La afirmación de que el arte contiene y transmite la verdad es fascinante y profunda. “El arte como verdad” es un tema que ha sido abordado desde múltiples perspectivas a lo largo de la historia de la filosofía, la crítica de arte y la teoría de la cultura. En esencia, se refiere a la relación entre el arte y la realidad, y cómo las creaciones artísticas pueden revelar verdades sobre el mundo, la experiencia humana y la naturaleza misma de la verdad. Según Martin Heidegger, hay un recorrido desde la mera cosa a lo útil y de allí a la obra de arte. Plantea que la obra es material, pero que ya no es una mera cosa porque es portadora de una superestructura que se sostiene a sí misma. El nivel de la composición de una obra que produce su verdad no consiste en un significado que está claramente al descubierto sino en lo insondable y profundo de su sentido. El filósofo llamo a esta tensión la “disputa entre el mundo y la tierra”; entre surgir y mantenerse resguardado. Aquello que así surge de su tensión oculta constituye la configuración de la verdad. Mundo y tierra, ambas características están presentes en la obra de arte. La obra de arte nos quiere decir algo; no está en lugar de otra cosa; se muestra en su propio ser; no es signo ni representación.
¿Cuál es el ser de una obra de arte? ¿Es el ser del arte un acontecer de la verdad? ¿Acaso la verdad simplemente acontece? ¿Qué es una obra de arte en última instancia? Veamos puntos que nos pueden permitir entender tan complejo asunto… El “mundo” es la totalidad de lo que existente (realidad concreta, totalidad de los acontecimientos, cosas, aconteceres, acciones, procesos, resultados…). El mundo es a lo que la obra pertenece y es un concepto amplio y abarcador (ej. el mundo de la danza). Las cosas (útiles) hacen que el mundo obre como un horizonte de sentido. Pero según Heidegger existe una oposición entre el “mundo” y la “tierra”. “Tierra” es un concepto que implica albergar dentro de sí, resguardar, sostener, abrigar, ocultar. Lo que acontece en la obra de arte es una manifestación propia de la verdad: es un acontecer de la verdad.
El concepto de Heidegger no se limita a dar una descripción del ser de la obra de arte. Su aspiración central es apoyarse en este análisis para comprender el ser mismo como un acontecer de la verdad. Apoyarse en este análisis para un acontecer de la verdad. La disputa entre el estado oculto y desoculto no es solo la verdad de la obra sino la del ente. La verdad como desocultamiento. Siempre esta en atención entre ocultar y desocultar. En «El origen de la obra de arte» (1935-36/2016), los conceptos de «mundo» y «tierra», así como lo «expuesto» y lo «oculto», juegan un papel crucial en su comprensión del ser y el arte. Desglosemos un poco más estos términos: el «mundo» se refiere al conjunto de significados y relaciones que constituyen el contexto en el que los seres humanos existen y entienden su vida. Es el horizonte de sentido y referencia que estructura nuestra comprensión de la realidad. Cuando contemplamos una obra de arte, ésta nos revela un mundo específico, como el mundo de la cultura griega antigua en una estatua griega o el mundo religioso en una catedral. El arte abre un «mundo» en el sentido de mostrar un conjunto particular de significados, valores y formas de vida. El mundo no es simplemente un entorno físico, sino un espacio de significado que surge de la interacción entre las personas y las cosas. En la obra de arte, el «mundo» se despliega y nos permite ver cómo se organizan y entienden las cosas en una determinada cultura o época.
La «tierra», por otro lado, representa aquello que es inefable, oculto y resistente al sentido. Es el fondo material y físico de la existencia que se resiste a ser completamente entendido o expresado. La “tierra” es lo misterioso y lo insondable. En una pintura, la tierra puede ser el color, la textura y la materia que componen la obra pero que no se pueden reducir completamente a meras herramientas para representar algo más. Siempre hay un aspecto material y concreto en la obra que escapa a la total clarificación. La tierra es lo que subyace a todas las representaciones y significados. En la obra de arte, la tierra se manifiesta como lo que resiste y oculta, lo que nunca puede ser completamente integrado en el mundo de los significados. Respecto a lo oculto es aquello que permanece inexplorado, secreto y más allá de la plena comprensión. En la obra de arte, esto se asocia con lo que se resiste a ser completamente desvelado.
En cuanto a lo «expuesto» o «desvelado» es lo que se hace evidente y accesible a nuestra y percepción y comprensión. En la obra de arte, esto corresponde al aspecto del «mundo» que se revela, los significados y las interpretaciones que podemos captar. En un poema, lo expuesto son las palabras y las imágenes que evocan, el significado que podemos comprender y el contexto cultural que iluminan. Lo expuesto es el aspecto del mundo que la obra de arte trae a la luz. Es la parte de la realidad que se revela y se pone ante nosotros de manera clara y comprensible. En la obra de arte, Heidegger describe una tensión constante entre el “mundo” y la “tierra”. El “mundo” intenta organizar y dar sentido a la existencia. Se esfuerza por desvelar y hacer comprensible. La “tierra”, resiste y oculta: representa el trasfondo material que nunca puede ser completamente dominado o aclarado. Esta tensión es esencial para la dinámica de la obra de arte, ya que la confrontación entre lo expuesto y lo oculto, entre el mundo y la tierra, es lo que genera la verdadera experiencia estética y revela algo profundo sobre la condición humana y el ser. En su análisis de la obra de arte, Heidegger utiliza como ejemplo la catedral gótica y explica que no solo es una construcción que tiene un significado religioso y cultural (el «mundo» del cristianismo medieval), sino que también es una estructura material que evoca lo inefable y lo sublime (la «tierra»). Para el filósofo alemán, la obra de arte es un campo de batalla entre el mundo y la tierra, entre lo que se desvela y lo que se oculta, y esta interacción es fundamental para entender la verdad y la existencia humana.
Desde mi perspectiva, humildemente, creo que en la tierra subyace la verdad, reservorio de lo potencial, base material, trasfondo desde el cual emerge el mundo proveniente del universo originario que contiene la esencia del todo. Sin la “tierra”, el mundo carecería de un contacto con lo permanente, fundamental y misterioso de la existencia. La “tierra” contiene la potencialidad de “ser” y los secretos del universo de todo lo que acontece. Y es la “tierra” del arte que devela la verdad. Porque tal como dice Heidegger “La esencia de la verdad es la verdad de la esencia”.