Aunque no fui premiado con dotes de adivinador, me precio de ser un observador más o menos cuidadoso del acontecer diario, por ello puedo reclamar hoy, aquí, en este momento, que fruto de la no observancia de las reglas, descuido en respetar las instrucciones de los científicos el covid sigue y seguirá por mucho tiempo en el mundo.
Es como si la decisión de muchos estuviera relacionada con una irresponsable vocación de suicidas que lleva a la muerte temprana e inesperada a ciudadanos en pleno uso de sus facultades fisicas, mentales y de locomoción.
Pero no importa.
Que la venta de alcoholes y bebidas espirituosas sea abierta y permanente.
Que no haya ninguna restricción que beneficie la paz, que no haya ninguna restricción que beneficie la salud colectiva.
Así es como actúan esos fulanos que, bajo un manto de supuesta conducta civilizada, actúan contra si y contra los demás.
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Medio mundo se volvió loco cuando los contagios del covid disminuyeron de forma considerable al retroceder ante la ingente cantidad de vacunas aplicadas, se ilusionaron, muchos, con la idea de que la pandemia ya era cosa del pasado reciente.
La pandemia actuó con la sabiduría de la candelita de basurero que se solapa en la parte interna del lote de basura mientras continua la destrucción mientras la fiesta sigue hasta que surge la llamarada desde el fondo, y entonces los fabricantes de carbón se dan cuenta de que por su descuido perderán el cien por ciento.
Nadie dijo que son cómodas las restricciones.
Nadie defendió el conjunto de medidas de protocolo de la lucha contra el covid como buenas, agradables, no, lo que se hizo fue explicarle al mundo a redoblar la higiene, eliminar el toque de las manos del interlocutor, mantener la mascarilla para no recibir las invisibles partículas de saliva que ser emiten al hablar.
Millones de personas desobedecieron las sugerencias del protocolo anticovid, ahora no se sabe cuántos murieron, ni en qué lugar ni en qué tiempo
Algunos irresponsables pregonan su rebeldía ante las reglas, su valor ante el peligro, como si se tratara de una competencia de pesca.
El Gobierno y los gobernados sabemos qué hacer.
¡Manos a la obra!