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La era de la incertidumbre. Recientemente, escribimos un artículo que trata sobre otro publicado en el 2018 sobre Putin, alrededor de la importancia de este personaje en el conflicto bélico contra Ucrania, bajo el pretexto de defender las recién proclamadas repúblicas independientes de Donetsk y Luhansk.
Desde hace más de 30 años se ha venido construyendo una situación geopolítica mundial de consolidación, y esfuerzo conjunto, para ampliar las relaciones internacionales en Occidente. No obstante, en los últimos 5 años esa relación se había deteriorado y tenía perspectivas de un declive aún mayor: no existía cohesión entre los líderes de Europa. Estados Unidos había malogrado sus relaciones comerciales y de amistad con las principales potencias de Europa. La OTAN estaba en un momento crítico de relevancia, perdiendo sentido lógico su existencia. Y, hasta hace poco, Rusia estaba consolidándose con relaciones más fructíferas y fuertes con Europa.
Ya la historia ha dado un giro de 180°, cuando nadie creía posible reconstruir la cohesión de Occidente, la guerra de Rusia contra Ucrania unió la Europa fragmentada encontrando un objetivo común, el debilitamiento económico de Rusia, recibiendo un rechazo inmediato de la comunidad internacional. Las respuestas no tardaron en llegar, inmediatamente se impusieron sanciones a Rusia con el objetivo de ahogarla económicamente, tanto desde EEUU como desde Europa.
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Tras el colapso de la URSS, hace 30 años y con la llegada de Putin en el 2020 se logró restaurar el estatus de Rusia como potencia global, con relaciones comerciales con el occidente, este gran hallazgo, al parecer, se desploma por completo en menos de una semana.
Una reciente resolución de la ONU en la que condenó la “invasión” a Ucrania, se puede observar la unión a la que nos referimos, dado que fue aprobada por 141 países de los 193, se abstuvieron 35 y sólo 5 votaron en contra. Incluso, naciones históricamente pro-rusas como Hungría se han alejado del Kremlin y han condenado la guerra.
Países tradicionalmente independientes y neutrales han sancionado a Rusia y condenado la guerra como Finlandia, Suiza y Suecia. Incluso Alemania decidió romper su tradición de no proporcionar armamento a ninguna zona en conflicto: el canciller, Olaf Scholz, decidió ayudar al bando ucraniano con 1.000 lanzacohetes y 500 misiles y duplicó su presupuesto militar.
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En declaraciones recientes, el FMI ha anunciado: «Si bien la situación sigue siendo muy cambiante y las perspectivas están sujetas a una incertidumbre extraordinaria, las consecuencias económicas ya son muy graves. La guerra y las sanciones asociadas tendrán un impacto severo en la economía global».
Estamos ante un hecho histórico que continua en desenlace, marcando un hito en las relaciones occidentales, mostrando nuevamente cohesión y llevando un propósito común a la OTAN que estaba incierto.
En los próximos artículos trataremos las sanciones y cómo afectan a la economía global: el aumento en el petróleo, otras materias primas, la devaluación del rubro, el éxodo de Rusia de compañías occidentales, entre otros, y en adición, qué implicaciones podría traer esto sobre nuestro país.