Vivimos en sociedades de tantas distracciones y de la búsqueda del éxito y del goce que se niegan a reconocer el dolor o el sufrimiento emocional. Más bien, existen personas que refuerzan comportamientos escapistas y espacio de desahogo en el alcohol, el juego, o la soledad enfermiza, para no aceptar o reconocer las dificultades de la vida, o los pobres resultados existenciales que le origina su infelicidad, el sufrimiento o dolor psico – emocional.
Sin embargo, el dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional. Vivimos expuestos al dolor; desde una pérdida de un ser querido, una traición, una decepción, una pérdida financiera, una enfermedad catastrófica que nos limita y nos cambia la vida.
Siempre se reacciona ante el dolor y el sufrimiento: ¿Por qué a mí? ¿Qué hice mal? ¿no creo merecerme esto? Etc. pero en otro contexto, los sentimientos pueden ser de culpa, victimizándose, autocastigándose, autoreprochándose, o vivir rumiando el pasado y construyendo pensamientos parásitos, distorsionados o limitantes, que solo refuerza la continuidad del dolor y el sufrimiento después de una adversidad.
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Psicológicamente hablando, tener una personalidad depresiva, o con angustia anticipatoria, una adicción, o la tendencia o somatizar o victimizarse, representa aumentar el dolor y el sufrimiento.
Las personas con carácter, inteligencia emocional, social y espiritual, son las que poseen las habilidades y destrezas para adaptarse o salir de un proceso de sufrimiento.
En los acompañamientos psicoterapéuticos se les enseña a las personas a reconocer e identificar y ponerles nombre y apellido a sus vulnerabilidades, a las circunstancias, espacios y debilidades que nos hacen riesgosos; pero también, lo que debemos confrontar o dejar ir, para seguir fluyendo con una vida oxigenante y nutriente pese a las adversidades.
Aquellas experiencias traumáticas que por años y décadas han construido huellas somáticas en el cerebro, creando y reforzando sistemas de creencias distorsionadas, o las actitudes emocionales negativas, van condicionando los resultados de vida: cómo afronta tus problemas, con qué flexibilidad los interviene, o hasta dónde mide las consecuencias y valora los riesgos antes de responder emocionalmente.
El sufrimiento acéptelo, pero empiece por adaptarse, sobreponerse y continuar fluyendo pese a las adversidades, de forma objetiva y racional. Aprenda a soltar, dejar ir, alejarse de las personas dañadas, poner límites y nunca tratar de cambiar a una persona depredadora emocionalmente.
Cada persona es responsable de lo que sucede en su vida, de las experiencias negativas, errores y resultados positivos. La fortaleza emocional, la resiliencia y resistencia ayudan a vencer el dolor y el sufrimiento.
El sufrimiento cuando es social, viene de la exclusión, de pobreza, de la falta de cohesión y del bienestar social. Pero el dolor emocional es más personal, se vincula a los maltratos, abandono, la apatía y la indiferencia recurrente, que va produciendo una huella somática en el cerebro.
Aquellos viejos refranes: “un clavo se saca con otro clavo”, “el tiempo lo repara todo”, no siempre es así. La ayuda psicoterapéutica, el desmonte de un sistema de creencias distorsionado son los que ayudan a superar el dolor y el sufrimiento.
La fortaleza emocional, el carácter y la resiliencia ayudan a salir sano y adaptado frente al dolor y al sufrimiento. Siempre vamos a vivir adversidades y experiencias negativas, el autocuidado, la autocompasión y la autoestima sana también ayudan a levantarse ante los traumas.