Para más de cinco millones de dominicanos situados en niveles de pobreza y pobreza extrema solo existen precarias opciones institucionales contra las enfermedades por bajos niveles de inversión pública para fines asistenciales y las limitaciones en coberturas que caracterizan al régimen subsidiado de la Seguridad Social. Afiliados sometidos a una drástica falta de acceso a medicamentos sin costos o a precios alcanzables para la subsistencia. La inequidad del sistema está intensificada porque muchos hospitales del Estado no reúnen condiciones para garantizar cabales atenciones a cargo de médicos y paramédicos que en notables casos carecen del respaldo de adecuados suministros de insumos e instrumentales para manejar la ciencia a favor de pacientes de muy bajos ingresos y generalmente sometidos en esos centros a un gasto de bolsillo que puede hacer la diferencia entre curación y dolencia.
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En la era de los prodigios que auspician avances tecnológicos para diagnosticar y tratar afecciones, un poco más de la mitad de la población dominicana sobrevive al margen de las mejores alternativas para preservar la salud y la vida. El porcentaje del gasto estatal en la salud de la nación ronda el 2.7, el segundo más bajo después de Guatemala en esta zona del mundo según estudio aplicado por el Wifor Institute y Sanigest Internacional a solicitud de la Federación Centroamericana y del Caribe de entidades del sector, lejos de la media hemisférica que es de 4,5%. La tasa de inversión local para la más importante protección social está llamada a ser duplicada en el corto plazo y su insuficiente magnitud niega apoyo al objetivo de reducir el hambre a la vuelta de un lustro a una nación cuyo ingreso familiar promedio, inferior al costo de la vida, ha estado sometido a la presión de gastos para hacer frente a la insalubridad. República Dominicana no debe continuar situada en niveles inferiores de inversión en la calidad de servicios sanitarios en comparación con sus vecinos si tan orgullosamente se vive proclamando que los crecimientos económico y de desarrollo son óptimos.