Luna bandera roja motiva expulsión de líderes estudiantiles

Luna bandera roja motiva expulsión de líderes estudiantiles

La mañana del lunes 22 de mayo de 1967, de modo inaudito flotaba airosa una bandera roja sobre el techo de la Facultad de Ingeniería y Arquitectura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), que mostraba un colorido sombrío y apariencia ligeramente distinta a la enseña particular del partido oficialista.

La diferencia real con la entidad política que lideraba el presidente Joaquín Balaguer estaba en que el Partido Reformista tenía en su emblema un gallo colorado de lidia, en pose de cantor, encima de su lema: “Ni injusticias ni privilegios”; y lo que se apreciaba en cambio, en aquel extraño pabellón, era un símbolo propio del socialismo marxista: la hoz enlazada al martillo, que se había erigido en escudo de la Unión Soviética desde su creación en octubre de 1917.

Decenas de transeúntes y pasajeros observaron asombrados aquella extraña bandera vibrando excitada por el viento que soplaba sobre la azotea de aquella unidad académica. Era gente que provenía de distintos barrios de Santo Domingo y pasaba por allí porque estaba obligada a recorrer el tramo de la calle Juan Sánchez Ramírez, entre las avenidas Máximo Gómez y Alma Máter, en su trayecto diario hacia la zona universitaria y el Centro de los Héroes, sede de la mayoría de las oficinas públicas y muchas empresas privadas instaladas en diferentes sitios de la extensa carretera Sánchez.

A esa gente le causaba pavor la visión sobrecogedora de aquella insignia foránea, pues deducía con justa razón que daba motivo para que los enemigos de la UASD fraguaran alterar su paz interior y violar su autonomía y fuero, que eran una conquista sangrienta obtenida tras la promulgación de la Ley 5778 del 31 de diciembre de 1961.

Desde hacía algún tiempo era ostensible la animadversión del sector oficial hacia la alta casa de estudios, percibida como una respuesta a la resolución que suspendió de manera provisional la condición de catedrático de la Escuela de Derecho que durante varios lustros mantuvo el doctor Balaguer.

Dicha resolución era la número cuatro tomada por el Consejo Universitario el 10 de enero de 1962 y uno de los primeros actos del proceso de destrujillización del cuerpo profesoral de la academia que se intensificó con el Movimiento Renovador, luego de la Guerra de Abril de 1965, para transformar la universidad en una institución democrática, crítica y popular.

La colocación de aquella bandera roja en el área universitaria era una precipitada decisión de la Juventud Comunista, un grupo de reciente formación que encomendó izarla a dos de sus militantes más aguerridos: Justo Bienvenido de la Altagracia Giró Alcántara, un estudiante de Derecho (hijo del conocido poeta modernista Valentín Giró Román, puertorriqueño nacionalizado dominicano y de la profesora Minerva Alcántara, del municipio de El Cercado) y Melvin Mackenly Mathew Beaumont, antiguo militante de la Unión de Estudiantes Revolucionarios (UER) y alumno de la Escuela de Comunicación Social.

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Ambos carecían de la madurez necesaria para eludir el encargo a todas luces imprudente y arriesgado, y de la conciencia política para comprender que ni siquiera el Ejército Rojo de Mao TseTung, cuando culminó su “larga marcha” triunfal que lo llevó al poder en 1949, se atrevió a hacer algo semejante. El Gran Timonel se inclinó por declarar el Estado Socialista en el inmenso territorio de China y por la opción patriótica de que esa nación luciera su propio estandarte, con un color rojo abundante y un destacado amarillo con sus cinco estrellas refulgentes representando a las cuatro clases sociales que intervinieron en la revolución: la obrera, la campesina, la pequeña burguesía urbana y la burguesía nacional.

Así fue como el combatiente revolucionario expresó su absoluto respeto a las tradiciones y dinastías imperiales de China, lo mismo que al nombre del río en cuyo contorno se formó su civilización. Por tanto, el izamiento de aquella bandera dentro de la UASD no ayudó al propósito de la Juventud Comunista de acrecentar su simpatía y obtener una buena votación en los comicios a efectuarse al día siguiente para elegir los delegados a los organismos de cogobierno y el Comité Ejecutivo de la Federación de Estudiantes Dominicanos (FED).

