El Antiguo Régimen y la Revolución, de Alexis de Tocqueville

El Antiguo Régimen y la Revolución, de Alexis de Tocqueville

La Democracia en América fue publicado en 1835.

1. Un hecho singular y sorprendente en la historia universal es que los precursores que escribieron los libros y los artículos de la Enciclopedia que inventaron la teoría y la práctica de cómo acabar con la monarquía absolutista y feudal vigente en la Francia del siglo XVIII e instalar una república democrática no vieron el resultado de sus predicciones ni dirigieron la Revolución del 14 de julio de 1789 que acabó con aquel estado de situación, porque todos murieron antes de que el acontecimiento se produjera.

2. La afirmación se desprende de la lectura del libro publicado por Alexis de Tocquevilleen 1856 título encabeza el título de esta crónica, obra muy poco leída y agradecería me informara algún curioso si ha sido traducida al español, con indicación de editora, ciudad y año, porque internet no me suministró ese dato, pero de todos modos el autor galo ha sido más afortunado porque su libro La democracia en América, en vez de en los Estados Unidos, es hasta el día de hoy obra de referencia para historiadores, sociólogos, politólogos y gobernantes.

3. En efecto, los enciclopedistas Rousseau, autor de El contrato social y otros escritos que prefiguran el republicanismo de Ginebra para Francia, murió en 1778, al igual que el patriarca de Ferney, Voltaire, fallecido el mismo año que el autor de Emilio o la educación. Pero otros precursores como Diderot, muerto en 1784, corrieron la misma suerte: D’Alembert (+1783), Helvétius (+1771), Montesquieu (+1755), autor de El espíritu de las leyes, donde plantea la separación de los tres poderes fundamentales de los futuros regímenes democráticos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Para quedarnos en tres enciclopedistas más y no alargar la lista muy vasta, estos son nombres claves en el turbión que se desató en Francia el 14 de julio de 1789: Holbach (+21 de enero de 1789), y Condorcet (1743-1794), quien vivió participó más de cerca en el acontecimiento que le cambió la cara a Francia y al mundo; Turgot (+1781), gran ministro de Luis XIV, y finalmente Quesnay (+1774), fisiócrata, cuyos escritos revolucionaron el discurso económico de su tiempo.

4. A otros hombres y escasas mujeres ( Olimpia de Gouges, 1748-1793), primera feminista de la Revolución y cuyas ideas sobre los derechos universales de la mujer le costaron la vida en la guillotina, les correspondió aplicar la teoría y la práctica de la revolución anunciadas en los escritos de estos iluminados del siglo XVIII, luego de abrevar y absorber el espíritu del cambio de aquellos discursos humanísticos, filosóficos, históricos, económicos, religiosos, musicales, literarios y científicos de la Enciclopedia. Los que dirigieron la Revolución del 89 fueron el conde de Mirabeau, Robespierre, llamado el Incorruptible, Jean-Paul Marat, médico suizo asesinado por Carlota Corday, Danton y finalmente Napoleón, héroe de la guerra revolucionaria y beneficiario directo de las mieles del Poder y sus instancias, cuando las aguas del Terror se aquietaron, primero monárquico constitucional y finalmente republicano para luego caer en la tentación, cosa nada rara, de la vuelta a la monarquía y al Imperio hasta que, finalmente, eliminados los Napoleones, los Carlos X y los Orleanes, se instaura la república burguesa con el industrialismo de finales del siglo XIX.

