Aquí, pensando, celebrando la vida de don Mariano Lebrón Saviñon resuena la voz del hombre en nuestra memoria. De ese que floreció en todos los ámbitos de su multifacética existencia y obtuvo los más importantes reconocimientos del país. Todo ello configuró su vida de todos los días, la vida horizontal que se vive hora tras hora y que en él se convirtió en extraordinaria. Sin embargo, ninguno de sus talentos y capacidades es lo que hoy me hacen recordarlo sino su camino vertical, ese que hace ascender a los hombres cuando aspiran a algo superior, al mundo de las esencias, cuando se elevan hacia el mundo espiritual, al mundo de la poesía que lo vincula irremediablemente a lo puro, al amor eterno, aquel tipo de amor sin sujeto, único porque es universal. Justamente, es su alma de poeta la que me convoca.
Hacia el año de 1943 en la revista La Poesía Sorprendida, órgano del grupo literario homónimo, aparece su poema ‘’Tengo la soledad llorando’’. José Rafael Lantigua ha realizado una de las mejores críticas sobre la obra poética de Mariano Lebrón Saviñón. Desapegado de estilos y formas penetra en las profundidades del alma del autor no sin antes dejarnos saber en su análisis sobre el poema “La palabra peregrina” una afirmación radical sobre el poema: “Es la sustanciación del Yo y sus alcances. Es la transformación del ethos del poeta para transfigurar su relación con la vida y sus trasuntos, y compartir desde la perspectiva de su revelación los envites y cultivos de sus fuegos interiores y el flujo de sus imágenes” (Lantigua, 2018).
“Tengo una soledad llorando” es un poema breve de gran intensidad, con complejidades superadas que permiten al lector sentir una presencia que nos invade e invita a reconstruir la unidad que se oculta en la sucesión de metáforas que como envolturas pretenden ocultar ideas que deben ser develadas. Este poema representa su talante romántico. Tiene como eje central el dolor que es visto como naturalidad en la existencia espiritual. Se niega algo, y el hecho provoca dolor. El efecto secundario de esta negativa (un amor no correspondido) es visto como un castigo:
“Ya todo me es adverso/la mirada de un ojo desolado me persigue/ Yo soy la soledad en mi recuerdo/ que parte en dos flores de mi sentido”. Un dolor que debe ser superado y para ello el poeta explica y busca que se note todo lo que ha aportado a favor de aquel amor. “Yo soy/El que rogo los libros de tu senda/El que te hablo de amor/El que te ama”. Pero ante la negación, el dolor aumenta y se cristaliza. “Yo soy mi soledad. /Y soy mi tarde. /Y soy la sensitiva despreciada/que se abre al sol y tímida se cierra. / El tenebroso mal de los dolores”.
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Este poema contiene lo espiritual, el amor, lo humano, el dolor. La soledad vivida sin tiempo y espacio determinado. Se trata de la soledad total. La que no se termina porque se revive una y otra vez en la memoria. La idea es la que prima en este poema como en toda poesía que se considere serlo, plenamente. Estamos frente al solitario que vive y recrea su soledad sumido en el mundo de la memoria (los recuerdos que lo asedian): “Tengo la soledad llorando en mis sentidos/y el dolor de mi vida solloza en mis recuerdos, /asidos por los brazos de la duda, / todo lleno de ti, de amor sollozo”.
Nos encontramos en el mundo de la representación y Lebrón Saviñón logra lo principal que es expresar profundamente su intimidad. En este poema la negación y el sufrimiento forman parte de la expresión misma: “Me cerca el porvenir que me arrebata/y una alondra se queja en mis delirios/ estoy de pie, sereno y palpitante, /frente a tu corazón deshabitado”. Y es que según Hegel: “En lo romántico no podemos quedarnos en el ideal, más bien supone la disolución del ideal, con lo que se introduce lo particular, exterior y desgarrado” (Hegel, 1826, p. 331)
El yo poético siente la necesidad de un salto fuera de las limitaciones de la temporalidad cotidiana e histórica en que vive y busca liberarse de la constante opresión y agobio provocada por la memoria. Como si fuera la memoria de la soledad, una cárcel de la cual no puede escapar. No hay reposo, de esa soledad dolorosa que vive y pervive en la memoria. No existe el escape al mundo del olvido.
