La lectura nos hace felices por múltiples razones: primero, porque si nos gusta leer, nada nos dará mayor placer y alegría que el hacerlo. Cuando te enfrentas a un buen libro, no lo puedes dejar. Cuando un libro te atrapa se hace dueño de ti. No lo puedes soltar porque es un estímulo muy intenso. En segundo lugar, un buen libro te incita a obrar.
Muchas de las cosas que hacemos en la vida son el resultado de las lecturas que hemos realizado. En tercer lugar, amplía tu horizonte. Si nunca has viajado, puedes hacerlo a través de los libros. Ellos amplían la forma de ver el mundo.
En cuarto lugar, la lectura actúa sobre el porvenir porque nos cambia y transforma tanto que lo que somos hoy, no lo seremos mañana; mientras más se lee, más se cambia y se ve el mundo diferente. En quinto lugar, la cosmovisión cambia —la manera en que cada uno ve el mundo— cuando se es un buen lector. Hay personas que dicen: “¡Ay, es que tú eres muy cambiable y lo haces con frecuencia!”
Pero, es que no se puede pensar como se pensaba a los quince años a como se piensa a los cuarenta. ¿Y es que tú no has vivido? ¿Tú no has experimentado? ¿Tú no has leído? ¿Cómo puedes ser exactamente el mismo? No puedes ser el mismo, ha pasado mucho tiempo y has pasado muchas páginas.
En sexto lugar, el libro nos da luz esclareciendo muchas respuestas a preguntas que nos hacemos.
La lectura es sumamente importante y a los jóvenes les ayuda mucho. Los adolescentes tienen muchos problemas, por eso es importante que tengan su propio espacio para escapar a leer. Es un espacio de libertad, único, donde están solos, con sus libros, con sus pensamientos y sus decisiones.
Es un espacio para repensar la vida. Para buscar respuestas a sus cuestionamientos. A través de sus lecturas pueden llegar a las respuestas necesarias. Mientras más lean, más libres y felices serán. La libertad depende mucho de la lectura que se realice.
¿Para qué sirve un buen libro? Para salvarnos. Nos salva de la tristeza, y de malos pensamientos… Es su libro “La poética” Aristóteles (1996, original siglo IV a.C. ) afirma que una tragedia presentada de forma dramática, no como narración, sino con incidentes que excitan piedad y temor pueden llegar a provocar el sentimiento agradable de la catarsis de tales emociones.
En el fondo te alegras de que eso le está pasando a otro y no a ti, Y es que a ti te sirve de catarsis porque el otro está viviendo lo que tú no quieres vivir, aunque sepas que te puede ocurrir o que estás al borde de vivirlo. Entonces, repensamos la vida que nos renueva y nos transforma.
Bruno Rosario Candelier (2004, p. 76), director de la Academia Dominicana de la Lengua, creador del Movimiento Interiorista, gran escritor de ensayos y novelas refiere: “El libro es siempre un desafío al misterio que nos rodea y una respuesta a la curiosidad que encabrita la conciencia”. Yo encuentro esa frase perfecta, ahí está todo dicho. Eso es lo que hace un libro…
Por otro lado, Antoinette Fouque (1998) señala que: “Todo gran texto bien escrito está inspirado por la voz interior, la fuente matriz o materna, y la lectura debe liberar”. Una lectura que te pone peor de lo que estás, que no te transforma, que no te mejora, no es una buena lectura. Hay que tener mucho cuidado al elegir literatura. ¡Ten cuidado con qué libro estás leyendo! Trata de leer buena literatura.
Los grandes novelistas y cuentistas con frecuencia nos ofrecen historias de seres humanos comunes, de sociedades corrientes donde se producen historias con las que podemos identificarnos y darnos cuenta de que otros viven nuestras mismas pasiones, deseos, sufrimientos y alegrías. Ver que no estamos solos en el mundo en nuestra manera de ser y actuar nos tranquiliza.
Pero cuando sobrepasamos el aspecto conceptual y simbólico de la obra que nos ocupa (el libro) y penetramos sus estratos profundos a través de nuestros sentidos interiores nos encontramos más allá de los significados. Nos encontramos en un estado de conciencia profunda inducido por la lectura.
Se despierta en nosotros un estado de goce y felicidad del que finalmente entiende. Hemos develado el velo de Isis (historia proveniente de la mitología egipcia). La levedad y cualidad traslucida del velo implica un acercamiento hacia el objeto que protege; una vía de acceso a lo primordial y transcendental que oculta.
El velo (los signos) como el mediador del contacto con lo que hay debajo que es fuente de sabiduría y de la verdad.
Nuestra percepción se ha abierto a nuevas verdades que se encontraban no visibles a simple vista, aunque presentes.
Al develarse estas verdades nos brindan un estado de felicidad. Son asociaciones inconscientes que nuestra mente realiza entre lo leído y lo ya conocido o leído previamente; son despertares a realidades que se aclaran; despertares de la conciencia ordinaria a la conciencia profunda.
Se trata de un nuevo punto de vista proveniente de la lectura que estamos haciendo y de lo que está oculto debajo de los signos, de sus orígenes y significados. Es el despertar a nuevas verdades provenientes de una lectura fuera del lenguaje conceptual que se abre a cada individuo de manera diferente porque se relaciona con su unicidad.
Se produce entonces un estado de fruición propio del que conoce verdades sobre las que no tiene duda. Todo queda claro y esa visión iluminada nos hace felices.
Los libros nos ayudan a contestar todas las preguntas que nos hacemos como resultado de la propia experiencia de vivir: ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy? ¿Qué voy a hacer con mi vida? Los libros te ayudan.
Con el tiempo, a medida que vamos leyendo, si vamos profundizando en literaturas cada vez más complejas, comprobaremos al pasar de los años que vamos siendo mejores seres humanos.
Para terminar, les ofrezco mi percepción sobre la lectura: Leer es sentir; es entrar en las profundidades del alma; es prepararnos para el encuentro sublime con nuestro “yo superior”; es una visión del universo; es un asunto mágico que mejora nuestra vida, le da sentido y nos da felicidad.