Los tres errores de Ezequiel Molina

Los tres errores de Ezequiel Molina

Millizen Uribe, articulista

Ezequiel Molina, líder de la comunidad evangélica en República Dominicana, volvió a demostrar su capacidad de movilización este 1 de enero, reuniendo a miles de personas en la Batalla de la Fe. Este evento, emblemático en el ámbito cristiano, refleja el alcance de su mensaje y la fidelidad de sus seguidores.

No obstante, resulta preocupante que este espacio haya servido para perpetuar prejuicios que refuerzan estereotipos, base de discriminaciones y violencias de género. Ezequiel Molina cometió allí al menos tres errores. El primero fue afirmar que “detrás de cada mujer exitosa en los negocios y las empresas posiblemente hay un hogar descuidado”. Esto implica que el hogar es un espacio exclusivamente femenino, noción arcaica que ha limitado el desarrollo de generaciones enteras de mujeres.

Y es que reducir las mujeres al ámbito doméstico significó también la negación de derechos que se materializaban en lo público: educación, participación política, derecho al voto y a la propiedad, libertad de expresión y pensamiento, etc. A lo largo de la historia, las mujeres han luchado contra estas imposiciones. Un ejemplo emblemático es el de Olympe de Gouges, quien en 1791 publicó la Declaración de Derechos de las Mujeres y las Ciudadanas, reclamando igualdad en todos los ámbitos. Otro caso es el de Mary Wollstonecraft, cuya obra La Vindicación de los Derechos de la Mujer argumentó brillantemente contra la exclusión de las mujeres de los derechos políticos y sociales.

Ezequiel Molina se lleva de lado todo esto y su segundo error radica en la percepción de que el éxito de un hogar depende exclusivamente de las mujeres. Si bien es cierto que las familias son fundamentales para la sociedad, es un grave error delegar en un solo género su funcionamiento. El cuidado de los hijos, las tareas domésticas y la construcción de un hogar saludable deben ser labor compartida entre hombres y mujeres.

En muchas culturas se ha asumido que el rol del hombre es únicamente proveer, pero esta visión es machista, obsoleta y perjudicial. Diversos estudios científicos demuestran que cuando los hombres participan activamente en las labores del hogar y la crianza, las familias son más felices y equilibradas. La corresponsabilidad alivia la carga sobre las mujeres y fortalece los lazos familiares.

Asimismo, el Estado tiene un papel crucial en esta ecuación. Las políticas públicas deben facilitar la equidad en el hogar. Por ejemplo, en países como Suecia, las licencias parentales incluyen tanto a hombres como a mujeres, permitiendo que ambos participen activamente en la crianza. Las estancias infantiles, las políticas de cuidado y las jornadas laborales flexibles también son herramientas para que las familias puedan desarrollarse plenamente sin sacrificar el bienestar de ninguno de sus miembros. Esto deben hacerlo Estado y sector privado.

El tercer error de Molina fue considerar negativo que las mujeres participen en la vida pública. Al insinuar que las mujeres deben restringirse al ámbito doméstico, no solo desvaloriza sus aportes, sino que desconoce el impacto social positivo de que ellas ocupen roles de liderazgo.

Durante la pandemia de Covid-19 quedó demostrado que las naciones lideradas por mujeres obtuvieron mejores resultados. Jacinda Ardern en Nueva Zelanda y Angela Merkel en Alemania son una prueba de que la diversidad en los espacios de decisión es fundamental para enfrentar los desafíos del mundo actual. ¿En cuántos otros temas el liderazgo femenino podría marcar la diferencia? ¿Cuántos problemas podrían encontrar soluciones si las mujeres tuvieran mayor participación política, económica y social?

Para ser mejor, el mundo no necesita retroceder a tiempos en los que la mitad de la población vivía subordinada. Necesitamos avanzar hacia un futuro donde la equidad sea la norma y no la excepción. Esto implica replantear las estructuras sociales, económicas, culturales y hasta religiosas que perpetúan la desigualdad, y también exige que líderes como Ezequiel Molina asuman un rol más responsable en su discurso. Las palabras tienen poder, y quienes gozan de una plataforma pública deben usarlas para unir, no para dividir.

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Millizen Uribe

Millizen Uribe

Periodista. Editora del Periódico HOY Digital

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