Líderes en Haití expresaron el miércoles sus condolencias por el fallecimiento de Euvonie Georges Auguste, una importante sacerdotisa vudú y secretaria general de la Conferencia Nacional de Vuduistas.
El sumo sacerdote del vudú, Carl-Henry Désmornes, informó al periódico Le Nouvelliste que Auguste murió el miércoles por complicaciones de salud, sin dar más detalles. Su edad no se dio a conocer por el momento.
El primer ministro Ariel Henry tuiteó sus condolencias a los familiares y amigos de la sacerdotisa, señalando: “Honro la memoria de esta líder, comprometida y dedicada a la defensa y promoción del vudú”.
Auguste fue muy activa en cuestiones políticas, participando en reuniones celebradas por la Organización de los Estados Americanos (OEA) y participando en la exitosa campaña para convertir el vudú en una religión oficial en Haití a principios de la década del 2000.
La religión se practica abiertamente en el país de más de 11 millones de habitantes. Surgió en los años de 1500, cuando los esclavos africanos —obligados a practicar el catolicismo— mezclaron los santos con los espíritus de las religiones africanas.
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Jean Price-Mars, el vudú y mirada eurocentrista a la cultura haitiana
Para explicar el vudú y las prácticas que derivan los adeptos a esta religión, Price Mars realiza una comparación con los elementos morales del cristianismo, resumiendo que las comunidades primitivas están “constreñidas por un código muy estrecho de coacciones y de obligaciones, todas origen religioso “(60) que dominan la vida pública y privada. Ellas muestran la forma en que las sociedades tienen una idea de la moral.
A seguidas pasa a enumerar una serie de prohibiciones que tienen los seguidores del vudú. Sostiene que el iniciado al rito se encuentra en la “estrecha malla” de prohibiciones como: dejar expirar el plazo determinado para poner al recién nacido en un agua lustral dispuesta por el hougan que consagra al niño a la divinidad, capaz de protegerlo de los maleficios de los malos espíritus (Ibid.).
También la prohibición de pronunciar el nombre del bautizado en ciertas circunstancias, sobre todo en la noche; interdicción de hacer gestos irreverentes “en la cercanía de las fuentes donde viven los espíritus”.
Además, apela la religión al respecto de los ancianos portadores de las tradiciones.