La JC y su polémica con otras entidades de izquierda

La Juventud Comunista había surgido de una escisión en el grupo Fragua, derivada de la fragmentación continua que experimentó el Movimiento Revolucionario 14 de Junio después de la Guerra Civil de 1965, así como de un desgajamiento menor que se produjo en el seno del Movimiento Popular Dominicano (MPD) con la salida de importantes cuadros ideológicos. Esta nueva organización estudiantil tenía entre sus fundadores al presidente de la FED, bachiller Alexis Licairac Díaz, de origen catorcista, quien estaba concluyendo sus estudios universitarios y su período de dirigente estudiantil, sucesor de Amín Abel Hasbún.

Por esa realidad los ideólogos de la Juventud Comunista preparaban de prisa el relevo de Licairac que recayó en el estudiante Salvador Uribe Montás, quien cursaba estudios en la Escuela de Medicina y comenzaba a liderar a una parte de los jóvenes socialistas que sustentaban el pensamiento maoísta. Este muchacho de San Cristóbal sobresalía dentro del perímetro universitario por su temperamento psicorrígido y el uso inmoderado de un vocablo despreciativo que se esmeraba en mostrar en sus contradicciones continuas con el dirigente catorcista y principal orientador del grupo Fragua, José Ernesto Oviedo Landestoy.

Sin embargo, con sus gestos escénicos impresionantes y su dominio increíble de la fina ironía, el muy conocido Gordo Oviedo lograba con frecuencia y suma facilidad desquiciar las exposiciones teóricas del joven líder sancristobalense y encender la pasión de los seguidores de ambos durante las maratónicas discusiones que se efectuaban en las explanadas de las facultades de Ingeniería y Arquitectura y de Medicina, donde Uribe Montás se aferraba al uso de un verbo aguerrido y contestatario, al que incorporaba las famosas cinco tesis filosóficas de Mao sobre las contradicciones en el seno del pueblo y sus citas contenidas en el llamado libro rojo.

En estas controversias prevalecía sin dudas la superioridad teórica de su adversario, no obstante el líder juvenil sentir casi siempre en su alrededor el aliento devoto de los activistas de su organización; entre los que destacaba la presencia de un muchacho fortachón llamado Marcelino Corporán junto a una hermana del profesor Marcelo Jorge, el sobresaliente ingeniero civil que administraba la antigua Corporación Dominicana de Electricidad.

Los miembros de la Juventud Comunista eran apasionados exponentes de la ideología marxista y del pensamiento maoísta, y apoyaban a Uribe Montás en la fervorosa defensa de su doctrina política, en sus actos beligerantes y en los agravios que utilizaba para humillar y empequeñecer a sus adversarios. Algunos poseían una clara formación ideológica y cultural, que les ayudaba a imponer sus puntos de vista en los debates en los pasillos; en los que predominaba su inconfundible estilo grupal de amedrentar al contrario con el uso recurrente de una serie de adjetivos hirientes y mortificantes que los revelaba como genuinos francotiradores de la palabra.

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En esos actos aparecía cotidianamente la joven Elsa Peña Nadal, una de las figuras principales de la Unión de Lucha por una Nueva Quisqueya que dirigía el excomandante constitucionalista Héctor Homero Hernández Vargas (su esposo). También los bachilleres Justo Giró Alcántara, Zacarías Benoit (D’Artagnan), Generoso Ledesma, Cecilio Gómez Pérez y Catalina Pumarol, novia y futura esposa de Alexis Licairac.

Igualmente, Elías Kuret (hermano de Haydee Kuret de Rainieri, del consorcio de Punta Cana), Machy y Mirna de Peña (hijos del periodista Eliseo de Peña Durán), la estudiante de medicina Daisy Molina, Bolívar Reynoso, Luis Enrique Taylor Oliver, Ramón Antonio Sanabia Pagán, Clara Ledesma, Danilo Clime, Freddy Martinó, Robín Alcántara, los hermanos José Alberto y Julio Popa Santana y Margarita Melenciano Corporán. Esta última joven era estudiante de Contabilidad, empleada universitaria y ampliamente conocida por el sobrenombre de “La Coca”, adquirido durante su desempeño como dirigente de la Federación de Mujeres Dominicanas (FMD) y combatiente de la Revolución de Abril de 1965.

Se recuerda que en estos debates, esta chica mostraba siempre una actitud guerrera que infundía temor y respeto, sobre todo cuando estaba a su lado “Gabrielito Tableta”, el agitador más conspicuo de Villa Consuelo, quien producía fuertes sonidos con las palmas de sus manos y opacaba las consignas que lanzaban sus compañeros.

