Sin duda el nearshoring constituye una alternativa concreta para catapultar a corto y largo plazo nuestra economía, creando empleos cada vez mejor remunerados y ampliando la generación de divisas.
Para explicar la esencia del nearshoring procede recordar que hace varias décadas se inició un masivo proceso de deslocalización mediante el cual empresas de Estados Unidos y Europa trasladaron sus fábricas a países asiáticos para reducir costos, aprovechando bajos salarios en gran parte de ese continente.
La deslocalización no ocurrió como consecuencia de políticas estatales de los países emisores sino que, básicamente, fue el resultado de decisiones individuales de actores económicos privados en procura de fortalecer su competitividad y capitalizar a su favor ventajas puramente comerciales.
La resultante de ese patrón espontaneo de producción y comercio, no inducido por los gobiernos, propicio el crecimiento de Taiwán y Sur Corea. Además, favoreció que China fuese la “fabrica del mundo”.
La pandemia evidenció la fragilidad del modelo de deslocalización cuya eficacia depende del sincronismo de la cadena de suministro que permitía entregar mercancías “just in time” para suplir los mercados sin almacenar enormes existencias durante largo tiempo.
Las premisas de tipo comercial que sirvieron de sustento a la deslocalización perdieron vigencia cuando la pandemia provocó el cierre temporal de fábricas ubicadas en regiones remotas y por congestionamientos de muelles que, al no poder sincronizar la recepción y despacho de mercancías, provocaron demoras y cuellos de botella que perjudicaron la economía mundial.
Ese dislocamiento se plasmó en fotografías de enfermeras de Nueva York, que atendieron pacientes protegiéndose con fundas de basura a falta de trajes y uniformes profesionales que no llegaron a tiempo ni en cantidades apropiadas desde fábricas deslocalizadas, ubicadas en Asia.
Como respuesta efectiva e inmediata a ese problema Estados Unidos y Europa han formulado el modelo “nearshoring”, para revertir el proceso de deslocalización y que sus fábricas que operan a gran distancia se ubiquen en países cercanos.
Las ventajas de este modelo son múltiples: La matriz puede realizar visitas frecuentes para inspeccionar las fábricas cercanas; habrá pocas barreras culturales y lingüísticas; la comunicación será fluida al estar ubicadas la matriz y las fabricas descentralizadas en el mismo huso horario; habrá un efectivo control de la cadena de suministro y mayor velocidad al entregar materias primas y productos terminados.
El presidente del BID señaló: “Si nosotros simplemente reemplazamos 10 % de los 10 productos que hemos identificado que tanto Latinoamérica y el Caribe como China exportan a Estados Unidos, y nosotros transferimos 10 % de esos productos desde China hasta la región, sería un aumento de las exportaciones de Latinoamérica y el Caribe de 70,000 millones de dólares anualmente.
México, Colombia, Costa Rica, Panamá y República Dominicana tienen gran potencial para favorecerse del nearshoring de Estados Unidos. Siendo nuestro país la democracia más poblada y estable del Caribe, el presidente Abinader promovió la creación, junto a Costa Rica y Panamá de la “Alianza para el Desarrollo de la Democracia” que pudiera interpretarse que actualiza, en términos regionales, la “Alianza para el Progreso” de Kennedy que proporcionaba ayuda (aid) para progresar.