Los asilados en la embajada de Argentina contaron su historia

Los asilados en la embajada de Argentina contaron su historia

En el mes de junio de 1960, la dictadura continuó con un proceso de amnistías que evidenció aún más sus debilidades. Los días 6 y 16 de ese mes, las primeras planas del periódico El Caribe precisaron la liberación de más de 400 y 530 personas, respectivamente, entre los que se encontraban cerca de dos centenares de militantes catorcistas y de otras fuerzas políticas acusados de “conspirar contra la seguridad del Estado y el resto por delitos comunes”. Entre los prisioneros liberados se encontraban Carlos Sully Martínez Bonnelly, Amiro Pérez Mera, Rafael Villalón Campos y Miguel Feris.

El 5 de junio llegó al país, desde Cuba, una comitiva del Movimiento Popular Dominicano, encabezada por Máximo López Molina y Andrés Ramos Peguero, quienes señalaron que los dominicanos tenían “el derecho de arreglar nuestros asuntos como personas civilizadas”.

Mientras esto ocurría en Santo Domingo, el 24 de junio, a las 9:23 de la mañana, en Caracas, Venezuela, una fuerte explosión, producto de la detonación “una carga de dinamita colocada en un automóvil estacionado en la acera frente al Colegio Médico de Venezuela…, en el momento en que el vehículo del presidente de la República se acercaba a menos de un metro de distancia.

Puede leer: ¡Ramón Oviedo: 100 años! ¡Obras selectas de selección Báez-Tavárez!

El presidente Rómulo Betancourt resultó herido y sufrió quemaduras en manos y cara, pero su estado no es grave” (El Caribe, 25 de junio de 1960).

Dos días después, el presidente venezolano Rómulo Betancourt presentaba protesta ante la Organización de Estados Americanos (OEA) por la participación dominicana en el atentado contra su vida.

El tema siguió moviéndose durante todo el mes de julio, el cual concluyó con la visita de la Comisión de la OEA que investigaba el intento de magnicidio, y la resolución del Consejo que decidió por unanimidad celebrar dos conferencias de Ministros de Relaciones Exteriores Americanos en San José, Costa Rica, previstas para iniciarse a partir del 16 de agosto.

A mediados de julio fueron liberados más de 55 catorcistas que fueron condenados por “atentar contra la seguridad del Estado”, entre los que se encontraban Rafael “Pipe” Faxas, René del Risco Bermúdez, Rafael Casado Soler, Rafael F. Bonnelly Batlle y Wascar Castillo Arbona.

Dos semanas más tarde, el 31 de julio, “un grupo de 18 personas se introdujo en la embajada de México en busca de asilo político”.

A estos golpes que se iban sumando, se agrega la “renuncia irrevocable” que con fecha del 3 de agosto envió a la Asamblea Nacional el presidente títere de la República, Héctor Bienvenido Trujillo Molina, quien argumentó problemas de salud. El doctor Joaquín Balaguer, en su condición de vicepresidente, asumió la jefatura del Estado, en cuyo discurso de juramentación expresó: “la patria nueva debe permanecer mientras permanezca Trujillo y debe seguir subsistiendo después de Trujillo y a pesar de Trujillo”.

Es en este contexto que se produce la excarcelación de las mujeres que estaban en La Victoria, el 9 de agosto de 1960. Sina Cabral llegó ese mismo día a Salcedo, y rápidamente hizo contactos con su compañera Altagracia Gil, quien a su vez la conectó con Yolanda Bloise de Brito, René Sánchez Córdoba y Rubén Echevarría a fin de buscar una embajada para asilarse.

Las razones que la motivaban a tomar el camino del exilio estaban vinculadas al deseo de escapar de la persecución que sufría, por su participación en el movimiento clandestino.

Sina seguía el trayecto recorrido por otros opositores políticos, intelectuales y especialmente estudiantes que temían por su seguridad debido a sus posiciones frente al régimen de Trujillo.

Cuenta Sina que para tales fines, Salvador Sturla contactó al primer secretario de la embajada de México para que la recibieran como asilada política. Esa misma noche del 10 de agosto, comunicó la decisión a sus padres “asegurándoles que estaría segura, aunque no era cierto”. Con su madre, burlando la vigilancia montada por el Servicio de Inteligencia Militar -SIM-, viajó a Santo Domingo hacia la residencia de Yolanda Bloise, donde la esperaban otros compañeros. Por motivos de seguridad, prefirieron la embajada de Argentina. Una vez adentro, en una intrépida acción, el embajador don Enrique Escobar Cuello le explicó que “si se producía la ruptura de relaciones diplomáticas, nosotros quedaríamos desprotegidos”. No obstante, vale decir que el embajador se comprometió a no abandonarlos, ya que comprendía bien la situación.

En un artículo publicado en la Revista Clío, Sina narró que un día escucharon “voces alteradas de personas… era el grupo de los Valera Benítez, Hugo Toyos y su esposa Queyita Santos, en busca de protección diplomática”. Cuenta Fefe Valera, en la presentación de la segunda edición del libro Complot Develado, que su hazaña tuvo como telón de fondo un momento en el que vio el “retiro de los esbirros del SIM de las sedes diplomáticas”, coyuntura que visualizó como “una puerta y tenía que aprovecharla”. En su relato señala que “a las seis de la tarde penetramos en la residencia del embajador argentino con uno de mis hermanos al volante de su coche, el cual irrumpió a gran velocidad después de dar un violento viraje”. Agregó que su asilamiento se produjo “acompañado de mis cinco hermanos y cuatro amigos, penetré en la residencia del doctor Enrique Escobar Cello, embajador de la Argentina”.

Poco después, recuerda Sina, “llegó José Frank Tapia, después de sufrir un vía crucis de irresponsabilidad, luego Evangelina Leroux”. A través del transporte suministrado por la embajada argentina, el grupo fue escoltado hasta la Cancillería, donde recibieron sus pasaportes visados. El 26 de agosto, los trasladaron desde la legación diplomática hasta el aeropuerto de Punta Caucedo, bajo la supervisión y vigilancia del señor Sierra, primer secretario de la embajada, quien tenía instrucciones de no separarse del grupo hasta que se montaran en el avión. Con destino hacia Buenos Aires, despegaron haciendo escalas en las terminales áreas de Trinidad, Belem, Sao Paulo, Río de Janeiro y Montevideo, para finalmente llegar el día 27. Allí fueron recibidos por sus compañeros, junto a los cuales renovarían los esfuerzos para lograr la caída de la dictadura, tal como veremos en la próxima entrega de esta serie.

Dr. Amaurys Pérez
Sociólogo e historiador UASD/PUCMM