El acto poético del poema es claro, directo sin paradojas. Lebrón Saviñon logra que el lector sienta la soledad, la desesperación. No se trata de una soledad elegida, se trata de una soledad impuesta. Logra los efectos, provoca el desasosiego con el uso de metáforas bien armadas. Ellas logran poblar la mente del lector a la vez que permiten la revelación del poema. Con este uso logra crear nuevas percepciones y, consecuentemente, genera mayor asertividad y provoca estados de fruición.
En este caso, el poema como representación provoca una unificación consigo mismo. Su introspección se deja ver, se exterioriza, se devela a través de la poesía. Es una creación que logra transmitir a plenitud la soledad de toda una vida por un amor no correspondido. La lucha de contrarios (el -1 del que se niega a dar su amor y entregarse), frente al +1 del que todo lo da en una entrega plena. Dos puntos de vista presentados por el yo poético como dualidad a una sola voz: amor y desamor, lo positivo y lo negativo. El encuentro del yo con el otro. Toda una vida de dolor, cristalizado en la memoria y sin posibilidades de olvido.
Lebrón Saviñon demuestra tener una conciencia estética clara. El recuerdo de la vida es dolor que trae llanto a los sentidos porque revive el sufrimiento y el yo poético busca determinarse y lo logra porque él es todo, y el Todo. Habla frente a un corazón deshabitado, un amor indeterminado, un amor vacío. El corazón de la amada está despoblado, nadie vive ahí. Pero el poeta ante la negatividad se mantiene positivo; de pie, sereno y palpitante; aunque hay un dolor infinito y una soledad hipertrofiada, pero como duele tanto, cada noche con su amada es llenarla de su dolor y así: “El dolor de mi vida solloza”.
El poeta es un ser vivo y como tal, tiene el privilegio del dolor, de sentir, de encontrarse a sí mismo en cada una de sus circunstancias, desde su presente llora su cruel pasado, así como duda y llora por un porvenir limitado y enloquecedor. La sutil naturaleza alada no entiende el porqué de aquellos desvaríos. El cantor ha entendido que él es el Todo: la soledad, la tarde. El poeta está inmerso en una autoconciencia singular: la de una triste situación. Se encuentra en un momento de oposición entre la universalidad y particularidad. Su existencia inmediata, sensible en cuanto a la subjetividad absoluta ha devenido para sí desde la negatividad de la frase central y que da sentido al poema “el corazón deshabitado”, vacío. El autor en su dolor está solo ante la sanidad de la ausencia. El en su positividad “le habla de amor, porque la ama”. Pero no hay realidad, solo un recuerdo de cómo fue aquella soledad, juntos y solos: “Yo soy la soledad de mi recuerdo”
“Bruno Rosario Candelier refiere que Lebrón Saviñon es el poeta del temblor emocional, del desgarrón afectivo, de la sorpresa intuitiva. De acento cálido, ferviente, amoroso en una abierta actitud de entrega y proyección sentimental honda y caudalosa. Lebrón Saviñon elabora una poesía raigalmente expresiva con el tizón abrasador de su verbo encendido…” Prueba de lo dicho son estos versos: “Yo soy el que de las noches de mis ansias/te llena de dolor por que te ama. /El que rogo los libros de tu senda. / El que te hablo de amor. / El que te ama”.
Como pudimos comprobar, Mariano Lebrón Saviñon pasó por esta vida como un golpe de viento del pico de la montaña que deja atrás ecos inolvidables, sabores dulces, susurros suaves…
Nota: Síntesis del ensayo crítico escrito para la “Semana Internacional de poesía” que dirige Mateo Morrison, Santo Domingo, 2022 y presentado en toda su extensión en la Casa Mella-Russo.
Poema de Mariano Lebrón Saviñon
TENGO LA SOLEDAD LLORANDO
Tengo la soledad llorando en mis sentidos
y el dolor de mi vida solloza en mis recuerdos,
asidos por los brazos de la duda,
todo lleno de ti, de amor sollozo.
Me cerca el porvenir que me arrebata
y una alondra se queja en mis delirios
estoy de pie, sereno y palpitante,
frente a tu corazón deshabitado.
Yo soy mi soledad.
Y soy mi tarde.
Y soy la sensitiva despreciada
que se abre al sol y tímida se cierra.
El tenebroso mal de los dolores.
Yo soy el que de la noche de mis ansias
te llena de dolor por que te ama.
El que rogo los libros de tu senda.
El que te hablo de amor.
El que te ama.
Ya todo me es adverso. La mirada
de un ojo desolado me persigue.
Yo soy la soledad en mi recuerdo
que parte en dos flor de mi sentido.