En la órbita del planeta tierra los satélites desarrollan múltiples funciones, que son parte de los beneficios del espacio, cuyas tecnologías impactan áreas referentes a la agricultura, acuicultura, maricultura, pesca, silvilcultura; gestión inteligente del agua, que inciden en la salud, medio ambiente, desarrollo sostenible, desarrollo urbano, infraestructuras, educación, investigación científica, patrimonio cultural, desastres, asistencia humanitaria, paz y seguridad internacional.
Fruto de dichos satélites estamos familiarizados con los datos de observación de la tierra (EO), por ejemplo nos sirven para tomar fotografías a la tierra, y el sistema global de navegación (GNSS), al cual pertenece el GPS. Tanto EO como GNSS son cada vez más importantes para las soluciones innovadoras existentes a través de decenas de aplicaciones que están surgiendo o que ya están siendo utilizadas en todo el mundo.
Los servicios basados en EO y GNSS crean ciudades más inteligentes y sostenibles, el internet de las cosas, al optimizar, por citar ejemplos, la gestión del tráfico, del agua, al reducir el consumo de energía, mejorar la movilidad urbana, y monitorear la contaminación del aire, etc. China ha lanzado su propio Sistema de Navegación por Satélite (BDS) BeiDou, desde marzo del 2007, ya con una tercera versión, el cual sería su equivalente al GPS, a fin de no depender del GPS de los Estados Unidos. Rusia administra el GLONASS y la Unión Europea, el GALILEO. Cada uno quiere el suyo, lo que es un reflejo de desunión y desconfianza imperante tras bastidores.
En estos mercados del espacio representan la riqueza del mundo actual, “el oro”, y los visionarios “colonizadores”, ya lo están explotando y sacando riquezas incontables, en un “espacio” que es de toda la humanidad, pero que en principio los beneficios de la “propiedad espacial” deberían ser compartidos, y deberían hacerlo proporcionalmente, dependiendo el número de habitantes por Estados, ya que todos recibimos la contaminación, la basura, de la que ellos extraen las fortunas.
De la misión espacial de la NASA a la Luna en diciembre de 1972, Apolo 17, a República Dominicana le tocó una porción de roca del “valle Taurus-Littrow de la Luna”, una región de importancia geológica en la Luna, y que se exhibe en la Sala del Universo del Museo Nacional de Historia Natural Prof. Eugenio de Jesús Marcano. Se trató de un obsequio hecho del gobierno de los Estados Unidos durante el mandato de Richard Nixon, como “símbolo de la unidad del esfuerzo humano” y “esperanza del pueblo norteamericano de un mundo de paz”, esto bien pudo sentar un precedente extensible a todo lo demás.
Las tecnologías basadas en el espacio, apuntando específicamente al tema, los satélites de comunicaciones, permiten que los sistemas mundiales de telecomunicaciones operen mediante la retransmisión de señales con voz, vídeo y datos hacia y desde uno o varios lugares. En lugar de construir una serie de torres o antenas de transmisión y retransmisión para llegar a lugares de gran alcance, pues se emplearía una antena parabólica en una comunidad remota para que recoja las señales de radiodifusión enviadas desde un satélite, ubicado en el espacio.
La otra cara a la cual nos queremos referir es la contaminación masiva que ha dado lugar el lanzamiento de satélites, muchos ya en condiciones de chatarra, pues su vida útil no pasa de 10 años, y estamos hablando de millones de toneladas de basura, que permanecen allí, pareciera sin dolientes, pues si bien es cierto se habla del tema, no se toman medidas concretas. Para el despliegue de la infraestructura de comunicación satelital que procura alcanzar el 5G y luego en 10 años con el 6G, las empresas dedicadas a estos servicios han colocado y seguirán colocando sus satélites pésele a quien le pese.
La contaminación lumínica producida por las mega-constelaciones de satélites presenta una amenaza contra la astronomía. Las emisiones anormales de la luz reflejada por los satélites tiene preocupados a los astronautas y aficionados, por un lado y por el otro también interfieren con la capacidad de las aves migratorias, focas, y otras criaturas, para orientarse y navegar por la noche usando el cielo estrellado.
Con respecto a los satélites es mucho lo que se puede decir, pero empezaremos abordando las instituciones que están al frente y lo concerniente a su aspecto legal.
En primer orden señalamos la Oficina de la Organización de Naciones Unidas para Asuntos del Espacio Exterior (The United Nations Office for Outer Space Affairs) -UNOOSA-, en Viena. En Estados Unidos, se requerirá además autorizaciones de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), el equivalente aquí al INDOTEL, por el uso de las frecuencias, y de la Administración Federal de Aviación (FAA), para llevar a cabo el lanzamiento al espacio de un satélite.
