El pasado sábado 19 de marzo la prestigiosa periodista de investigación Nuria Piera hizo un análisis sobre la formación del Instituto Nacional del Coco, introducido a la Cámara de Diputados por Napoleón Rodríguez y aprobado en primera lectura por todos los presentes, excepto por el diputado Horacio Rodríguez.

Una de las primeras medidas del actual Gobierno fue suprimir las instituciones que ejercían funciones similares a otras del mismo sector como la OISOE, con la finalidad de eficientizar los recursos tanto humanos como económicos e institucionalizar el aparato estatal.

No dudo de la seriedad, ni de la buena intención del diputado por privilegiar un cultivo económico importante de su región, pero debe saber que un instituto no le da ningún valor agregado a ese ni a ningún cultivo, más bien multiplica el empleo improductivo e innecesario a los que buscan sombrillas en las nóminas del Estado cancelando posibles iniciativas de emprendedurismo de esos ciudadanos.

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Los mismos diputados que por amistad y solidaridad apoyaron la iniciativa y viven en el entorno cercano serán los primeros en exigir su cuota de empleos en ese instituto para cobrar el favor de levantar sus manos.

Lo que si puede impulsar el diputado Napoleón es, que se especialice una partida en el Presupuesto de la Nación para que sea administrada por el Bagrícola a tasa cero para el cultivo, modernización, renovación de variedades improductivas y fomento del coco. Aún, sin esta iniciativa el Bagrícola tiene fondos para préstamos a los cococultores.

Los institutos periféricos a las instituciones en poco tiempo se convierten en competencia de los mismos ministerios que le dieron origen y sus incumbentes más que apoyar para los que fueron creadas se convierten en problemas para los ministros de turno.

Hay suficientes instituciones, lo que se necesita es fortalecerlas en su estructura y funcionamiento, porque si seguimos en la complacencia pronto formaremos el Instituto Nacional de la Lechuga.