Entonces la Juventud Comunista puso de moda los capirotes y el dazibao, que eran las gorras y los afiches que durante la Revolución Cultural de China utilizaron los guardias rojos mientras ofrecían al público la tétrica escena de colgar letreros en el cuello de los seguidores del depuesto presidente chino Liu Shao-Chi y de su colaborador Deng Xiaoping, en la violenta campaña de reafirmación ideológica desarrollada por los líderes maoístas para depurar el aparato político y militar sacando a los llamados “traidores” y “escorias capitalistas”.

En la UASD se pretendió ejecutar una operación similar contra los profesores afiliados al Partido Socialista Popular, doctores Hugo Tolentino Dipp, Andrés Avelino hijo y Alberto Malagón, quienes eran calificados de agentes revisionistas en las pancartas colocadas en los periódicos-murales instalados en diferentes áreas académicas.

La bandera y las elecciones

No hay duda de que el verdadero objetivo del izamiento de la bandera roja sobre el techo de la facultad de Ingeniería era estropear la celebración de las elecciones fijadas para el martes 23 de mayo, y en ese propósito la Juventud Comunista coincidía con el Bloque Revolucionario Universitario Cristiano (BRUC), que unos días atrás había hecho un llamado a la abstención electoral, bajo el pretexto de una supuesta parcialidad de las autoridades universitarias con el grupo estudiantil mayoritario Fragua.

La entidad socialcristiana había exhortado a sus tradicionales simpatizantes a no acudir a las urnas, con el argumento de que el ambiente interno no era propicio para asegurar una votación masiva, porque los estudiantes se encontraban de vacaciones y unos 2,700 inscritos en el Colegio Universitario participaban en los exámenes finales. Alegaba que existía el temor de que cerca del 80 % de esos jóvenes sucumbiesen en las pruebas de matemáticas y convenía por eso a la universidad posponer las elecciones para el miércoles 7 de junio.

Otro inconveniente que interfería la realización del proceso electoral era el clima de violencia que imperaba en las principales ciudades del país, ya que el terrorismo había derribado decenas de vidas útiles en el curso del año 1966 y en enero de 1967 había conmovido la sociedad con la desaparición del periodista y abogado Guido Gil Díaz.

A esos sucesos sangrientos se les sumaron poco después los atentados contra las vidas del general Antonio Imbert Barrera y el senador Pablo Rafael Casimiro Castro, perpetrados el 21 de marzo y el 4 de mayo de ese mismo año.

El BRUC recomendaba la posposición de las elecciones para la fecha señalada, creyendo que para entonces se aclararía un poco el ambiente social, agravado luego de la posición adoptada el 9 de mayo por el PRD -principal partido de oposición- que retiró sus legisladores del Congreso y supeditó su regreso a que el Gobierno de Balaguer se comprometiera públicamente a respetar su integridad física y ordenara a las autoridades civiles y militares en cada provincia aplicar las medidas necesarias para el restablecimiento de las garantías democráticas.

La posición del BRUC estaba contenida en un documento público firmado por su secretario general, Carlos Pimentel Rivera, y los miembros de su Comité Ejecutivo, José Antinoe Fiallo Billini, Rafaela Espaillat Llinás, Joaquín Paniagua, Luis Ernesto Brea, Luis Rufín Castro, Manolín Peralta, Héctor Valdez, Rafael Estévez Rochet, Eddy García, Nelson Hernández y Aquiles Cristopher.

Sin la presencia de esta agrupación en la contienda electoral no había ningún encanto ni expectativa en la UASD, porque desde la fundación de la FED era junto a Fragua la que tenía mayor número de votantes y su popularidad se había extendido con el tiempo por el fomento de una rivalidad grupal enconada que solo se podía comparar con la que exhibían en esa misma época los equipos de béisbol profesional de otoño-invierno Tigres del Licey y Leones del Escogido.

De modo que era mera ilusión de los jóvenes comunistas querer ser rivales del grupo Fragua obviando la realidad de que en ese momento se desarrollaba una tercera fuerza nacida en 1962 como Frente Universitario Radical Revolucionario (FURR), cuyo nombre había sido cambiado por Frente Universitario Socialista Democrático (FUSD), dirigido originalmente por los bachilleres Armando Antonio Hoepelman y Rafael Francisco Alburquerque de Castro y luego por Franklin Almeyda Rancier y Abraham Bautista Alcántara, seguidores de Juan Bosch y su partido blanco.

La colocación de la bandera roja en terreno de la UASD originó un conflicto con el grupo Fragua el día de las elecciones, pues el joven Diómedes Mercedes, uno de sus altos dirigentes, le exigió a la Juventud Comunista que apartara la enseña roja del lugar, porque esa acción irresponsable iba a ser “aprovechada a las mil maravillas por la reacción y el imperialismo” para desatar una campaña de hostilidad contra la institución a través de los medios informativos.

