Una continua insatisfacción en muchos pobladores de la isla los mueve a emigrar hacia otros lados del mundo en busca de mejores condiciones de vida
Los dominicanos y un número creciente de extranjeros que ignoran regulaciones y desafían la furia de la naturaleza, partiendo de esta tierra en frágiles embarcaciones, dan pie a un problema social con repercusiones de orden público que se suma, como la otra cara de la misma moneda, al mal que generan localmente los inmigrantes haitianos en muchos casos traídos por un tráfico delictivo que se acentúa con la crisis del vecino Estado.
República Dominicana es un país sometido a presiones internas y externas que la clasifican por igual como origen que como destino de flujos de viajeros que salen de sus patrias por rutas clandestinas en busca de quimeras que solo puede materializar, en alguna medida, una parte de los desarraigados.
Para los demás queda la posibilidad de ir a parar a fuentes de ingresos irrisorios, encarcelamientos y deportaciones y en el peor de los casos, morir bajo las olas de un mar exigente y adverso a las navegaciones defectuosas.
Un número de emigrantes dominicanos que trasciende y se hace sentir superando su estatus marginal logra inserciones laborales en otras latitudes, en una escala que va desde simples asalariados hasta triunfadores en ámbitos académicos, empresas de grandes capitales, organismos multilaterales y hasta alcanzando altos puestos gubernamentales en Puerto Rico y en la potencia mundial que es Estados Unidos.
Es el caso de una brillante dominicana, educada en la propia Norteamérica que fue designada meses atrás por el presidente Joe Biden como asesora en el Departamento de Estado «para los asuntos del hemisferio occidental». Pocos extranjeros han llegado tan lejos fuera de su país de procedencia.
LO BUENO, LO MALO
La economía dominicana debe mucho de su notables alcances como ámbito clave a las remesas que provienen de diferentes asentamientos de comunidades desprendidas de esta media isla, con Norteamérica como principal espacio que nutre de ingresos a connacionales que comparten con su lugar de origen el logro de su trabajo.
Sus remesas no paran de crecer y las cifras del Banco Central computan hasta octubre un incremento interanual de los envíos de 38.6%. a seguir en esa tendencia.
No todo es de éxito personal o de plenitudes para pacíficos conglomerados criollos en los destinos a que llegan desde el lar nativo, viéndose el significativo número de dominicanos que semanalmente son amarrados a sillones de avión para atravesar el océano de regreso a sus orígenes tras haber cumplido condenas en cárceles norteamericanas convictos de delitos con mayor proporción por participar en narcotráfico.
Hasta hace poco, y en lo que iba del año 2021, las inflexibles autoridades de inmigración norteamericanas habían repatriado tras cumplir condenas a 872 nacionales y en el 2020 la cifra de los devueltos forzosamente fue de 1,419.
Otros, que tampoco resultan pocos, se apretujan en guetos de urbes del primer mundo donde viven por debajo de la línea de pobreza con precarios desempeños laborales de la informalidad y al servicio de empleadores que aprovechan su marginación para tratamientos de explotación.
Entre 2018 y 2019, los dominicanos situados en la categoría de inmigrantes no autorizados representaban el 2%, unas decenas de miles, de todos los extranjeros asentados irregularmente en el territorio estadounidense, donde se cuentan por millones.
El hecho de que muchos viajaron con visas que no les permiten residir o proceden de las yolas, los lleva a establecerse en áreas urbanas periféricas para pasar desapercibidos y las encuestas del Instituto de Políticas de Migración que establecen porcentajes podrían estarse quedando cortas.
El estudio titulado «La emigración dominicana en el mundo», divulgado por la Organización de las Nacionales Unidas, indica que la mayoría de los dominicanos residentes en el exterior ha preferido las regiones de mayor desarrollo a nivel mundial (92.8%).
Doce mil jóvenes y adultos dominicanos en categoría de indocumentados en Norteamérica, eran elegibles el año pasado para el programa de Acción Diferida para los llegados en la infancia, DACA, según hace constar el MPI, Instituto de Políticas Migratorias de Estados Unidos.
Sin embargo, solo 1,900 de ellos logró el tratamiento preferencial del DACA, constituyendo una pequeña porción de los 634,400 beneficiarios del programa cuya ejecución torpedeó continuamente la administración de Donald Trump, lo que pudo haber influido discriminatoriamente contra negros y mulatos procedentes de la isla Hispaniola.
CLANDESTINIDAD INCONTENIBLE
En su empeño por frenar los viajes sin documentación, que para nada aplican las autoridades haitianas sobre sus súbditos, la Armada Dominicana reportó la persecución contra los organizadores y en este año más de mil personas habían sido apresadas en el momento de irse a la mar rumbo a Puerto Rico. Otras, con mejor suerte, llegan ilesos a playas boricuas y hasta son auxiliados espontáneamente y en privado por ciudadanos de áreas del Estado Libre Asociado.
En sus operaciones no solo somete a prisión a dominicanos. «Cientos de haitianos, cubanos, colombianos, venezolanos, brasileños y de otras nacionalidades han intentado utilizar el país como puente hacia Puerto Rico». Así lo expresó una nota oficial de la institución castrense.
