La celebración del primer día de año esta adoptada según el Calendario Gregoriano. Como muchas otras fiestas del calendario cristiano (incluida la Navidad), se superponían a celebraciones vinculadas a antiguos ritos paganos vinculados al paso de las estaciones que los romanos, a su vez, asimilaron y regularon según sus creencias. Los romanos cerraban el ciclo de celebraciones coincidentes con el solsticio de invierno, las Saturnalia, del 17 al 23 de diciembre, con una fiesta dedicada a Jano “Giano”, de cuyo nombre latino Ianus deriva el nombre del primer mes del año, Enero “Ianuarius” (los nombres de los meses son romanos, asignados por el rey Numa Pompilio). Jano era una deidad muy importante de la antigua Roma. Era un dios desde el origen del mundo, por lo que no era hijo de otros, y era puramente romano-itálico. Jano indica todos los comienzos, todas las acciones, tanto materiales como inmateriales, las empresas de los individuos, pero también de las instituciones. Deidad ligada a la vida de las tribus arcaicas de la región del Lacio (Italia) y la civilización agrícola y pastoral, unió a los pueblos del Lacio que lo reconocían como el padre de la civilización italiana (rey mítico primitivo en la colina que lleva su nombre, el Janículo en Roma). No había sido importado de la mitología griega. Era representado por dos caras porque miraba al pasado y al futuro. La festividad dedicada a Jano era muy importante y se hizo coincidir con el primer día del año, cuando se introdujo el Calendario Juliano, instaurado por Julio César en el 46 a.C. y que permaneció vigente hasta 1582, cuando fue sustituido por el Calendario del Papa Gregorio XIII. Octavio Augusto impuso la estructuración fija de los años bisiestos cada cuatro años. Antes de Julio César, los romanos celebraban el nuevo año el primero de marzo. Una reminiscencia se mantiene en la ciudad de Florencia, que tradicionalmente celebra el inicio de año el 25 de marzo.
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Por lo demás, todos los que han adoptado el Calendario Gregoriano celebran el primero de enero, la Iglesia católica asigna el último día del año a San Silvestre, a la solemnidad de María, Madre de Dios, título conferido desde el Concilio de Éfeso en 431 d.C.
En los países cristianos ortodoxos, la víspera de Año Nuevo coincide con el final del Calendario Juliano. Rusia, Macedonia, Bielorrusia y Moldavia celebran la llegada del nuevo año la noche del 13 al 14 de enero.
En Roma, el año tomaba el nombre de los cónsules en ejercicio, los cónsules asumían sus funciones en el mes de marzo, algunos sostienen que esto ocurría el día de las “idis” es decir el día 15 de marzo, otros sostienen que el día variaba según el regreso de las expediciones militares. El año oficial indicado en las crónicas de los historiadores, quedó vinculado al momento en que los cónsules tomaban efectivamente el poder. En 153 a.C. el inicio del nuevo año se adelantó al 1 de enero, esto sirvió para que el cónsul Quinto Fulvio Nobiliore tomara posesión inmediatamente del cargo y partiera en una expedición destinada a sofocar una revuelta en España (el asedio de Segeda, durante la revuelta de los celtíberos).
Desde entonces hasta hoy, la fecha de inicio del año, en Italia y Europa no se había mantenido fija la fecha del 1 de enero y ha ido cambiando, los diferentes sistemas de datación se definían como “estilos”. Según el estilo florentino (Florencia) y pisano (Pisa), por ejemplo, pero también en Viena, Inglaterra e Irlanda, el año comenzaba a partir del día de la Encarnación, es decir de la concepción de Jesús, fijado nueve meses antes de su nacimiento y, por tanto, el 25 de marzo. Según el estilo bizantino, seguido en Apulia, Calabria y Cerdeña, el Año Nuevo era el primero de septiembre (en Cerdeña septiembre se llama Caputanni, del latín Caputanni). En Venecia era el 1 de marzo (hasta su caída en 1797), en España, era el día de Navidad. En gran parte de Francia y otras regiones de Europa el Año Nuevo se celebraba el Domingo de Resurrección (también llamado estilo Pascua”).