5. Pero lo más sorprendente e insólito que se desprende de la lectura del libro de Tocqueville que reseño reside en que fue la propia nobleza, los reyes y su Corte quienes, después de Luis XIV, con Luis XV y Luis XVI, adoptaron las medidas aconsejadas por sus grandes ministros y por los estados generales y una parte de la clerecía y que no eran otras, un poco más o un poco menos, que las contenidas en los escritos de los enciclopedistas enumerados más arriba. Es decir, que los propios reyes y la nobleza, al querer remediar los males de Francia que les expusieron todas las provincias, los estados generales y los altos funcionarios, para satisfacer todas aquellas exigencias de los cuadernos de quejas, dolencias y mal funcionamiento de las instituciones monárquicas, se clavaron su propio cuchillo sin advertir que se trataba de un suicidio de clase poco visto en la historia del gobierno de los príncipes. La nobleza misma se mató, como Chacón Vélez. En el libo III capítulo IV, Tocqueville afirma «que el reino de Luis XVI fue en la época el más próspero de la antigua monarquía, y cómo esta prosperidad misma aceleró la Revolución.» (P.269) Esto explica por qué Luis XVI y María Antonieta no entendían la razón de la revuelta de París en contra de ellos, pues creían que la ciudad era feliz y estaba contenta. Pero a pesar de esa prosperidad y la adopción de medidas reales para aliviar los sufrimientos y la falta de pan, había más de diez mil presos en la Bastilla y el pueblo francés ya no estimaba las grandes reformas administrativas realizadas por la monarquía en detrimento de la libertad. Ahora los franceses querían acabar con los restos del Estado feudal, más odiado que nunca. Tocqueville apunta lo siguiente: «El régimen que una revolución destruye vale casi siempre más que el que le ha precedido inmediatamente y la experiencia para un mal gobierno es comúnmente aquel donde comienza a reformarse. Solo un gran genio puede salvar a un príncipe que emprende el alivio de sus súbditos luego de una larga opresión.» (P. 277-78).

6. Para Tocqueville, el pueblo de Francia estuvo oculto durante 140 años y las clases gobernantes, hasta antes de la Revolución, creyeron que ese pueblo era incapaz de sacar la cabeza, por lo que únicamente había que hacerles caso a las demandas de las clases superiores, pero «… a medida en que se acerca el año de 1789, esa simpatía por las miserias del pueblo se vuelve más vívida e imprudente.» (P. 288). Según el autor, los informes de todo tipo enviados desde las provincias al rey hablan el lenguaje de la Revolución, puesto que se le pidió que elevaran ante Su Majestad un informe de todos los males que sufrían: «La Revolución no anuncia solamente su llegada en esta encuesta; ella está presente ahí, ella asume su idioma y muestra de lleno su cara.» (P. 290). En el capítulo VI, Tocqueville advierte de parte de la monarquía algunas prácticas con ayuda de las cuales el gobierno culminó la educación revolucionaria del pueblo: «Hacía ya mucho tiempo que el gobierno mismo trabajada para inculcar y fijar en el espíritu del pueblo varias ideas que fueron llamadas luego revolucionarias, ideas hostiles al individuo, contrarias a los derechos particulares y amigas de la violencia.» (P. 292).

Conclusión

§ 7.Como colofón, a pesar del dolín de la clase conservadora a la que pertenecía Tocqueville, es decir, a la nobleza, su espíritu liberal al estilo del siglo XIX, el lector advertirá que esto no le impidió describir y analizar con objetividad el gran error cometido por aquella nobleza que jugó inconscientemente a su propia destrucción, pero ¿quién puede evitar la destrucción de un modo de producción que ha caído en la obsolescencia?: «Si se atende a que la nobleza, luego de haber perdido sus antiguos derechos políticos, lo que no se había visto en ningún otro país de Europa, y cesado de administrar y gobernar a la población, había conservado sin embargo, no solo conservado, sino acrecentado en mucho sus inmunidades pecuniarias y las ventajas de las que gozaban individualmente sus miembros; que al volverse una clase subordinada, ella permaneciócomo unaclase privilegiada y cerrada, cada vez más reducida, como lo he afirmado en otra parte, una aristocracia, mejor dicho cada vez más una casta, uno no se sorprenderá de ver que sus privilegios hayan parecido tan inexplicables y tan detestables a los franceses, y que en su visión la envidia democrática se haya inflamado en el corazón a tal punto que ella lo quema todavía (…) Si se sueña enfin con que esta nobleza, separada de las clases medias y del pueblo, de los cuales dejó escapar el corazón, estaba completamente aislada en medio de lanación, en apariencia la cabeza de un ejército, pero en realidad un cuerpo de oficiales sin soldados, se comprenderá cómo, luego de haber gobernado mil años, ella pudo ser derrocada en el espacio de una noche.» (P. 312-13).

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