Es triste estar triste (2/2)

Es triste estar triste (2/2)

Julio Ravelo Astacio

Durante todo el trayecto de nuestras vidas vamos a tener como compañeros permanentes de viaje a los estados anímicos. La alegría y la tristeza como expresión de sus polos, delatarán cómo nos sentimos, por dónde marca la escala que nos motiva a continuar entusiasmados, o, por el contrario, nos conduce por la ruta de la tristeza, pensamientos negativos y lento accionar.

En esta ocasión, queridos lectores, haremos énfasis en los factores que nos llevan a estar tristes, deprimidos. Por lo general los seres humanos somos muy sensibles ante situaciones que irrumpen con fuerza en nuestras vidas o en la de nuestras personas queridas: pérdida de un ser querido, un accidente automovilístico que lleva a la persona a vivir atado a una silla de ruedas o a una cama, pérdida del trabajo, conflictos de pareja o intrafamiliares, enfermedades crónicas de difícil manejo, una difícil situación económica nos condiciona alterando la estabilidad de toda la familia, desgracias provocadas por desastres naturales: Huracanes, terremotos, inundaciones, sequías. Estos son parte de los múltiples eventos que ocurren en el diario vivir con importantes repercusiones en el estado de ánimo.

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La tristeza no tiene un tiempo específico para llegar. Es parte de nosotros y cuando las circunstancias le favorecen, como un atardecer que avanza con las horas va oscureciendo nuestras vidas.

Existen personas más sensibles que otras ante los avatares del diario vivir. Un cierto número de inconvenientes y ya están atribuladas por el peso de las dificultades que dicen no poder soportar. Otros en cambio, son fuertes, decididos, optimistas, entienden lo que está ocurriendo y deciden con el apoyo de otros o motu proprio superar las adversidades.

Cuando el estar triste es el resultado de modificaciones significativos a nivel de los neurotransmisores cerebrales, las manifestaciones depresivas se expresan con mayor intensidad y se prolongan en el tiempo. Todo el que ha conocido a una persona con enfermedad depresiva recordará por años algunas de sus manifestaciones: alteración cognitiva, inhibición de la actividad psicomotora, tristeza, cansancio, llanto fácil, falta de ánimo, pérdida de interés o placer por las actividades, pérdida del deseo sexual, insomnio. A todo ello se pueden agregar ideas e intentos suicidas. Llama la atención la inactividad: brazos caídos, mirada perdida, sensación de impotencia, desesperanza.

La depresión puede reducir las respuestas inmunitarias, incrementa la liberación de citocinas aumentando la coagulación de la sangre, los riesgos de sufrir infarto del miocardio, eleva la frecuencia cardíaca, aumentando los riesgos de accidentes cerebrovasculares.

Veamos algunas expresiones utilizadas por los pacientes depresivos y que debemos prestar atención:

•“Tengo el ánimo en el suelo”.
•“Me siento como una hormiguita que cualquiera puede aplastar”.
•“Estoy que no puedo ni con mi alma. No valgo nada”.
•“No tengo ánimo ni para levantarme, ni para comer”.
•“Nada me atrae, nada me motiva”.
•“Antes era presumida (o), ahora ni me importa pasarme una semana sin
bañarme”.
•“No sé qué hago vivo (a).

La comunicación se torna muy difícil con la persona depresiva. A ella parecería no importarle lo que usted diga. Vive mentalmente sus ideas tormentosas, sus abrumantes preocupaciones que no le dan espacio para nada más.

De todos modos, tanto la familia como su doctor están en la obligación de incitar el diálogo, aunque por lo general sus respuestas serán desganadas, monosilábicas. Háblele, eso forma parte de la ayuda a una persona desesperada, impotente, triste, que piensa más en el final de sus días que en el futuro y el esplendor de su existencia. El pronóstico de la depresión es reservado, por el elevado porcentaje de intentos suicidas, y el alto número que lo llegan a materializar. Pero por lo general, con la ayuda de un especialista experimentado, esta persona volverá a la vida, a sonreír, a tener esperanza…

Por ello todo esfuerzo será válido para devolverle su salud. Es un acto de recuperación de una vida. Permítanme decirlo con expresiones de nuestros propios pacientes: “Gracias doctor, por devolverme la vida, por volver a ser quien era antes”.

Esas expresiones salidas del alma son las que permiten a todos los médicos sentirse estimulados para continuar adelante sin detenerse en la dimensión de sus tareas. Sembrar vida y esperanza s es solo parte de nuestros compromisos.