El asesinato de Orlando Jorge Mera, en su despacho de ministro de Medio Ambiente, ha producido una profunda conmoción en la sociedad dominicana, lo evidencia la gran cantidad y diversidad de gente que en sus expresiones de dolor y lamento que destacan los atributos personales, profesionales y políticos que lo caracterizaban. Ese horrendo episodio de violencia ocurre en otro momento de recurrencia de acciones de violencia indiscriminada que, desafiante, desatan sectores del crimen organizado en sus diversas formas para hacer sentir su fuerza y disposición de mantener a todo costo sus esferas de poder en las estructuras del sistema.
Ese asesinado, cometido en este contexto de violencia que como sociedad nos acogota, constituye otra evidencia de la inasible complejidad y magnitud de los problemas de nuestro país, y de la necesidad de enfrentarlos con sentido de responsabilidad colectiva por todas las fuerzas políticas, sociales y hasta de aquellas del mundo de la economía que sean capaces de plantan cara a los grupos más voraces de ese sector, algunos de claros signos delincuenciales. Hace poco más de un mes que, junto tres profesionales de la antropología y un reputado ingeniero, estuve en la oficina de Orlando para tratarle algunos temas sobre preservación de recursos culturales y naturales. Como siempre, fue gentil, educado y de apasionada defensa de sus ideas sobre algunas cuestiones.
Le invitamos a leer: Orlando Jorge Mera: Un último adiós sin colores partidarios
Durante el encuentro nos habló con entusiasmo de sus proyectos, de la voluntad de enfrentar intereses creados en torno a la depredación de nuestros atributos para el desarrollo y su deseo de ser acompañado a tal efecto por la comunidad, con ello expresaba el desconcierto sobre la magnitud del problema ambiental del país. Un problema cuyo enfrentamiento, para que sea relativamente exitoso, debe hacerse mediante la articulación del pensamiento y la acción donde prime la generosidad y sin estériles fundamentalismos ni descalificaciones. Desde siempre he reflexionado sobre la complejidad del ejercicio del poder, la soledad y angustia en que muchos lo ejercen enfrentando el entramado de espurios intereses económicos y políticos que, de hecho, institucionaliza el sistema.
Al momento de escribir estas líneas no se ha establecido de manera concluyente el móvil del crimen, pero se sabe que el medio ambiente es la mayor fuente de acumulación originaria de capital, donde mayores y más turbios intereses existen en un entramado de relaciones entre poderosos sectores económicos de todo signo que junto a sectores de la vida política, para sobrepasar obstáculos a veces recurren al crimen.