En su último período presidencial, trabajando para enrumbar al país por los senderos de la decencia en la administración pública, el fortalecimiento institucional, la mejoría en la educación, seguridad ciudadana, electricidad, alimentación y las condiciones de vida de los más pobres, el presidente Abinader tiene varias ventajas entre las que se destaca, la libertad de actuar sin ataduras o compromisos con personas o sectores que solo buscan sus beneficios personales o grupales.
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Además, cuando salga del poder puede volver a dedicarse a sus labores en el sector privado rechazando hasta engancharse a la privilegiada nómina de la entelequia política denominada Parlacén, contrario a sus antecesores Leonel Fernández y Danilo Medina, por lo que su retiro pudiera ser tan honorable como hubiese deseado su finado padre Rafael Abinader, quien fue ejemplo de eficiencia y pulcritud en el manejo de los fondos públicos.
Puede dejar fuera de la administración pública a quienes entiende no llenaron las expectativas en los cargos que ocuparon en su primer gobierno y cancelar a los nuevos funcionarios que no se ajusten a las normas éticas requeridas para el correcto desempeño de sus funciones. Esa es su potestad y confiamos en que la ejercerá para bien del país, su partido y su imagen personal.