A su juicio, la mejor forma de defender la bandera roja del proletariado era desarrollando el movimiento estudiantil como un aliado firme de la clase obrera en la lucha por la revolución y el socialismo.

Aseguró que el estandarte puesto allí solo ayudaba a la reacción y a los sectores interesados en impedir que se celebraran las elecciones creando una situación de crisis interna que precipitara su cierre.

“Nosotros respetamos esa bandera, y creemos que con la misma no se debe jugar, pues eso es lo que han estado haciendo los de la Juventud Comunista”, añadió el dirigente de Fragua, advirtiendo que tal actitud “engendra anticomunismo en la universidad” y solo provocaría “reacciones contrarias a la revolución del proletariado”.

Diómedes Mercedes declaró que la propaganda de su grupo en esos comicios estaba centrada en el objetivo de fortalecer su planteamiento de reforma universitaria científica y popular, incrementar la lucha del pueblo por la liberación definitiva del imperialismo yanqui y desarrollar actividades para ampliar la solidaridad internacional entre los estudiantes y los pueblos que luchaban contra la ignorancia.

Su declaración fue rebatida por Uribe Montás, quien calificó la acción de su grupo como la más consecuente, al entender que la preponderancia de la bandera socialista -situada en el nivel correspondiente a la enseña tricolor dominicana- tendía a demostrar a largo plazo que los comunistas poseían una visión dialéctica de la realidad mundial en consonancia con el marxismo aplicado como método de análisis científico.

A su juicio, se acercaba el momento en que, dentro del marco del desarrollo capitalista y como consecuencia de determinadas condiciones históricas, económicas y políticas, se produciría la desaparición de todas las naciones para integrar una sola sociedad (la comunista), donde flotaría la bandera roja, simbolizando la causa más grande de la humanidad.

Enfrentamientos y expulsiones

Minutos después de la polémica ponencia de Uribe Montás, durante la tarde del martes 23 de mayo de 1967 -día de las elecciones-, se produjo un roce físico entre los parciales de la Juventud Comunista y Fragua, los cuales se movilizaban en la explanada de la Facultad de Ciencias Médicas y una persona que nunca fue identificada sacó un arma de fuego, originando al instante un corre-corre y una peligrosa pedrea que duró cerca de cinco minutos.

El desorden no se incrementó por la oportuna aparición del doctor Luis Almanzor González Canahuate, profesor de la Escuela de Derecho y presidente de la Asociación Nacional de Músicos, Cantantes y Bailarines (AMUCABA), quien asumió el rol de pacifista mediador y se dispuso a calmar el alboroto con la añadida suerte de no ser tocado por los palos y piedras que zumbaron sobre su cabeza.

Esa situación obligó al doctor Julio César Castaños Espaillat, rector de la UASD, a trasladarse desde su oficina en el Alma Máter hasta el edificio de Medicina, acompañado de otras autoridades académicas. Llegó allí casi enseguida, con la intención de restaurar el orden y la tranquilidad en medio del tumulto, aunque corriendo el riesgo de ser agredido por un anarquista de los grupos en pugna. Sin albergar ningún tipo de temor, con mucha firmeza y de modo vehemente arengó a los presentes, reclamando orden, censurando la ofensa al símbolo patrio en que incurrió la Juventud Comunista y anunciando la aplicación de sanciones enérgicas contra los estudiantes que persistieran en participar en actos anárquicos dentro del territorio universitario, desacatando la posición adoptada por las autoridades.

“Repudio con todas las fuerzas de mis sentimientos de hombre y de rector la insólita actitud de un grupo de estudiantes que ha enarbolado en el recinto universitario una bandera extraña por encima de la nacional”, dijo.

También señaló que “con esa actitud, esos estudiantes se han portado como elementos extranjerizantes y han herido profundamente la dignidad nacional y de esta misma universidad, que es símbolo de ella”. Y aseguró que las autoridades universitarias estaban “decididas a no permitir que hechos de esa naturaleza vuelvan a suceder en el recinto universitario, y en caso de que se repitan, harán caer sobre los culpables todo el peso del estatuto orgánico y de los reglamentos”.

A la mañana siguiente, todos los diarios de circulación nacional editorializaron sobre el referido incidente y días más tarde, la Cámara de Diputados, en una sesión a la que solo asistieron los legisladores oficialistas, aprobó una resolución que condenada la presencia de una bandera comunista en la UASD y la calificaba como una “ofensa inferida a nuestra nacionalidad”.

