El primer discurso de corte reeleccionista del presidente Luis Abinader, pronunciado el sábado en el popular sector de Sabana Perdida, Villa Mella, se manifestó con un lenguaje directo, dentro de una oratoria dura, expresada en el ataque despiadado a la oposición, la defensa de su visible obra de Gobierno, pero apoyado el mensaje en la política como ética del grupo gobernante que le sustenta, el PRM.
No se trató de una soflama orquestada por un hombre de fe religiosa o el profeta que mira hacia la ciudad celeste; Abinader se comportó como el hombre de Estado, el caudillo de hombres y mujeres, el arquitecto político de una nación terrena llamada República Dominicana, cuyo rescate de la corrupción y la impunidad precedentes pretende profundizar mediante el legado de una “Era de Transparencia”, sustituta de aquel largo periodo de opacidad en el manejo de los recursos públicos.
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El matiz populista sobresalió cuando anunció que, “a partir de hoy, esta organización política (el PRM) va a estar en las calles defendiendo sus ideales y su buena gestión de gobierno”, enfrentó a sus rivales enrostrándoles que la oposición empezó a trabajar desde el 17 de agosto de 2020, donde el país no tuvo, ni siquiera durante la pandemia, un tiempo sin oposición y de tranquilidad de apoyo al gobierno.
Y a seguidas proclamó: “le ganamos en las urnas a una cultura perversa y corrupta que se basaba en los intereses particulares por encima del interés general”, para advertir a continuación: “Y yo les digo desde hoy, que su tiempo ya pasó, y aunque hoy intenten volvernos a engañar, los dominicanos tenemos memoria y sabemos que donde mejor están es en la oposición: donde pueden gritar, engañar, pero no pueden perjudicar la vida de la gente y aprovecharse del gobierno”.
Mencionó un listado de realizaciones empezando por asegurar que, “gracias a su gestión de gobierno”, la República Dominicana es un país inspirador de confianza con más de $4,000 millones de dólares de inversión extranjera directa y más de 8 millones de turistas.
Ciertamente, el duro lenguaje de Abinader es de difícil refutación para la oposición que, políticamente disminuida y moralmente abatida, intenta replegarse en un frente opositor que a pocos entusiasma.
La estrategia electoral de Abinader consiste en alejar a la que llama “oposición corrupta”, léase Leonel Fernández o el PLD, cualquier posibilidad de gobernar a partir del 2024. Y buen arranque para lograrlo.