¿Podrá la máquina pensante desplaza el cerebro humano?

¿Podrá la máquina pensante desplaza el cerebro humano?

El fascinante problema que hoy se plantea a nivel mundial y ocupa las mentes más privilegiadas y brillantes de nuestros días, no deja de afectar el futuro inmediato de la vida del planeta Tierra y preocupar a sus habitantes.
Desde el advenimiento del “Homo Sapiens”, la evolución y desarrollo del ser humano se dio como hecho incuestionable que la vida en nuestro planeta -el conocimiento, la conducta y la manifestación de los sentimientos humanos- respondía solo a ese extraordinario, complejo y pequeño organismo que llamamos cerebro, “que crea nuestros pensamientos, nuestras percepciones y construye realidad subjetiva” al decir del destacado neurólogo Dr. José Silié Ruiz y otros eminentes investigadores científicos estudiosos de la neurociencia y la psiquiatría.

“Cogito ergo sum”, (Pienso, luego existo) fue la sentencia que inmortalizó al filósofo y pensador René Descartes en el siglo XVIII, llamado con justa razón “El Siglo de las Luces” y provocó un salto formidable del medioevo hasta nuestros días, siendo el cerebro humano el único en poseer la capacidad de imaginación que da origen a descubrimientos y avances científicos y tecnológicos que impulsan y determinan el progreso de las naciones y el desarrollo de los pueblos apuntando hacia un mayor bienestar y confort.

Sin embargo, esta conceptualización de la persona como ser pensante único corre en nuestros tiempos grave peligro a partir del neoliberalismo, la globalización (mal entendida) y la desregulación del Estado que transfiere al mercado libre el poder de la información y del conocimiento puestos en manos de las grandes empresas capitalistas y monopólicas: Google, Amazon y sus múltiples ramales digitales: Internet, Twitter, Facebook, Apple, Istagram, Softwere que, al decir del acucioso periodista y escritor Franklyn Foer “se están comiendo el mundo.”

En efecto. en su libro “Un mundo sin ideas” Foer, corresponsal nacional de “The Atlantic” e investigador de la Fundación New American, analiza, ausculta y expone “con elegancia y ecuanimidad” el advenimiento histórico de esta nueva era tecnología, plus moderna, y sus mentores que “alimentan en ella la sensación de omnipotencia” sostenida por “algoritmos” matemáticos, no científicos, que van desplazando valores humanos conduciendo, perceptiblemente, a la sociedad a un individualismo que nos aísla cada vez más, causado un sincretismo desolador que trastorna el orden económico y social y se refleja negativamente en la intimidad, la conducta social y la salud del individuo su capacidad cognoscitiva con el pretendido reemplazo de la función vital del cerebro humano por “el pensamiento mecánico” que de acuerdo con el filósofo cientista coreano Byoun-Chul Han trata de “expulsar lo distinto” con una ideología totalitaria” desplazando los valores sociales, morales y éticos tradicionales yendo al rescate del “laissez faire, laissez passer”, o sea un individualismo egoísta que convoca a la inercia, la indiferencia, la permisibilidad, manipulado por las empresas monopólicas que controlan el mercado y que afirmara el Premio Nobel de la Economía Herbert Simon, sin negar riqueza de la información rápida y a bajo costo (piratería) que aporta, “cree pobreza de atención de los destinatarios” o sea, “un problema existencial” que suele ser fuente de estrés, confusión, y enfermedades degenerativas para sus consumidores.

Las grandes universidades, no solo de occidente, y centros de investigación científica más avanzados como Silicon Valley, reúnen en su seno eminentes investigadores científicos impulsados por la percepción de los nuevos amos del mundo que al decir de Alan Turing, 1950) “las máquinas acabarán por competir con los hombres en todos los ámbitos puramente intelectuales”, es decir, el “pensamiento mecánico”, la Inteligencia Artificial reemplazará el cerebro humano, siendo capaz, no solo de enseñar, también de aprender de manera más rápida, económica, funcional, eficaz pero, sobre todo, despersonalizada.

Los impulsores y sostenedores de esta teoría buscan falsamente, hipócritamente, como buenos, hacer al hombre más libre e independiente, acabar con el problema de superpoblación, la desigualdad y la pobreza a escala planetaria, ¿cómo lograrlo? “Matando a los pobres”, es la respuesta que nos da Byung-Chul Han, los que estorban y constituyen el 99 % de la población mundial (Stiglitz) siendo las víctimas propiciatorias que arrastra el neoliberalismo y el “capitalismo salvaje”, condenado por el papa Francisco.

Mediante una simple ecuación matemática, no científica, el “algoritmo” que se desarrolló con el fin de automatizar el pensamiento, apartar las decisiones difíciles en las manos de los humanos, de resolver debates controvertibles.” Los grandes mercaderes de la información y del conocimiento procuran la conversión del individuo en un ente sin identidad personal, colectivizado, presuntamente “para que el individuo liberado de los monopolios sea más autosuficiente y exprese mejor su personalidad”, alienta, sin pudor, Stewart Brand desde el palco de Silicon Valley tendiendo un señuelo a los consumidores de sus productos puestos a meced de las redes y los ordenadores condenados a adoptar un comportamiento viral que los confunde y aísla.