Esa resolución fue sometida por el legislador de la provincia Baoruco doctor Juan Esteban Olivero Félix y secundada por los diputados Manuel Emilio Pérez y Federico Collado Melo, del Distrito Nacional y la provincia Espaillat, quienes deploraron el ultraje cometido contra el venerado pabellón tricolor al poner en su lugar, “al tope de las astas, la bandera de la hoz y el martillo, símbolo del comunismo ateo y disociador, doctrina esta divorciada de las esencias cristianas que sirven de fundamento a la dominicanidad”.

Esa realidad llevó al Consejo Universitario, reunido de urgencia en la madrugada del sábado 27 de mayo, a cancelar las matrículas de Salvador Uribe y los dos jóvenes que izaron la bandera, y expulsar por dos y tres años a un grupo de estudiantes de la Juventud Comunista, con lo cual demostraba su autoridad incuestionable.

Entre los expulsados estaba el exsecretario general de la FED, bachiller Alexis Licairac Díaz, seguido por su hermano Leopoldo Licairac, Roberto Corcino, Jorge Mora, Zacarías Benoit (D’Artagnan) e Ismael Peña Tactuk. Este último fue responsabilizado de la agresión de que fue objeto el decano de la Facultad de Humanidades, doctor Andrés Avelino hijo.

Castaños Espaillat aseguró que con esta decisión se demostraba que el fundamento de la autoridad en la UASD estaba basado en la búsqueda de consenso y la opinión de la familia universitaria sobre la necesidad del respeto a la libertad y a la democracia, de acuerdo con sus normas estatutarias. También comunicó al país que en la reunión del Consejo Universitario se desconoció a la Juventud Comunista como agrupación y fueron cancelados tres empleados que intervinieron en los incidentes del día de las elecciones.

Final electoral

El proceso de votaciones del martes 23 de mayo fue ejemplo de civismo y democracia interna, aunque tuvo su desarrollo en un ambiente de mucha tensión por la ausencia del BRUC de la contienda y porque sus dirigentes estuvieron torpedeando hasta el último minuto la concurrencia de estudiantes a las urnas.

El grupo de la enseña verdinegra persistió en la realización de una propaganda extemporánea cerca de los centros de votaciones, apostando al fiasco electoral y acusando a las autoridades universitarias de favorecer los intereses de Fragua.

Se decía en los pasillos de la UASD que en estos comicios se manifestaba la venganza tardía de Castaños Espaillat por la acusación que le hizo el BRUC en septiembre de 1962, bajo la dirección del bachiller José Joaquín Puello Herrera, haciéndole responsable de la financiación de una serie de viajes a países socialistas que realizaron los líderes estudiantiles Asdrúbal Domínguez Guerrero y Cayetano Armando Rodríguez del Prado.

Esa imputación fue la causa de su renuncia irrevocable el 18 de septiembre de 1962, contenida en el oficio No. 6586 que el Consejo Universitario remitió al Claustro, quien la discutió el 20 de octubre siguiente y aceptó por su carácter irrevocable, eligiendo como rector al doctor Salvador Iglesias Baehr.
En estas elecciones de 1967 votaron 1,448 estudiantes de un total de 6,840 inscritos, obteniendo Fragua el triunfo por tercera vez consecutiva con 1,118 votos. El segundo lugar fue alcanzado por el FUSD con 230 sufragios, mientras la Juventud Comunista quedó en tercero, al computar 73.

Debido a su alta votación, Fragua consiguió cinco delegados al Consejo Universitario: Fernando Báez Pozo, Julio Ravelo Astacio, Rafael Valencia, Sonia Vargas y Miguel Ángel Reynoso Sicard, mientras sus oponentes solo pudieron colocar en ese organismo al bachiller Abraham Bautista Alcántara, secretario general del FUSD.

Fragua logró igualmente casi todos los puestos del Comité Ejecutivo de la FED, siendo electos Guaroa Ubiñas Renville, secretario general; Basilio Peláez, vicesecretario general; Rafael Mena, secretario de asuntos nacionales; Diómedes Mercedes, de organización; José Bujosa Mieses, de bienestar estudiantil, y Ramón B. Castillo, de asuntos obreros y campesinos.

Igualmente, Pedro Caro, de asuntos internacionales; Arístides Martínez, secretario de finanzas; Abraham Bautista Alcántara, de prensa y propaganda, y Héctor Montero De Oleo, de actas y archivos.