La farsa electoral de Leonel Fernández

La farsa electoral de Leonel Fernández

Melvin Matthews

A pocas horas de transcurridas las votaciones del pasado 19 de mayo, Leonel Fernández, candidato presidencial de la Fuerza del Pueblo, llamó al presidente Luis Abinader felicitándolo por haber ganado la reelección para un nuevo mandato. Previamente, Abel Martínez, candidato del PLD, hizo otro tanto.

Entonces, la nación se alivió, porque los principales contendientes opositores reconocieron temprano ambas derrotas despejando sin traumas el final del proceso electoral.

Sin embargo, días después de ese gesto elegante, digno del realismo político, Fernández se desdijo a sí mismo destapándose con un venenoso artículo en el Listín Diario, que concluye así: “más que ganar unas elecciones, lo que el gobierno hizo fue comprar unas elecciones. Eso fue todo y nada más”.

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Según el articulista de marras, la estrategia consistió “en construir una base social que sirviera de sustento para fines electorales”. Argumento irracional de Fernández, indigno de alguien que ha ejercido la presidencia tres veces, porque la honesta ambición de un gobernante democrático radica en que sus políticas públicas aplicadas a la economía y al desarrollo social, propendan a la creación de una base de apoyo político y electoral; esa es la razón de ser del partido gobernante. Así fue durante las gestiones de Fernández y Danilo Medina y a lo largo de la historia.

En su engañoso texto, plagado de trazos de personal frustración, Fernández admitió el éxito de las políticas sociales de Abinader, expresó: “Al llegar al poder en el 2020, el PRM sustituyó la Tarjeta Solidaridad por las de Supérate. Pero, al mismo tiempo, duplicó el número de beneficiarios para llevarlo a 1 millón 600 mil familias, así como el monto a ser otorgado, que pasó de ser de $1,600 pesos al mes”.

Creo que se trata de una conquista social real.

A pesar de devanarse los sesos concibiendo ideas desacreditadoras de la victoria del PRM, Fernández jamás tomó en consideración, tampoco puede hacerlo, que la percepción generalizada de que el gobierno de Abinader no es corrupto, ni familiares ni allegados al mandatario hacen negocios con el gobierno, jugó un rol decisivo en el voto mayoritario favorable a cuatro años más.

Frustrado, dijo: “Al final, no se llegó al 70%, ni al 60%; y solo al 57% (como si esto fuera poco), con el más alto índice de abstención en la historia electoral “, (lo cual es falso).

Ciertamente, el buen gobierno, que implica manejo pulcro de fondos públicos y la economía, la lucha contra la corrupción y la impunidad desde el Ministerio Público independiente y las políticas sociales, condujeron al triunfo de Abinader.