UNOOSA es una organización de la Asamblea General de las Naciones Unidas encargada de las políticas relacionadas con el espacio exterior, actúa como un regulador del derecho espacial a nivel universal. Promueve la cooperación internacional en la utilización del espacio ultraterrestre con fines pacíficos, ya que está prohibido la colocación de armas nucleares o de destrucción masiva en la órbita de la tierra. Implementa el Programa de Aplicaciones Espaciales y mantiene un registro de objetos lanzados al espacio. También proporciona apoyo a las naciones en vías de desarrollo para que usen la tecnología espacial para fortalecer sus economías.
El primer paso importante de regulación fue la aprobación por la Asamblea General en 1963 de la Declaración de los principios jurídicos que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre.
En los años siguientes se elaboraron en la ONU cinco tratados generales multilaterales que incorporan y desarrollan conceptos contenidos en la referida Declaración de los principios jurídicos, de ellos, solo nos referiremos a tres, a saber:
- 1) El Tratado sobre los principios que deben regir las actividades de los Estados en la exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes. Entró en vigor el 10 de octubre de 1967. Está firmado y ratificado por nuestro país desde el 21 de noviembre de 1968.
El correcto enfoque de este Tratado debemos verlo como el marco jurídico básico del derecho internacional del espacio, siendo de referencia obligada.
Veamos sus dos primeros artículos:
“Artículo I La exploración y utilización del espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, deberán hacerse en provecho y en interés de todos los países, sea cual fuere su grado de desarrollo económico y científico, e incumben a toda la humanidad. El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, estará abierto para su exploración y utilización a todos los Estados sin discriminación alguna en condiciones de igualdad y en conformidad con el derecho internacional, y habrá libertad de acceso a todas las regiones de los cuerpos celestes. El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, estarán abiertos a la investigación científica, y los Estados facilitarán y fomentarán la cooperación internacional en dichas investigaciones.”
Artículo II El espacio ultraterrestre, incluso la Luna y otros cuerpos celestes, no podrá ser objeto de apropiación nacional por reivindicación de soberanía, uso u ocupación, ni de ninguna otra manera.”
El artículo 2 de nuestra Ley General de Telecomunicaciones Núm. 153-98, establece que la misma “[…] deberá ser interpretada de conformidad con los convenios internacionales ratificados por la República Dominicana y se complementará con los reglamentos dictados por las autoridades competentes”.
A la fecha no contamos con un reglamento para regular la política satelital nacional, solo lo concerniente a la autorización para la prestación del servicio portador satelital, como Inscripción en Registro Especial, dispuesto en el artículo 25 numeral 6, del Reglamento 036-19. Recuerdo que cuando fui funcionaria del INDOTEL, en mis inicios, de manera voluntaria me motivé y preparé un borrador de Reglamento Satelital, pero no pasó de ahí. Lo que si es que ya ha llegado el tiempo, más adelante explicaremos con más detalles.
En el plano internacional, y bajo los lineamientos de los tratados internacionales a los cuales los Estados se han comprometido, a cada Estado le corresponderá la regulación referente a los satélites, específicamente para ayudar a evitar la interferencia de radio e impedir posibles colisiones de los lanzamientos de satélites.
El espectro orbital es igualmente limitado, por lo que el INDOTEL ha de adoptar políticas y reglamentaciones que requieran su utilización eficiente.
- 2) El Convenio sobre la responsabilidad internacional por daños causados por objetos espaciales. Entró en vigor el 11 de septiembre de 1972. Este tratado amplía las reglas sobre responsabilidad creadas en el citado Tratado sobre el espacio ultraterrestre.
Como simple referencia, citaremos su artículo dos, pero en dicho Tratado quedan consignadas múltiples variables de responsabilidad a cargo de los Estados.
“Un Estado de lanzamiento tendrá responsabilidad absoluta y responderá de los daños causados por un objeto espacial suyo en la superficie de la Tierra o a las aeronaves en vuelo.”, y
- 3) El Acuerdo que debe regir las actividades de los Estados en la Luna y otros cuerpos celestes. Entró en vigor el 11 de julio de 1984. A éste tratado se le conoce como el Tratado de la Luna.
El Tratado de la Luna, como dato curioso hasta ahora solo ha sido firmado por 17 Estados, dentro de los cuales no figuran las grandes potencias que han desarrollado misiones a la Luna. En cambio, países latinos, Uruguay, México, Perú, Venezuela, y Chile, lo han firmado y ratificado.
Con Estados Unidos, este tema amerita un párrafo aparte, y es que ha sido enfático en su desacuerdo con dicho Tratado, y ha dado “un paso adelante”, durante el gobierno del ex presidente Donald Trump, en abril de 2020, en el cual firmó una orden ejecutiva que establece “el comienzo de la explotación de los recursos naturales de la Luna que comenzarán a ser extraídos por Estados Unidos, en un primer movimiento hacia la minería fuera del planeta Tierra.” “…ordena al secretario de Estado prohibir “cualquier intento, por parte de cualquier otro Estado u organización internacional, de considerar el Tratado de la Luna como un reflejo o expresión del derecho internacional consuetudinario”.
