Definitivamente, como dice la vieja y conocida expresión, no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Y como siempre será difícil mirar cara a cara a una derrota particularmente dolorosa, sobre todo cuando se está frente al espejo y ese otro que te mira y tú son lo mismo, algunos prefieren cerrar los ojos a la verdad que están mirando, un ejercicio tan inútil como tratar de huir de la propia sombra. Muchos peledeístas saben de lo que estoy hablando; otros, por esa misma razón, no querrán saberlo nunca, pero los hechos siguen ahí, testarudos y afrentosos, y la vergonzosa derrota electoral del pasado domingo también.
Por eso espanta, pero no sorprende, que un dirigente del PLD como Jaime David Fernández Mirabal se atreva a decir, con la aparente tranquilidad de conciencia del que se come un dulce de batata, que existe un complot, promovido por fuerzas “oscuras”, para destruir a esa organización política mediante una campaña de descrédito. “Después que salimos del Gobierno, se dedicaron a desacreditar a todo el mundo diciendo que tenían 500 expedientes, presentaron algunos, y de esos no se sabe quién es culpable o inocente porque no han condenado ni descargado a nadie”.
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Es evidente que el exvicepresidente y miembro del Comité Político no le ha dado seguimiento en la justicia a esos procesos, lo que le ha impedido darse cuenta de que marchan con tanta lentitud por culpa del incidentalismo vicioso que han enseñado los abogados de los procesados, unido a la complacencia sospechosa de jueces que no muestran mucho interés en que esos juicios concluyan y se establezca la inocencia o la culpabilidad de los imputados.
Pero esperar que un ciego por voluntad propia vea todo eso es esperar demasiado, como también lo es que los peledeístas le pidan perdón a la sociedad dominicana por el daño que la han hecho al país, a su riqueza, que trataron de llevarse en los bolsillos, pero sobre todo al respeto y la confianza que deben inspirarnos quienes nos gobiernan.