Los niños y adolescentes problemáticos o difíciles, son cada día identificados en la familia, la escuela, y la sociedad, como: “niños problemáticos” “incorregibles” o “imposibles en aceptar las reglas”. En verdad son niños que desde su etapa preescolar y escolar empiezan a presentar dificultad para mantener la armonía, la disciplina y el orden en todos los espacios.
En la familia, estos niños presentan rivalidades con los hermanos, mostrándose irritables, desafiantes, empujan, golpean, o siempre tienen una queja, un chisme o un conflicto, ya sea por los juegos, la ropa, la televisión, el asiento del carro o el lugar de comer.
Los padres con los niños disociales, lucen agotados, no saben qué hacer, cómo disciplinarlos, o ayudarles a asumir una disciplina proactiva y mantener un orden dentro de la casa. Esas dificultades llevan a la desesperación, a intolerancia de los padres, al cansancio y agotamiento que terminan dejando que el niño se imponga y manipule dentro la dinámica familiar.
En la escuela, el disocial no sigue las reglas, ni disciplina, ni orden. Desafía al profesor, no reconoce la autoridad, no cumple tareas, no estudia y siempre está desafiante, molesto, interrumpe, pelea, se adueña de las cosas de otros niños; pero también, habla mentira, realiza hurtos y robos, manosea a las niñas, o tiene curiosidades o morbosidades sexuales por encima de su edad.
Producto de esas conductas lo cambian de asiento en el curso, le suspenden recreos, lo cambian de curso, le apartan de amigos a los que maltrata de forma recurrente; estos niños disóciales son suspendidos y expulsados de varias escuelas antes de los 10 años, por su comportamiento tan alterados.
En términos sociales, se les dificulta tener amigos o someterse a las reglas de un grupo, o armonizar de forma saludable en las actividades deportivas, socioculturales con otros niños. Debido a que transgrede las normas, no acepta la disciplina y violenta los procedimientos. En cada ambiente sobresale, por su conducta desajustada, desafiante, pleitista y de riesgo frente a los demás niños.
Para los padres el niño o adolescente disocial, es un dolor de cabeza, debido a las múltiples quejas, malas noticias que generan en las escuelas. Los tíos, vecinos, abuelos, prefieren que no se les traiga a la casa dado su indisciplina, intolerancia, donde siempre violentan y desacatan las reglas establecidas, o les acusan de robo, violencia, agresiones, o de tocar a niños en sus genitales, llevar objetos o armas que le pueden hacer daños a otros niños. En cada una de estas experiencias, el niño con el trastorno disocial de la conducta, no se arrepiente, no aprende de las experiencias, no pide perdón, no valora ni mide consecuencias; repite una y otras veces los mismos patrones de conducta que se hacen recurrente y de peor pronóstico.
Es cierto que la mayoría de ellos se desarrollan en dinámicas de familias disfuncionales o rotas, permisivas o de ausencia de fiscalización, donde el niño hace lo que quiere y se le antoja y los padres no tienen el control ni la autoridad.
El mejor modelo para ayudar a estos niños disóciales es, aplicando la dinámica del modelo autoritativo: una familia donde existe amor, afectos, cariño, fiscalización, horarios establecidos y respetados, consecuencia, disciplina, castigos, comunicación, seguimiento, revisión de actitudes con el niño en diferentes espacios.
A veces estos niños suelen tener una condición neuro-psiquiátrica en su desarrollo: trastorno hiperactivo con déficit de atención, trastorno oposicionista desafiante, trastorno bipolar en la infancia, discapacidad intelectual con impulsividad, etc.
Lo importante es poder establecer diagnóstico temprano, empezar el tratamiento neuro-conductual y de seguimiento con un equipo multidisciplinario. A veces hay que realizar una historia heredo-familiar para determinar riesgos genéticos en estos niños.
La importancia de establecer protocolos y tratamiento temprano, ayudan a que su condición de disocial no avance hacia la adolescencia ni adultez temprana donde el pronóstico es peor.
Los psicópatas que presenciamos con grandes problemas en la vida adulta, vienen con trastornos disóciales desde la niñez y no recibieron la ayuda temprana.
Las soluciones son integrales: familia, escuela, buscar ayuda psicoterapéutica, neurológica o psiquiátrica, terapias conductuales y modificación de conducta por varios meses o años. Además, hay que mantenerlos en actividades que le puedan armonizar el desarrollo: deportes, música, pintura, juegos en grupo, espiritualidad y altruísmo social.
Los niños disociales necesitan la ayuda; el modelo familiar y educativo no puede darle la espalda, o de lo contrario terminan en la adultez, en la cárcel o el cementerio o siendo disfuncionales y altamente peligrosos.