“En las dictaduras todo está muy desnudo, uno ve todo lo que no debe ver o aquello que en otras sociedades no está a la vista con tanta nitidez.”
«Yo no tengo otro paisaje que no sea el que yo conozco, del cual provengo. Los personajes de mi literatura reflejan lo que le acontece a los seres humanos en una sociedad o un régimen totalitario. Y yo creo que este no es un tópico que yo escojo, más bien es uno que mi vida ha escogido por mí. Yo no tengo esa libertad para escoger. Yo no puedo decir: Yo quiero escribir sobre esta cosa o sobre aquella cosa. Yo estoy limitada a escribir acerca de lo que me preocupa y de las cosas que no me dejan estar en paz».
Herta Müller
El 8 de octubre de 2009, el premio Nobel de Literatura fue otorgado a Herta Müller, escritora rumana, hija de alemanes suabos, nacida el 17 de agosto de 1953, en Nitichidorf.
En una de las primeras entrevistas mientras se reponía del asombro por el premio dijo: «No sé si el premio tiene que ver con que se cumplen veinte años de la caída del régimen comunista. Pero todo lo que he escrito tiene que ver con que tuve vivir treinta años bajo una dictadura. Lo más importante de todo esto es que, para la gente que ha vivido en las dictaduras las cosas no terminan. Cuando cambian los tiempos hay gente que murió como víctima de la dictadura, tuve amigos que murieron y la caída de la dictadura no los revivió». “Mi literatura tiene que ver con las cosas que nos han hecho daño.”
El premio a la escritora censurada durante 30 años es una prueba de que las obsesiones, los empecinamientos, las obstinaciones son la manera intima que tenemos las mujeres de vivir la realidad, de expresarla, de meditarla, de combatirla y porqué no, de volverla a parir, distinta, como si en cada preñez y en cada parto nosotras pudiéramos mejorar el futuro…y volverlo a dar a luz.
Su vida y obra
Herta Müller nació el 17 de agosto de 1953 en Nitchidorf, Banat un lugar de habla germana en la región de Timisoara en Rumania, hija de unos granjeros alemanes. Su padre y tío fueron soldados nazis de la Waffen y su madre fue deportada a la Unión Soviética en 1945 donde pasó cinco años en un campo de trabajo en Ucrania
Estudió filología germánica y rumana en la Universidad de Timisoara entre 1973 y 1976.
Formó parte de un grupo de escritores rumano alemanes llamado Aktionsgruppe Bannat, trabajó como traductora técnica entre 1977 y 1979 en una empresa y como se negó a informar a la Stassi fue despedida.
Subsistió empleada en una guardería e impartiendo lecciones de alemán, siendo acosada e interrogada por la Securitate del Estado.
Su primer libro, la colección de cuentos Niederungen, fue publicado en 1982 en Rumanía, pero la versión fue censurada como muchas otras obras de esos momentos; dos años más tarde se imprimió entero en Alemania mientras en ese mismo año aparecía Drückender Tango, un libro muy crítico también con la corrupción, la intolerancia y la opresión del régimen comunista de Nicolae Ceausescu. A causa de esto se le prohibió seguir publicando en su país, aunque sus libros triunfaban, se premiaban y eran muy comentados en Alemania y Austria, contra la unánime oposición de la prensa oficial rumana.
En 1987, Herta Müller logró exiliarse y marchó a Alemania con su marido, el novelista Richard Wagner.
Su escritura se basa en relatos acerca de las duras condiciones de vida en ese país bajo el régimen comunista de Nicolae Ceausescu, pero su tema principal es cómo una dictadura deteriora y rompe toda forma de relación humana.
“La literatura es un espejo de la cotidianidad y, por ende, de la política. La política entra en la vida cotidiana y, aunque no se convierta precisamente en ésta, ella misma es ficción”.
En libros como «La piel del zorro», «El hombre es un gran faisán en el mundo», «La bestia del corazón», hay una gran tensión entre escritura, política y la vida cotidiana que se establece bajo los regímenes totalitarios. Cuando el periodista le preguntó si era consciente de esta tensión dijo: «Teóricamente no puedo explicarlo. La literatura es un espejo de la cotidianidad y, por ende, de la política. La política entra en la vida cotidiana y, aunque no se convierta precisamente en ésta, ella misma es ficción.
Sólo se puede escribir literatura a partir de lo vivido, de la experiencia. Por ejemplo, nunca he escrito sobre un interrogatorio de la policía secreta, pero después de haber pasado por cincuenta de éstos, sé de qué hablaría si lo hiciese. Por desgracia, las personas que han vivido bajo dictaduras han tenido que aprender de forma muy concreta que la literatura tiene que ver con la realidad y que tal vez, también, cumple una tarea, aunque no lo pretenda.
Describe realidades, realidades inventadas, y con ello interviene en la vida de los que leen esos libros. Así lo he sentido siempre. He aprendido mucho de los libros. He leído —y eso de seguro lo ha vivido muchas personas— a determinada edad un determinado libro que, de repente, se volvió muy importante y me abrió los ojos.
El mundo dictatorial es ante todo un mundo de fronteras. En sus libros, los personajes muchas veces dan la impresión de que se encuentran asfixiados precisamente por el peso de esta frontera: «En las dictaduras todo está muy desnudo, uno ve todo lo que no debe ver o aquello que en otras sociedades no está a la vista con tanta nitidez. Y uno ve también cómo repercute esto en la literatura.
Sobre todo en negativo: apenas has descrito algo y ya viene la policía secreta. Es el miedo de los aparatos represivos frente a la literatura, frente a la urgencia con que se leen los libros. Y es que bajo las dictaduras las fronteras de las personas son trazadas intencionalmente y vigiladas por los aparatos represivos. Tienen una finalidad. Ésta consiste en prohibir la libertad, impedir que surja la idea de libertad. La función de esas fronteras es dañar a las personas, destruirlas psíquicamente, hacerlas dependientes del miedo, domarlas”.
(…) «Trabajé tres años en una fábrica de maquinarias. Allí todo estaba cementado, la vida estaba cementada, y he visto cómo viven las personas en un mundo así, casi congelados a merced del viento junto a una jodida banda transportadora dentro de una nave sin calefacción donde las ventanas no tenían paneles de vidrio. Tenían que empezar a tomar alcohol desde por la mañana para desentumecerse los dedos. Y había que romperse el lomo.
Muchos llevaban ya 30 o 40 años trabajando en ese lugar; aldeanos que debían levantarse a las dos de la madrugada, caminar hasta alguna estación de trenes y viajar cuatro o cinco horas hasta alcanzar la fábrica. Una vez allí trabajaban hasta las cinco de la tarde y luego regresaban en tren hasta la estación. Llegaban a sus casas a las diez de la noche, muertos de cansancio. ¿Qué vida es ésa?»
(…) «Yo creo que hay una literatura a través del mundo, la literatura biográfica que corre paralelamente con los sucesos extremos y paralelamente a las vidas de los autores. Por ejemplo, en la década de los 50, el Gulag estaba presente, de cierta manera, en el este de Europa, como por ejemplo, los campos de trabajo forzado. Como en los tiempos del Socialismo Nacional de la era de Hitler con la destrucción de los judíos; un tópico del cual muchos autores lo han descrito como paralelo a sus propias biografías. Yo creo que este tipo de literatura existe desde Cuba hasta la China».