En realidad esa casta todopoderosa que controla hoy los medios informativos y las redes sociales lo que persigue, como diría Marissa Mayer, citada por Foer, es “hacer menos humanas las palabras y convertirlas en una pieza de las máquinas”. Y lo ha logrado en gran medida neutralizando o anulando la competencia de medios informativos influyentes (Washington Post, New York Times) y pequeños, las notas editoriales posesionado del dominio de la tecnología de punta y las redes sociales puestas a su exclusivo servicio en una guerra económica “darwinista” donde triunfa el más fuerte.

Recientemente la prensa nacional (Hoy, jueves 4 de abril) y del mundo se hace eco con grandes titulares de un informe del FMI, donde luego de estudiar y analizar el impacto del poder de las grandes empresas multinacionales monopólicas (Amazon y otras industrias) señala “el aumento del poder de mercado corporativo y el impacto económico negativo” “cuyas operaciones no solo han generado una disrupción en multitud de áreas, sino que también han limitado la competitividad en diversos ámbitos”, pide “controlar el poder de esas empresas para evitar un coste mayor en el crecimiento y en los ingresos salariales de los ciudadanos.”

A paso gigantesco esa propuesta de cooptación del mercado informativo mediante la máquina pensante se abre cancha y, se hace sentir sobre todo en la nueva generación de jóvenes que “va perdiendo su capacidad cognoscitiva” como lo destaca el celebrado neurólogo Silié Ruiz, quien advierte que esa híper-información recibida por los canales de las redes sociales va ligada al “estrés, insomnio, irritabilidad, agotamiento y menor rendimiento intelectual, aislamiento y desapegos… que enajenan los “valores sociales y sentimientos humanos como la empatía, la compasión, el respeto a la privacidad, la solidaridad y la inteligencia emocional en nuestros hijos y en nosotros mismos.”

Todo lo cual, en pocas palabras, nos arrastra hacia un futuro no muy lejano que procura el desplazamiento de esos valores, hábitos y costumbres tradicionales por el sujeto “light”, individualista, signado por el egoísmo, el hedonismo, la permisibilidad e indiferencia, donde “to e to y na e na”, preocupado por la apariencia, por su habilidad de penetración, no de su capacidad para obtener riquezas materiales por cualquier medio, siempre al “último grito de la moda” y sacarle el pie a esos seudos científicos, intelectuales, teóricos, soñadores de utopías, y contestatarios que se creen superiores, con mayor autoridad moral, y consciencia política y social para poder trasformar el mundo como lo piensan,

Esta realidad, esta peligrosa pretensión que apuesta a la automatización y robotización, que no deja de tener relativas ventajas deseables siempre que no se pretenda apropiarse y sustituir la función del cerebro humano para colocar el colectivo social bajo el imperio de esos grandes emporios tecnológicos modernos. Contrario a quienes preconizan la llegada inevitable de la cuarta revolución industrial donde se prioriza la automatización, la robotización, la inteligencia artificial, que apunta hacia a un mundo mejor, de mayor productividad, progreso, orden y bienestar económico-social es inevitable, los avances y descubrimientos de la neurociencia de la salud y la tecnología avanzada enfocada en investigar y descubrir las funciones del cerebro humano y sus complejidades, nos hacen saber que solo el cerebro, órgano conductor y protector de la vida, nos conducen hacia el amor y la paz, consigo mismo y con nuestros semejantes. A la equidad y la justicia social que procura la convivencia, la libertad y la felicidad de la raza humana, sin distingos ni discriminaciones.

En ese orden, hoy en día, también la ciencia avanza hacia otra dirección humanizante. Nadie puede ignorar que, a la par del desarrollo de la tecnología moderna y de la matemática ingenieril que promueve eficiencia y la economía en el campo de la neurociencia, los estudiosos del cerebro humano han realizado formidables investigaciones y fabulosos descubrimientos a favor de la preservación y conservación de la salud y vida humana, redescubriendo el cerebro, esa pequeñísima y compleja porción del organismo humano, genuino generador de ideas y sentimientos de amor, solidaridad, amistad, de alegrías y tristezas donde “nada humano resulta ajeno” (Terencio).

Rector de sentidas emociones, deseos, aspiraciones y decisiones personales, el cerebro humano: el tálamo, la corteza cerebral, las neuronas, sigue siendo único organismo que antes de cualquier acción o decisión prevé y advierte (la voz de la conciencia) qué podemos y debemos hacer, qué rumbo tomará en nuestra vida, contribuyendo a la formación educativa del individuo, a la práctica de sus virtudes ciudadanas más allá de su estado de pobreza o abundancia hasta hacernos sentir satisfechos y felices “lejos del mundanal ruido” como nos enseñara fray Luis de León en su poema Vida Retirada.

El reconocido y laureado profesor Dr. Stanislas Dehaene, uno de los líderes mundiales de la neurociencia, quien nos visitara recientemente y dictara una magnífica conferencia de investidura como miembro correspondiente de nuestra Academia de Ciencias titulada “Cerebro, lectura y alfabetización”, en su libro “El Cerebro Lector”, cuarta edición, nos enseña “cómo nuestro cerebro de primates logra traducir esos signos llamados letras en el lenguaje, y lo más asombroso resulta si consideramos que leemos usando un cerebro que evolucionó mucho tiempo antes de que se inventara la escritura y se hizo para fines completamente diferentes” a los que hoy el posmodernismo nos quiere arrastrar.

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