Máximo Castro, diputado ejemplar

Máximo Castro, diputado ejemplar

Manuel Amezquita

Con 38 años de desempeño en la Cámara de Diputados por elección popular, si no es un buen récord, es un buen average. De extracción familiar humilde, cumplió un ciclo en la Cámara de Diputados, solo se lleva la satisfacción del deber cumplido, se va sin riquezas ni fortunas; su afán era servir a su país y a su partido, conciliador y consejero por excelencia, al que no le hizo un bien, tampoco le hizo un mal.

De bajo perfil, conocedor de sus errores y sus limitaciones, lo que le daba la capacidad de verse así mismo y la virtud para aprender de sus compañeros lo que le permitía ponerse por encima de los demás.
Al presidente Balaguer le llegue a oír decir: “Máximo se cuadra feo, pero manda la bola lejos”. Esa apreciación era por su forma y lenguaje coloquial; le tenía un gran afecto y valoración. Nunca provocó ruidos ni procuró financiamientos oscuros para ganar su candidatura, ni conflictos ni quejas poselectorales.

Es raro en nuestro tiempo arriesgarse para hablar de un político, ya que en muchos casos el ruido negativo que producen con sus actuaciones supera el trabajo que deben hacer en bien de la sociedad.
En este caso es justo reconocer a un hombre que, sin temor a equivocarnos, trabajó con honestidad y dedicación por su provincia, Santiago, por su país y por su organización política.

Quizás por su sencillez y sin tener apellidos rimbombantes no ha sido objeto de muchos reconocimientos, pero tiene la valoración de un pueblo que le admira y respeta, dejando una impronta en la Cámara de Diputados difícil de superar. Deja amigos que habrán de recordarle siempre como buen compañero de excelente comportamiento, humilde y trabajador, un grande de la Patria.
Imitemos un hombre como Máximo y seremos mejores políticos para beneficio del país.

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