Pasó apenas un mes desde que el expresidente Leonel Fernández publicó que “En lo que va de 2024 se han otorgado más de 400 mil visas de turista a ciudadanos haitianos, a pesar de que los consulados dominicanos en Haití supuestamente están cerrados”.
Dos días después el canciller Roberto Álvarez desmintió esa especie, aclarando que tras el cierre de la frontera los consulados dominicanos en Haití han permanecido cerrados, y que desde entonces “solo han emitido 102 visas para comercio humanitario, y otras 25 visas emitidas por la Cancillería para diplomáticos haitianos, sus familiares y dos estudiantes”.
Es decir, que RD apenas ha concedido 127 visas que de ninguna manera pueden ser confundidas con las 400 mil de que habló Leonel.
Ahora Leonel “denuncia” a través de su Fuerza del Pueblo (en la que no se mueve una brizna de yerba sin su determinación) que RD cedió parte de su territorio soberano en un acuerdo de límites marítimos que hizo con los Países Bajos, el cual fue refrendado por el Tribunal Constitucional y ahora lo será por el Congreso Nacional.
El mismo canciller Roberto Álvarez, personalidad que se caracteriza por su integridad ciudadana, vuelve a desmentir al leonelismo y documenta que en vez de perder, el país ganó 11 millas marítimas con ese acuerdo.
Esas dos denuncias son de similar factura a la hecha por Leonel y su partido días antes de las elecciones municipales de febrero 2023, cuando declararon que el gobierno había entrado por el aeropuerto del Higüero a jackers alemanes para hacer fraude en los procesos electorales que se efectuarían en este año.
Nunca fue probada esa otra mentira y las elecciones municipales, congresuales y presidenciales fueron las más limpias de la historia nacional, prueba de lo cual es que no se presentó impugnación alguna en ninguno de los 18 mil 292 colegios electorales.
¿Por qué esas espectaculares falsedades sobre dos temas tan sensibles como la soberanía nacional, en los primeros dos casos, y la pulcritud en las primeras elecciones nacionales, sentando una precedente en institucionalidad democrática?
¿Es porque Leonel ha devenido en un mentiroso impulsivo, un cuadro patológico, que no puede contenerse en tratar de sustituir la realidad por sus deseos, como explicaba Bosch que es típico del pequeño burgués dominicano procedente de bajos estratos?
¿Es que un político de su dilatado recorrido no logra ver que en la era de Google cuando las mentiras quedan desnudadas por la realidad de los hechos la falsedad se devuelve contra quien las emite?
¿Es acaso que en la era del post-conocimiento Leonel no logra advertir que las mentiras tan desmontables devienen en ejercicios de mala política, y que la gente -sobre todo los jóvenes- la cobran con creces?
Las razones que pueda tener Leonel para embarcarse él y su grupo y coro mediático en la faena de mentir sobre temas tan importantes no es sólo de su interés personal y político.
En un mundo tan azotado por incertidumbres de todo tipo, campañas tan negativas como las que conforman sus falsedades dañan a todos.
Leonel rompe lanzas contra el PRM, su gobierno y liderazgo máximo, pero ocurre que con las falsas denuncias que difunden él y soy coro mediático erosionan también la psique colectiva, que debe ser inspirada hacia las grandes causas nacionales y no bombardeada por su catastrofismo.
Ojalá que la forma en que ha fracasado con las tres mentiras citadas lleve a Leonel a reflexionar sobre la errática estrategia goebbeliana de mentir para que algo quede.
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