Tratado de la Luna, prohíbe explícitamente a cualquier estado reclamar los recursos celestes como la luna, el sol, o un planeta, ya que todo ello es patrimonio común de la humanidad. Lo ha dejado bien claro, no sea cosa de que el espacio quiera ser “colonizado”, o bien explotado con fines particulares, como lo ha avanzado Estados Unidos. Uno se ríe, …pero ya no es una idea absurda, y muy por el contrario, es lo próximo, y no por lo que días atrás vimos jocosamente en las redes, que la española María Ángeles Durán, se proclamó como la dueña del sol, en el año 2010, y su historia se ha difundido en los últimos días debido a su plan de cobrarle impuestos a todo aquel que use la energía solar.
Visto todo lo anterior, ahora es más cómodo hablar de satélites propiamente.
Los satélites pueden ser propiedad de organizaciones, empresas, Estados y personas particulares. (De momento, el tratado del Espacio de 1967, no contiene ninguna cláusula sobre el lanzamiento de satélites por actores privados, lo que es un tema pendiente). De acuerdo al referido Tratado de Espacio Exterior, cada país tiene algún tipo de control reglamentario para los lanzamientos de satélites, específicamente para ayudar a evitar la interferencia de radio e impedir posibles colisiones.
Según información suministrada en la página Web de UNOOSA, en el portal Online Index of Objects Launched into Outer Space (Índice de objetos lanzados al Espacio Exterior), en lo que va de este año 2022, han sido lanzados 137 satélites. En el filtro por países, Estados Unidos lleva la delantera con 5,679 satélites, seguido de Rusia con 3,614. China con 728. Me sorprendió la cantidad de países latinos con satélites en órbita espacial, Argentina con 17, lo mismo que México, Brasil con 37, Chile con 4, lo mismo que Perú. Venezuela con 3, Ecuador con 2, Costa Rica y Guatemala con 1. El informe general indica que hay 8,336 satélites orbitando. Pero muchos no están activos, ya sea porque están dañados, o sean obsoletos, convirtiéndose en chatarra espacial.
Como organizaciones citamos nombre conocidos, INTELSAT, EUTELSAT, INMARSAT, Empresas norteamericanas, VIASAT, SPACEX, AMAZON, empresas de internet satelital, citamos la compañía británica ONEWEB; la canadiense TELESAT.
SPACEX es propiedad del millonario estadounidense Elon Musk, fundador de la compañía espacial y líder del despliegue de la web satelital, quien puso ya en órbita con este fin, 1300 satélites de los 1400 que se informa tiene en proyecto, para crear la red Starlink. Esta empresa, SPACEX se dedica también a desarrollar y producir lanzaderas espaciales, sería la guagua (bus) para darse una vuelta al espacio, y si lo deseas, te venden el “bus” también. Por su parte, el fundador de AMAZON, Jeff Bezos, tiene un proyecto similar llamado KUIPER.
La República Dominicana está en condiciones de aprovechar los beneficios del espacio, y en vez de contratar los servicios de empresas satelitales extranjeras para múltiples necesidades, debe disponerse a lanzar su propio artefacto, que de entrada recomendaríamos un satélite de observación por microondas para monitorear zonas de riesgo de inundaciones, de huracanes, para emitir alertas a tiempo, detectar suelos muy secos para evitar incendios, obtener información meteorológica en cualquier condición climática, de día o noche. Esto puede ser posible mediante la disposición del gobierno de manera independiente, o mediante alianza pública privada, o bien de manera compartida con otro país, o unión de países como pudiera los del área del Caribe, que atravesamos las mismas dificultades en la temporada ciclónica.
Es tiempo de contar con telefonía satelital para mantener la comunicación ante catástrofes, y no depender necesariamente de los equipos de comunicación de los radioaficionados. También debemos verlo como una necesidad, en cuanto a la seguridad nacional en las comunicaciones, ya sea del Presidente o sus homólogos que nos visiten, o en situaciones complejas. Es una herramienta útil para el manejo de casos que involucre criminalidad organizada.
Finalmente, ¿A qué aspiramos?
- El espacio ultratrerrestre nos pertenece a todos, pero un solo grupo está sacando riquezas inimaginables y no estamos haciendo ningún reclamo.
- Los que contaminan, que paguen por ello. No nos conformamos con que tendremos conexión en tiempo real, sin mediar soluciones para la protección medioambientales. No celebremos tanto el 5G, que ya no somos indios.
- Que RD procure contar con su propio satélite, ha llegado el tiempo, ya sea de manera particular o compartido. Miremos al espacio, y como no es fácil ser parte de la solución, pues seamos entonces parte del problema, en lo que llega el orden necesario para la salud planetaria.
- Que el INDOTEL, pueda disponer de un reglamento para servicios satelitales, pues cualquier empresa, persona particular puede y tiene el derecho a hacer uso del espacio, y se amerita la regulación nacional.
- Estemos atentos a la Luna, que las potencias ya apuntan a quererse apropiar de ella.
La autora es presidente Fundadora del Instituto de Derechos Humanos y Capacitación Política, Inc. (IDEHCAP).