§ 1. Desde el comienzo del año 1981, luego del regreso de mi segundo viaje a Francia (1977-1980), me propuse la tarea de clarificar el panorama de los discursos literarios hegemónicos en nuestro país, para lo cual me enfoqué en crear el bipartidismo literario. Hoy, intelectuales, escritores y opinadores en general saben a cuál partido literario pertenecen, según lado de concepción que cada uno tenga acerca del lenguaje: Están los miembros del partido del signo, por un lado; y, por el otro, los miembros del partido del ritmo. No hay posibilidad de una tercera opción en cuanto a decantarse por una teoría del lenguaje diferente a la metafísica de los miembros del partido del signo y los partidarios del ritmo. Esta tarea implicó, para mí, una reducción de mi vocación original de escritor de ficción en beneficio de la clarificación teórica que emprendí en aquel lejano 1981, tan necesaria como salutífera y de orden público para situar a cada cual en su asiento. En esta tarea también han sido constantes los trabajos y los esfuerzos de Manuel Núñez y Manuel Matos Moquete. Hoy, con más conciencia, los miembros del partido del signo y su literatura de lo conocido poseen sus editores donde se publican y premian entre sí, se elogian entre sí cuando publican una obra, presiden las mismas ceremonias literarias, forman capilla íntima y huelen en el aire dónde mora el adversario del partido del ritmo. En fin, gozan, como ya ha sido establecido, de todos los beneficios del Poder y sus instancias y del consenso literario de la sociedad. Pero su literatura nunca dejará de ser la del signo. Dicho lo cual, paso a examinar el concepto de valor poético en la teoría literaria de Ezra Pound, tal como hice en una entrega anterior con Nathalie Sarraute.
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§ 2.Para Pound, al igual que para Nathalie Sarraute, el valor de la obra literaria radica en que sus sentidos son siempre noticias nuevas. Lo que implica, para que el escritor logre esta hazaña, organizar de cierta manera sintáctica el movimiento del habla en la escritura. Para Pound, entonces, “la literatura es lenguaje cargado de sentidos.” (Traduzco las citas de la edición francesa de A. B. C de la lectura. Paris: L’Herne, 1966, p. 28). Cuando Pound dice “literatura”, se refiere a la obra literaria: «La literatura es una suma de noticias que PERMANECEN siempre como novedades.» (P. 29). Y remacha en el capítulo 4 el asunto del sentido: «La gran literatura es simplemente lenguaje cargado de sentidos al más alto grado posible.» (P. 38). Pound no usa los términos designificado y contenido, propios de la literatura del signo. Una idea caduca, entre todas las ideas nuevas que aporta Pound, es su creencia de que la literatura tiene una función (p. 33). Para su época, desde el socialismo del siglo XIX y la literatura comprometida de Sartre y asociados en el siglo XX, esta era una verdad inconcusa. Pero Pound distingue la buena literatura de la mala, y al buen escritor del malo: «Los partidarios de ideas particulares atribuirán más valor a los escritores que son de su misma opinión que a los que no lo son. Ellos conceden -es a menudo el caso- más valor a los malos escritores que son de su bandería o de su partido que los de otra Iglesia. Los buenos escritores son aquellos que cuidan la eficacia del lenguaje, es decir, aquellos que conservan la precisión y la claridad. Poco importa que el buen escritor quiera ser útil o que el mal escritor quiera hacerle daño a la gente. (Ibíd.)
§ 3.Pound concibe la literatura como inseparable de una nación: «Si la literatura de una nación declina, esta nación se atrofia y perece (…) El lenguaje nebuloso de los estafadores solo sirve a intentos temporales.» (P. 34). Esta devaluación de la literatura es hoy propia a las naciones y pueblos del orbe luego del hegemonismo mundial de la cultura frívola. Y Pound rechaza todos los intentos de sustituir el lenguaje a los especialismos: «Cierta suma de comunicación, en las nuevas especialidades, intenta validarse como formulación matemática, a través de las artes plásticas, los diagramas, ciertas formas puramente musicales, pero nadie propone sustituir esas formas por las del discurso ordinario.» (P. 34). Ese discurso ordinario es el que eleva el sentido al más alto grado posible, contrariamente a la creencia de la literatura del signo y su partido que creen que este funcionamiento lo ejerce el lenguaje poético o estético. Por eso, hoy, en el caso particular de mi país, la literatura y el lenguaje han llegado, gracias a la cultura frívola asumida por los miembros del partido del signo, al más alto grado de devaluación. Hoy todo es confusión y ningún discurso alternativo encuentra lugar en la sociedad y el Estado dominicano a menos que no sea la subliteratura. Por esta razón, en la poética defendemos la literatura de valor frente a la que no lo tiene y pugna por poseerlo. El escritor serio, el del partido del ritmo, no se queda arrinconado ante el desastre de la cultura frívola y su partido del signo. De ahí la validez y vitalidad de la propuesta teórica de Pound: «El hombre cuerdo no puede permanecer sentado tranquilamente sin hacer nada cuando su país dejar morir su literatura, cuando la buena literatura no encuentra más que desprecio, de la misma manera que un buen médico no puede permanecer con la conciencia tranquila cuando un niño ignorante está en camino de atrapar la tuberculosis como si se tratara simplemente de comer pastel con confitura.» (P. 35).