Dijo también haber golpeado fuertemente a los «capitanes» de pequeños navíos artesanales y prohibidos que en ocasiones van al fondo del trecho acuático entre República Dominicana y Puerto Rico, quedando sin vida muchos de los pasajeros a los que cobraron altas sumas de dinero, pero sobreviviendo ellos a los percances.
La Armada se atribuye haber desmantelado en este año a once asociaciones de malhechores que se movían por el mar, «apresando a la mayoría de los cabecillas».
Pero, una consulta a los registros de acciones condignas de la justicia en respaldo a los esfuerzos de la Marina solo halló, en tiempos recientes, que en San Pedro de Macorís se produjo hace solo dos años, la primera y única condena por tráfico ilícito de migrantes en esa jurisdicción cercana a los puntos de partida de las embarcaciones furtivas.
El Ministerio Público logró condenas a quince años de prisión por el tribunal colegiado de la provincia para dos hombres hallados culpables de planificar y llevar a cabo travesías violatorias de la ley por el Canal de la Mona transportando migrantes.
Una cosa es la ley y otra es que la apliquen a cabalidad
Cuando un país está patas arriba, muchos se sienten motivados a correr
Ingreso de haitianos
El flujo de migrantes desde el oeste de la isla ha cobrado en este año su más preocupante dimensión, obligando al Estado a multiplicar los gastos en vigilancia, detenciones y repatriaciones aunque por lo que dicen senadores de provincias fronterizas, los controles siguen siendo débiles y los haitianos no paran de poblar este territorio, el mayor blanco de sus desbandadas y pobreza de solemnidad.
Contrarrestar la infiltración, incluso con negaciones de asistencia de salud a extranjeros ilegales que no sean de emergencia, incluyendo parturientas, es utilizado para poner en entredicho al gobierno dominicano, objeto de denuncias desde organismos como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), cuyas acusaciones de maltratos han sido rechazadas de plano por la Cancillería.
Antier el número de haitianas repatriadas últimamente alcanzó la cifra de 3,411, al incluir 13 más apresadas después de la protesta de la CIDH.
La quiebra de autoridad en un país que luce gobernado por bandas que secuestran y matan, ha alejado la posibilidad de que ambos estados de la isla ejerzan suficiente dominio sobre cruces fronterizos.
A pesar de un memorando de entendimiento para controles binacionales firmado antes, la migración sigue sin freno y las cifras de apresamientos superan las de repatriaciones. En virtud del acuerdo, Haití se comprometía a «establecer puestos de control migratorio a lo largo de la frontera» a lo que no se ha ceñido en ningún momento y menos cuando queda a merced de civiles armados.
Hace dos años, y antes de que los partos de haitianas pasaran a consumir un elevado porcentaje del presupuesto nacional, el total de hijos de haitianos dados a luz en el sistema de salud estatal dominicano llegó a 123,950, representando el 15.66% de la totalidad de los nacimientos a nivel nacional.
Hoy en las más concurridas maternidades y en hospitales generales de distintos puntos del país la proporción de atenciones ginecobstetras a extranjeras se equipara o supera las proporcionadas a madres dominicanas.
Como manos de obra, los haitianos tienen presencia numerosa en ámbitos de siembra y recolección, como arroz y café, en el corte de caña, turismo y construcción, incluyendo las áreas de ingenierías más exigentes. De sus brazos nacen las más altas y lujosas torres de Santo Domingo, en cuyo levantamiento son escasos los dominicanos.
AHORA ES QUE FALTA
Las encuestas de más crédito sobre inmigración y desempeños laborales en el país llevan a saber que la República Dominicana vive un proceso de generación de empleos que, en cálculo conservador que no toma en cuenta la recuperación pospandémica de la economía, serían ocupados mayormente por haitianos.
Más de siete mil de esos migrantes llegarían cada año, con paso libre hasta ahora, a actividades en campos y ciudades, según estimaciones del Instituto Nacional de Migración que fija conclusiones con ayuda de la Organización Internacional del Trabajo.
Las proyecciones de estos estudios vaticinan que dentro de dos años, la presencia de trabajadores haitianos en el territorio nacional sería de 363,130 sin establecer diferencias entre residentes formales e indocumentados.
Tampoco se puede afirmar categóricamente que los sondeos demográficos logran detectar a los muchos nacidos en el vecino país, mujeres y hombres, que se ganan la vida de este lado practicando copiosamente el comercio informal, ejerciendo vigilancia en numerosos edificios residenciales y en quehaceres domésticos.
Para muchos observadores, sensibles y preocupados porque el país cobije a esos extranjeros, aquí ha pasado a residir un número de haitianos mayor al que suelen reconocer las autoridades, las que en buena medida contribuyen a la vulnerabilidad fronteriza.
En esta semana fue apresado en el país un haitiano transfronterizo que cargaba 94 pasaportes de sus connacionales y una alta suma de dólares, ahora investigado por la posibilidad de que constituya un eslabón que conduzca a la raíz de lo que ya se ha denunciado antes: la expedición de visas en Haití que enriquece a quienes las expiden al granel.