En 1564 Carlos IX de Valois, rey de Francia, hijo de Catalina de Medici, intentó remediar esta confusión con el Edicto del Rosellón, que establecía que para todos los territorios bajo su poder la fecha del Nuevo Año era el 1 de enero (esta reforma no entró en vigor en Francia hasta 1567 en el reinado Carlos IX). El papa Inocencio XII intentó hacer lo mismo más de un siglo después, en 1691, estableciendo que el año debería comenzar el 1 de enero, es decir, según el “estilo moderno” o “de la Circuncisión”
En 1748, Francesco Stefano di Lorena estableció que en Florencia a partir del 1759 el 1 de enero sería el primer día del año, como se puede leer en la placa mural colocada en la Loggia dei Lanzi en Florencia.
Estas diversidades locales (que variaban de una ciudad a otra sobre todo en el Sacro Imperio Romano Germánico), continuaron incluso después de la adopción del calendario gregoriano.
Varios regímenes políticos han probado introducir reformas a su calendario. Uno de los más intrusivos pretendía reformar el calendario sobre bases astronómicas y racionales. Fue el adoptado en Francia durante la Primera República, el llamado Calendario Republicano, que proponía la fecha del 21 de septiembre como día de Año Nuevo, luego abandonado durante el Primer Imperio.
Durante el periodo fascista en Italia, el régimen estableció el 28 de octubre, aniversario de la Marcha sobre Roma, como fecha de Año Nuevo, asociado a una numeración de años paralela a la tradicional, contando el periodo comprendido entre el 28 de octubre 1922-1923 como “Año I de la Era Fascista”. Este método, utilizado en el Reino de Italia durante los veinte años de fascismo, continuó durante la República Social Italiana y fue abandonado con la caída de esta ultima el 25 abril de 1945.
El 6 de enero es la fiesta cristiana de la Epifanía, que celebra el día que, según los Evangelios, Jesucristo se mostró en público por primera vez. El 6 de enero se estableció mucho después de la muerte de Jesús, en el siglo IV, es decir cuando se fijó el día se su nacimiento, el 25 de diciembre, día elegido para cristianizar las fiestas paganas, las Saturnales, el solsticio de invierno y la celebración del llamado “Sol Invicto”. Se eligió el 6 de enero contando 12 días a partir del 25 de diciembre, no está claro por qué se decidió 12 días, probablemente querían absorber en el cristianismo un antiguo rito pagano vinculado a la diosa Diana. En la antigua Roma, esta deidad, protectora de la fertilidad y símbolo del renacimiento, se celebraba 12 días después del solsticio de invierno.
La Epifanía es el día que según la tradición cristiana, Jesús fue visitado por los Magos, quienes vinieron a adorarlo a Belén y le llevaron obsequios de oro, incienso y mirra. Desde un punto de vista teológico, la venida de los Magos representa alegóricamente el reconocimiento de la naturaleza divina de Jesús por parte de los pueblos no judíos, a quienes estaría destinada su predicación. Es de notar que solo uno de los cuatro evangelios canónicos hace referencia a los Reyes Magos, y no los define como reyes y no indica su nombre y origen.
En los países católicos, la Epifanía se celebra con regalos a los niños, en Italia, la tradición asocia los regalos a la figura folclórica y profana de la Befana (el nombre deriva de Epifanía), una anciana que vuela en una vieja escoba y reparte regalos a los que se han portado bien y carbón a los demás, colocándolos dentro una media. En otros países, como España, los regalos los entregan los Reyes Magos.
La Epifanía se celebra en toda la Cristiandad. Las iglesias orientales, que siguen el calendario Juliano y no el gregoriano, celebran la Epifanía el 19 de enero, ya que la Navidad se celebra el 7 de enero.