Independencia emocional vs la financiera

Independencia emocional vs la financiera

José Miguel Gómez

Las calles están transitadas por millones de personas secuestradas “emocionalmente” que no conectan con la vida, no fluyen, no viven, ni sienten la satisfacción por el logro o por la felicidad duradera.

Una mirada a esas prácticas de vida, refieren que siempre se busca culpar a los padres, otras veces a la pareja, a los hijos, a los amigos y compañeros de trabajo. La culpa, el remordimiento y la insatisfacción, son emociones negativas que no ayudan a conectar con la vida.

Hoy sabemos que terminamos siendo la media de los resultados de las cinco personas con las que mas socializamos en los diferentes espacios. Es más, a veces somos la caja de resonancia de lo que otros deciden por nosotros mismo.

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Las personas dependientes emocionalmente, no son dueños de su destino, ni capitán de su barco; además, no fluyen, no viven, no conectan con sus propias necesidades; literalmente, son las otras personas que deciden por ellos, por sus necesidades o prioridades, por sus limitaciones, sus miedos y hasta por su bienestar.

La independencia emocional se construye a través de la fortaleza emocional, la autoestima y de la voluntad en aprender a decidir en la vida. Nazareth Castellano habla del “secuestro emocional o del periodo refractario” refiriéndose al tiempo durante el cual solo somos, vemos y evocamos recuerdos que confirmen y justifiquen la emoción que nos secuestran.

Existen personas secuestradas por un trauma del pasado, por una decisión mal tomada, por el miedo, la culpa o la vergüenza que dejó el mal sabor de una mala elección o decepción en la vida.

Para construir la independencia emocional, hay que empezar con pequeñas tarea o detalles, hasta llegar a decisiones transcendentales, o a atreverse asumir algún nivel de riesgo para poder avanzar hacia diferentes direcciones.

Hay personas que tienen capacidad financiera, pero cuentan con independencia emocional para construir su propio espacio, para lograr el “dejar ser” o el “dejar llegar” en la vida.

Sin embargo, otras personas poseen la independencia emocional, pero no la financiera para decidir sus propias decisiones. Esa parálisis vital, de las muletas emocionales, se ha convertido en trampas y limitaciones de millones de personas que no son las responsables de su destino, de su objetivo de vida, ni de sus logros existenciales.

El cerebro, específicamente las amígdalas cerebrales, el sistema límbico y la corteza prefrontal, son las encargadas de las emociones, de hacerlas conscientes, racionales, reflexivas o asertivas debido a que llegan primero que el pensamiento, decidiendo su resultado de vida.

Emociones como la ira, el remordimiento, el odio, la tristeza, la envidia y los celos etc, llevan a las personas a decidir de forma inmadura, o no permitir el “dejar llegar” o el “dejar ser” o el “dejar ir” para ser más funcional y mejor adaptado o más feliz.

El logro del bienestar se construye con la independencia financiera y la emocional, para construir la biografía de su vida, la identidad y los resultados duraderos.

La neurociencia, la psicología positiva, la psicoterapia y las recetas sociales son las que buscan explicar y dar respuestas a la dependencia, a los traumas o limitaciones que impiden crecer y madurar a las personas. Pero también, explican sobre las personas que logran el “éxito”, la funcionalidad, la adaptación social o la resiliencia en la vida para lograr sobrevivir a las adversidades.

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