos devuelve a Él”.
- Edmund Husserl: “Pongo el término `Dios´entre comillas porque mi intento será el de mostrar que la noción de la divinidad está muy articulada, en el sentido de que Dios se dice de muchas maneras…”.
- Martin Heidegger: “El pensar sin Dios, el que debe abandonar el Dios de la filosofía, el Dios como Causa sui, se halla quizás más cercano al Dios divino. Esto solo quiere decir: es más libre para él, que lo que quisiera ver la onto-teo-logía.»
- Jean Paul Sartre: Dios no es objeto de preocupación válida ni de reflexión pues, “el hombre está solo, abandonado en la Tierra, en medio de sus infinitas responsabilidades, sin ayuda, sin otro objetivo que el que se proponga”.
- Pierre Teilhard de Chardin: “La alegría es el signo más infalible de la presencia de Dios”.
- Hans Urs von Balthasar: “Lo que eres, es el regalo de Dios para ti. En lo que te conviertes, es tu regalo para Dios”.
- John Lennon: “Creo en Dios, pero no como una cosa, no como un viejo hombre en el cielo. Creo que lo que la gente llama Dios es algo en todos nosotros”.
- Kurt Vonnegut: “Si alguna vez muero, Dios no lo quiera, que éste sea mi epitafio: La única prueba que necesitaba de la existencia de Dios era música”.
- Albert Einstein: “Creo en el Dios de Spinoza, que nos revela una armonía de todos los seres vivos. No creo en un Dios que se ocupe del destino y las acciones de los seres humanos”.
–“Nunca creeré que Dios juega a los dados con el mundo”.
24. Jacques Derrida: “Cuando pensamos en epekeina tes osuda (bien más allá de Ser) de acuerdo a los términos de Platón, incluso de los de Heidegger, `ser más allá de Ser´, el Bien, en términos de Platón, es ser más allá de Ser, epekeina tes ousia. Si yo creo en lo que está más allá de Ser, entonces creo como un ateo, de cierto modo. Creer implica algo de ateísmo, no importa lo paradójico que pueda decirse… En esta época, la suspensión de la creencia -la suspensión de la posición, la existencia de Dios- es en esta época que la fe aparece. La única posibilidad en esta época es la fe”.
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25. Corrie ten Boom: “Nunca tengas miedo de confiar un futuro desconocido a un Dios conocido”.
26. Stephen Hawkins: “Si creemos en la ciencia, como yo creo, creemos que hay ciertas leyes que siempre se obedecen. Si lo deseamos, podemos decir que dichas leyes son obra de Dios, pero eso es más bien una definición de Dios que una demostración de su existencia”.
-“No tengo ningún resentimiento hacia Dios. No quiero dar la impresión de que mi trabajo trata de demostrar o refutar su existencia. Mi trabajo consiste en intentar hallar un marco racional para comprender el universo que nos rodea”.
27. Woody Allen: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”.
28. Richard Dawkins: “Si solo hay un Creador que hizo al tigre y al cordero, al guepardo y a la gacela, ¿a qué está jugando? ¿Es un sádico que disfruta siendo espectador de deportes sangrientos”?
Sumergido, sumergidos, en ese maremundo de aseveraciones -que conviene recordar aquí: son algo así como un granito de arena escogido al azar en una playa- muy probablemente un gran aporte latinoamericano en ese mundo universal, es este:
29. Leopoldo Minaya: “Dios es equis, tal que equis sea a la vez parte y totalidad en expansión permanente [D={X/X=p(T)•p(T)•p(T)…}]. Por tanto, Dios es inabarcable; por tanto, Dios es incuantificable; por tanto, Dios es eterno”.
30. Mario Benedetti: “Yo no sé si Dios existe, pero si existe, sé que no le va a molestar mi duda”.
31. Jorge Luis Borges: “Si Dios significa algo en nosotros que quiere el bien, sí; ahora, si se piensa en un ser individual, no, no creo”.
En ese vaivén de aseveraciones, quizás los menos crédulos se atengan a la sentencia de Mijail Bakunin: “La idea de Dios implica la abdicación de la razón humana y de la justicia humana; es la negación más decisiva de la libertad humana y lleva necesariamente a la esclavitud de los hombres, tanto en la teoría como en la práctica”.
No obstante, -¿quién puede aseverarlo?-, quizás el mundo reciba con más o menos beneplácito el sabio y prudente salvavidas de Pascal en medio del Rubicón: “Prefiero equivocarme creyendo en un dios que no existe, que equivocarme no creyendo en un dios que existe. Porque si después no hay nada nunca lo sabré, cuando me hunda en la nada eterna; pero si hay algo, si hay alguien, tendré que dar cuenta de mi actitud de rechazo”.