Por Whenshy Wilkerson
En los sistemas judiciales más modernos existe la figura de los colaboradores que son aquellos que los fiscales y jueces premian con reducción de penas y hasta la libertad con tal de que delaten o hablen de sus organizaciones criminales o delitos cometidos por otros.
En nuestro país es diferente, aquí la justicia paga para que hablen o delaten pero se olvida que también otros (políticos) pagan para que callen y no hablen de lo que vieron o hicieron.
En una sociedad que clama por la transparencia y la honestidad, la justicia es perseguida por la cobardía del silencio de los corruptos que se convierte en un grito sordo que aturde nuestras esperanzas de un futuro mejor.
Es un fenómeno que ha plagado a muchas naciones y ha erosionado la confianza de los ciudadanos en sus líderes y en las instituciones encargadas de proteger sus intereses. Desde el poder la corrupción se ha convertido en un volcán de egoísmo económico crónico y en el baúl de los intereses más egocéntricos del mundo.
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Es un cáncer que se arraiga en lo más profundo de un Estado débil como el nuesgro y en los negocios y sectores más influyentes de la sociedad, es alimentada por el silencio cómplice de aquellos que están involucrados en prácticas corruptas.
Estos individuos, que ocupan altos cargos y disfrutan de privilegios, eluden su responsabilidad y se protegen mutuamente mediante un pacto de silencio que perpetúa el ciclo vicioso de la corrupción. Pues en nuestro país es mas fácil trasmitir una herencia corruptiva que derechos sucesorales.
El silencio de los corruptos tiene graves consecuencias para el desarrollo económico, social y político de un país. Los fondos públicos desviados para beneficio personal privan a la sociedad de recursos necesarios para la educación, la salud, la infraestructura y otros servicios básicos. Además, la corrupción socava la confianza en el sistema democrático, debilita el estado de derecho y fomenta la impunidad, convirtiendo a los ciudadanos en esclavos de la desesperanza y títeres del destino de los más irresponsables.
La impunidad es un factor clave que permite que el silencio de los corruptos se mantenga. La falta de consecuencias reales para los actos de corrupción fortalece la cultura de la impunidad y envía un mensaje claro: aquellos que roban y engañan pueden hacerlo sin temor a ser castigados. Esta sensación de impunidad perpetúa el silencio y dificulta la lucha contra la corrupción.
Es responsabilidad de todos romper este pacto de silencio que envuelve a los corruptos. Los ciudadanos deben exigir rendición de cuentas y transparencia a sus líderes, así como respaldar a aquellos que se atreven a denunciar la corrupción. Los medios de comunicación también juegan un papel crucial al investigar y exponer los casos de corrupción, proporcionando información a la opinión pública y creando conciencia sobre la importancia de combatir este flagelo.
Además, es necesario fortalecer las instituciones encargadas de prevenir y combatir la corrupción. Se deben establecer mecanismos eficaces de control y supervisión, así como sanciones severas para quienes sean encontrados culpables de actos corruptos. La creación de una cultura de integridad y ética en todos los niveles de la sociedad también es fundamental para erradicar la corrupción y romper el silencio que la rodea.
El silencio jamás podrá seguir siendo un instrumento para impedir a las voces que gritan por un país mejor, el silencio no piede ser usado tampoco para seleccionar una parte de los que si deben ser condenados y excluir la otra mitad que de ser sancionada.
Por eso concluyo diciendo, que nuestro país debe darle las mejores pensiones y la mejor seguridad a los periodistas que son los verdaderos fiscales que por su esfuerzo y trabajo son los que han desnudado a los más corruptos y son ellos los que han hecho las mejores investigaciones para descubrir la verdad.
Whenshy Wilkerson, Secretario General del Bloque. Institucional Social Demócrata