De nuevo con la incertidumbre

De nuevo con la incertidumbre

El año 2022 inició con una nueva inyección de incertidumbre, mezclada con temor, preocupación y alarma. Una nueva cepa del odioso y maldito virus había llegado al país: ómicron. Las festividades familiares se vieron afectadas. Familias completas se contagiaron, incluyendo los niños. Muchas cenas y almuerzos tuvieron que ser suspendidos por la rapidez del contagio. Los expertos dicen que llegó para crear la llamada “inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño”, esto podría acabar la pandemia. Se habla de una cuarta dosis, y los medios anuncian la llegada de otra variedad: el ómicron-delta. Las redes contribuyen a aumentar el pánico de todos. Los mensajes se multiplican. ¿A quién debemos creer?

Por: Mukien Adriana Sang
En mi caso, el estado de esquizofrenia colectiva me hizo revivir los amargos días en que mi hermano Ping Jan se infectó del virus. Recordé, reviví más bien, con la misma intensidad de entonces, las largas horas de amarga espera, hasta que llegó su esperado y no deseado, desenlace. El proceso doloroso de despedida y duelo que todavía sufre su familia, su mujer y sus hijos, y esta angustia me hizo reflexionar.

Volví a recordar las reflexiones de Edgar Morin y la incertidumbre, que el intelectual francés califica como el signo de este tiempo que hemos construido como humanidad. Afirma que el conocer y el pensar no implica llegar a una verdad absoluta ni cierta, es, más bien un diálogo interminable con la incertidumbre.

Morin nos enseña que asumir la incertidumbre como fundamento epistemológico implica asumir una posición consciente que nos permitirá diseñar y poner en práctica nuevas estrategias para pensar.

La vida, desde que abrimos los ojos al mundo, solo tenemos dos hechos certeros: el día que hemos nacido, el cual celebramos con alegría; y el día que nos despedimos de la vida terrenal. Lo demás, como decía el cantante Rubén Blades:

“Nadie escoge a su familia o a su raza, cuando nace
Ni el ser rico, pobre, bueno, malo, valiente o cobarde
Nacemos de una decisión donde no fuimos consultados
Y nadie puede prometernos resultados
Cuando nacemos no sabemos ni siquiera nuestro nombre
Ni cuál será nuestro sendero, ni lo que el futuro esconde
Entre el bautizo y el entierro cada cual hace un camino
Y con sus decisiones, un destino…”


Nacimos por el azar de dos cuerpos que se unieron, heredamos una familia que unos aman sin condiciones y otros, lamentablemente, rechazan por diferentes razones. Construimos nuestro trayecto basado en decisiones buenas, otras malas, otras extraordinarias. Pero el imponderable, la suerte, o el destino, como llaman unos, hace su trabajo al limitar o interponer obstáculos en tu camino.

Vivimos, aunque no lo queramos, entre el deseo y la certeza de la incertidumbre. Ping Sien y Ping Jan, dos de mis ángeles en el cielo, estaban llenos de planes y proyectos. Sus vidas se vieron interrumpidas repentina e inesperadamente.

Se nos fueron en la plenitud de sus sesenta y tantos años. Todavía jóvenes con sueños y muchas esperanzas. ¿Saben por qué? Porque nuestra certeza es el día en que nacimos, no sabemos hasta cuándo estaremos pernoctando en la tierra, cuándo diremos el último adiós, cuándo exhalaremos nuestro último aliento. Lo importante, es la decisión de VIVIR.

Entonces, mientras esperamos la certera muerte, amemos la vida y las sorpresas que nos regala cada día. Descubrir los amaneceres y atardeceres como si fuera la primera vez; amar a la familia y a los amigos y decirles una y otra vez que ellos forman parte de ti; trabajar con alegría, aún en medio de las dificultades; aceptar las improntas y los imprevistos sin enfado; sorprendernos de la lluvia sorpresiva que nos hace cambiar de planes; del sol maravilloso que nos invade con sus rayos… en fin, aceptar la vida y sus sorpresas a veces tristes, muy tristes; a veces alegres; a veces decepcionantes.

Finalizo con el poema a Tientas del gran Mario Benedetti. Hace años, sin haber vivido esta terrible pandemia, el poeta, gracias a su experiencia y su extraordinaria pluma, describió nuestros días desde el año 2020; casi dos años de caminar bajo el temor, la duda, el dolor, y, sobre todo, la falta de certezas.

Aprendamos a vivir con la única certeza que contamos: la incertidumbre.
Se retrocede con seguridad
pero se avanza a tientas
uno adelanta manos como un ciego
ciego imprudente por añadidura
pero lo absurdo es que no es ciego
y distingue el relámpago la lluvia
los rostros insepultos la ceniza
la sonrisa del necio las afrentas
un barrunto de pena en el espejo
la baranda oxidada con sus pájaros
la opaca incertidumbre de los otros
enfrentada a la propia incertidumbre
se avanza a tientas / lentamente
por lo común a contramano
de los convictos y confesos
en búsqueda tal vez
de amores residuales
que sirvan de consuelo y recompensa
o iluminen un pozo de nostalgias
se avanza a tientas / vacilante
no importan la distancia ni el horario
ni que el futuro sea una vislumbre
o una pasión deshabitada
a tientas hasta que una noche
se queda uno sin cómplices ni tacto
y a ciegas otra vez y para siempre
se introduce en un túnel o destino
que no se sabe dónde acaba.


A tientas, de Mario Benedetti.

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