Lo que la literatura y la cultura frívola a escala planetaria han impuesto como buena literatura es hoy pan de cada día en los países del orbe y la propaganda de los Goebbels culturales seda a la gente con la literatura de aventuras y las obras que cultivan el terror, la duda, los crímenes y las empresas mediáticas en manos de las oligarquías culturales están para reproducir esta subliteratura: «Un pueblo que crece con el hábito de una mala literatura es un pueblo a punto de sucumbir a su dominio y a sí mismo.» (P. 36).
§ 4.En el meollo del predominio de esta mala literatura, Pound define el lugar que ocupan el lector y el profesor: «LA AMBICIÓN DEL LECTOR puede ser mediocre, y las ambiciones de dos personajes que no desean leer serán completamente idénticas. Quien enseña solo puede dispensar su enseñanza a quienes desean verdaderamente aprender, pero le es absolutamente imposible suministrarle un ‘producto aperitivo’. Lo que más puede hacer es distribuirle una lista de las cosas que debe aprender sobre literatura, o en cualquier otra disciplina (…) La primera caldera de inercia puede deberse a una simple ignorancia de los límites de la materia, o al deseo de no alejarse de una zona de semi-ignorancia. La barrera más grande la establecen sin duda los profesores que saben un poquitito más que el público y que desean explotar su fracción de conocimiento sin realizar el menor esfuerzo por aprender algo más.» (P. 37).
§ 5. Una segunda idea literaria caduca reproducida por Pound es la de confundir el ritmo de la escritura con la música, pero esta confusión es parte de la inercia que condena nuestro autor, sin darse cuenta de que tal confusión viene desde la antigua Grecia y Roma, mucho antes de la era cristiana, que la prolonga hasta hoy y coloca esta confusión en manos de los miembros del partido del signo: «La única manera de entender la música de los versos es escucharla. Luego de esto, el estudiante podrá siempre comprar un metrónomo o encaminarse a estudiar solfeo para medir mejor las duraciones relativas de los sonidos y su altura. Mi libro se circunscribe solamente al estudio del lenguaje.» (P. 62) Y, como ya lo dijo el mismo Pound, a través del lenguaje, el sentido de la obra debe ser llevado al más alto grado posible de pluralidad indefinida. Cuando Pound escribió esta frase, la métrica había muerto en el siglo XIX con los pequeños poemas en prosa de Baudelaire, pero hay ideas caducas que permanecen en el aire y los adictos a la opinión la respiran sin darse cuenta. Y Aristóteles la había sentenciado a muerte en su Poética cuando dijo que la poesía no se definía por el metro (metrôn), sino por algo que todavía no tenía nombre, pero que ya había sido definido como ritmo por Platón y Benveniste recogió todas las definiciones antiguas donde figura la palabra “ritmo”, en su ensayo “El ritmo en su expresión lingüística”.
§ 6. Pound destruye el viejo concepto de lo oscuro en la obra literaria, concepto de la estilística y su teoría del signo que no lee ritmo, sino significado, una vez eliminado el significante: «Tan increíble como pudiera parecer hoy, los malos críticos de la época de Keats juzgaron su obra ‘oscura’, lo que significa que no pudieron comprender POR QUÉ Keats escribía.» (P. 69). Este cliclé de la oscuridad en la obra literaria o artística aparece aplicado también a William Blake o a cualquier escritor de cuya obra el crítico literario no tenga dominio de la teoría con la que se escribió la obra. La poética de Meschonnic es percibida por los miembros del partido del signo como oscura, incomprensible, abstrusa, confusa. Para poner un ejemplo de ignorancia, ¿cómo es posible que quienes hemos adoptado el partido del ritmo nos sepamos de memoria todos los conceptos de la estilística y su literatura del signo y estos partidarios, fingiendo de mala fe la teoría que destruye la suya, digan desconocer la definición de los 10 o 20 conceptos de la poética. Por ejemplo, el ritmo para los miembros del partido del signo es la musicalidad del poema, o la respiración, o el movimiento del mar, o la métrica. Pero ¿por qué es ininteligible para ellos el concepto de la poética de ritmo como la organización del movimiento del habla en la escritura? O, por ejemplo, para ellos, la definición de lengua o lenguaje como instrumento de comunicación convencional compuesto de unos signos donde el significado y el significante están separados y existe una distancia insalvable entre signo y objeto; o, para ellos, el lenguaje o la lengua no son radicalmente arbitrarios e históricos, no tienen un funcionamiento, sino una función; que la lengua es pura forma, no forma y contenido como binarismo; para ellos la lengua es una estructura compuesta de signos, no un sistema, como lo definió Saussure. El valor, uno de los cinco conceptos fundamentales de Saussure y que la poética hace suyos, no es para el partido del signo la organización del ritmo-sentido orientado políticamente en la obra en contra del Poder, sus instancias y las ideologías de época. O sea, que la toma de partido por parte de la metafísica del signo allá en el cielo impele a los miembros del partido del signo a rechazar todos los conceptos de la poética en bloque, porque solo así serán reconocidos como adyuvantes de los Poderes y sus instancias aquí en la tierra.
§ 7.A veces no solamente es mala fe, sino rechazo del conocimiento de un saber nuevo que desestabiliza las posiciones políticas consciente o inconscientemente adoptadas por los miembros del partido del signo, sino como decía Pound, semi-ignorancia que les garantiza una posición de poder, unas regalías oficiales, paraoficiales y una estabilidad en el mundo social donde interactúan. Eso vale oro y el poder huele en el aire quiénes son sus adyuvantes. (Continuará).