Cuando usamos el concepto “límite” nos referimos a la línea real o imaginaria que marca el fin de una superficie o cuerpo o la separación entre dos entidades; punto o línea que señala el fin o término de una cosa no material; suele indicar un punto que no debe o no puede sobrepasarse (Oxford Languages, 2023). De inmediato tratemos de abordar el “límite” entre el ser humano y la naturaleza. Procedamos a considerarlo desde dos posibilidades: en primer lugar, la negación de límites, no hay límites porque el ser humano es parte de la naturaleza (está comprendido en ella y la contiene). Sencillamente es parte del Ecosistema en el que hay una interdependencia entre lo humano y lo no-humano. Al no existir límites estamos ante una postura Ambiocentrista. La segunda posibilidad es que la naturaleza del ser humano es única y separada de la naturaleza en general. En este caso hay límites. Hay una separabilidad: hombre vs naturaleza. Se trata de una postura Antropocentrista.
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El ser humano forma parte de la naturaleza, pero bien es sabido que tiene una tendencia hacia el egocentrismo y así quiere ser único, diferente, el centro de todo, se considera superior, se siente seguro de que puede dominar todo lo existente y así surge el Antropocentrismo. Se trata de una perspectiva que coloca al ser humano en el centro de la consideración moral, filosófica y ambiental, enfocándose en sus intereses y necesidades por encima de otras formas de vida y del entorno natural. El antropocentrismo tiene raíces en la antigüedad, en la filosofía griega, donde pensadores como Platón y Aristóteles sostenían la idea de que el ser humano estaba en la cima de la jerarquía de la vida y que el mundo natural existía para servir a los intereses humanos. La perspectiva se fortaleció en la Edad Media con la influencia del cristianismo, que sostenía que Dios creó al ser humano a su imagen y semejanza y le dio dominio sobre la tierra y sus criaturas. Durante el Renacimiento, figuras como Leonardo da Vinci celebraron la belleza, la importancia de la anatomía y la creatividad humana. La Revolución Científica en los siglos XVI y XVII promovió una visión del mundo donde el método científico y la observación eran centrales, lo que a menudo se traducía en un enfoque hacia la comprensión y el control de la naturaleza. La Revolución Industrial del siglo XIX trajo consigo un mayor dominio humano sobre la naturaleza y el uso intensivo de recursos naturales en beneficio de la expansión económica. Y hoy, en pleno siglo XXI, el antropocentrismo sigue siendo una perspectiva influyente en muchos aspectos de la sociedad. La preocupación por el medio ambiente y la sostenibilidad ha llevado a un replanteamiento de la relación entre los seres humanos y la naturaleza, con un enfoque creciente en la necesidad de una mayor consideración de los intereses de otras formas de vida y la conservación del entorno natural. El surgimiento de movimientos ecologistas y el crecimiento de la conciencia sobre los impactos negativos de las actividades humanas en el planeta son ejemplos de cómo el antropocentrismo se ha enfrentado a los nuevos desafíos.
La forma en que las sociedades y las culturas aborden esta cuestión puede influir en la toma de decisiones sobre temas ambientales, éticos y políticos. La comprensión y el respeto por la naturaleza son importantes para abordar los desafíos ambientales y promover la sostenibilidad. Es importante definir el asunto sobre todo en épocas como la actual, donde países desaparecen bajo el accionar del hombre que se cree dueño de todo y de todos. El hombre de una naturaleza violenta e inhumana no se apiada ni de sus congéneres, ni de los animales y flora ni de lo que el ser humano ha construido a lo largo de siglos. Destruye a su paso como si no tuviera conciencia ni corazón en su pecho.
Y si todo lo antes dicho es cierto, entonces estamos inmersos en una paradoja. No existe una respuesta definitiva, ya que la percepción de estos límites varía según la cultura, la época y la perspectiva filosófica. Sin embargo, a continuación se presentan algunas de las formas en que se han abordado estos límites: el dualismo mente-cuerpo (Descartes), tradicionalmente, en la filosofía occidental, se ha sostenido una visión dualista que separa la mente y el cuerpo, considerando que la mente humana es algo separado de la naturaleza. El Ecocentrismo, como ya vimos argumenta que no existen límites rígidos entre los seres humanos y la naturaleza, y que todos somos parte de un ecosistema interconectado. Por otro lado, el Antropocentrismo, como ya hemos visto, coloca a los seres humanos en el centro de la consideración moral y filosófica, lo que implica una separación entre los intereses humanos y los de la naturaleza. En esta perspectiva, se tiende a ver a la naturaleza como un recurso que existe principalmente para el beneficio humano. Hay otros puntos que debemos considerar como es el Transhumanismo de que tanto se habla y cuyos propulsores aseguran que estará en plena aplicación para el año 2045. Desde esta perspectiva se busca trascender las limitaciones naturales del cuerpo humano a través de la tecnología y la mejora biológica, lo que plantea la cuestión de si los límites entre el ser humano y la naturaleza pueden ser redefinidos o eliminados por completo. Además, debemos mencionar las teorías ecofeministas que exploran las conexiones entre la opresión de las mujeres y la opresión de la naturaleza, argumentando que la jerarquía de género y la explotación de la naturaleza están interrelacionadas. Estas teorías cuestionan las fronteras (límites) entre el ser humano y la naturaleza desde una perspectiva crítica. No existe una respuesta definitiva, ya que la percepción de estos límites puede variar según la perspectiva cultural, filosófica y científica. Sin embargo, el buscador de la verdad no acepta lo subjetivo como respuesta. No acepta los puntos de vista, las perspectivas, las medias tintas; busca y quiere “la verdad”.
Giorgio del Vecchio (filósofo, profesor y jurista italiano), en un fragmento de la conferencia que presentó en el XII Congreso Internacional de Filosofía (Venecia, septiembre de 1958) refiere que: “Según una orientación objetiva (es decir, que parte de un objeto), todas las cosas son consideradas en el orden de su génesis externa. Existe una realidad que tiene su principio fuera de nosotros, anterior a nosotros, infinitamente más grande que nosotros; una realidad que se mueve según propias energías y leyes, a las cuales se halla subordinada toda nuestra vida, que no es sino una mínima partícula de dicha realidad. Por el contrario, según una orientación subjetiva, el prius de toda realidad cognoscible está en el sujeto mismo: el mundo es un espejo de las ideas, que radican en la conciencia subjetiva, y las leyes de la realidad no son otra cosa que leyes de la misma conciencia” (Vecchio, 1958).
Considerando todo lo antes expuesto podemos deducir que el ser humano y la naturaleza son uno. Están compuestos de la mismasustancia (químicos y energía). Y así como en la Tabla Esmeralda de Hermes Trismegisto (org. 650d.C): “Verdadero, sin falsedad, cierto y muy verdadero: lo que está de abajo es como lo que está arriba y lo que está arriba es como lo que esta abajo para realizar el milagro de la cosa única”. Y la ley de correspondencia se cumple. Toda la sustancia es la misma. Estamos compuestos de las mismas sustancias en diferentes proporciones, por tanto no hay límites, solo interdependencia. Somos una sola sustancia un solo ser, una sola energía. Interconexión inextricable: unidad entre diferentes aspectos de una misma realidad.