Creencias
Rituales y metáforas sociales y espirituales

Retrato
No pocos creyentes cristianos tienen dificultad para aceptar muchas historias de la Biblia.
A mi me cuesta aceptar la narración sobre Adán y Eva, y termino por entenderla como una manera de Dios comunicarnos su plan, empezando por una fábula que nos ayudase a entenderlo.
Por cierto, no me imagino otra manera de empezar este diálogo entre un Dios omnisciente y criaturas absolutamente ignorantes, como lo hacemos con los niños, mediante historietas sencillas con moralejas fáciles de comprender.
Desde el punto de vista espiritual, no tiene importancia si Dios hizo el mundo en un día o en un millón de años. Lo importante es su plan, su propósito. En lo personal, la manera de cómo el Maestro me lo explica me da exactamente lo mismo.
Las primeras tribus bíblicas fueron organizadas en base al plan maestro, y como todas las formas asociativas de la especie humana están estructuradas en base a creencias, normas, tradiciones. Sin las cuales son imposibles la supervivencia y la convivencia. Es impresionante la cantidad de prescripciones que las escrituras contienen respecto de cómo tratar a los demás y cómo mantener las reglas de juego, especialmente el respeto a lo sagrado, a lo que debe mantenerse siempre como lo fundamental.
La vida misma, el orden natural, están basados en repeticiones, en “ritmos ocultos”, como los llama en su interesante obra el sociólogo judío-estadounidense Zerubavel.
El día y la noche, las estaciones del año y todo nuestro organismo están regidos por latidos y pulsaciones recurrentes perfectamente programados.
Personalmente tuve serio problema para aceptar las muchísimas represalias del Faraón a los esclavos hebreos cada vez que Yahvé le imponía una nueva plaga.
Los propios esclavos que iban a ser liberados le pidieron a Dios que “mejor que no”, que no los liberara si el precio iba a ser tan alto que ellos mismos no lo aguantarían.
Cuando leí este relato me paré de mi asiento con rabia, y en voz alta grité: ¡Este es un Dios sádico! Pensando, “con toda lógica”, que a Dios le bastaba con hacerle padecer una “churria a Faraón”, y decirle que no se le quitaría hasta que liberara a sus gentes.
Y cuando me hube sentado a continuar esta “absurda narración”, leí, en el inicio del capítulo 10 de Éxodo, que Dios les dijo a los que iban a ser liberados: He hecho toda esta desastrosa y teatral tragedia... ¡para que no se les olvide!
En este punto me salieron lágrimas. Pero, varios capítulos después, se me averió el alma cuando leí que, efectivamente, Dios y toda esta gran liberación, así otras grandes hazañas... ¡se les olvidaron!
Y, peor, a usted, a millones, como también a mí, muchas de estas cosas a penas las recordamos, ni nos interesan.
La mente y alma de los hombres suelen ser olvidadizos y desagradecidos. Imagínese usted si no fuera por estas repeticiones festivas de pascuas, sin estos ciclos y rituales navideños, nadie recordaría a padres ni ancestros.
Muchos se emborrachan adrede, para ni siquiera recordar, ni agradecer.