Una actividad en auge en el país es la creación de empleos rurales no agrícolas; existe atracción renovada para lo rural como espacio de residencia, recreación y turismo
Las políticas públicas deben aplicarse en República Dominicana y los demás países de América Latina y el Caribe no con el criterio de la ruralidad tradicional, sino que debe contemplar el desarrollo de nuevas realidades más complejas y dinámicas que las actividades agrícolas habituales.
Una muestra elocuente de la nueva realidad es que ya la proporción de la población económicamente activa en zonas rurales de la región que se dedica al empleo rural no agrícola aumentó de 17% en 1970 a casi 40 por ciento en los años noventa.
Este incremento se explica por varias dinámicas que involucran la presencia de zonas urbanas cercanas y como ejemplo de ello están los jóvenes que residen en las zonas rurales, pero deciden ir a las ciudades por trabajo, ya que no están dispuestos a trabajar en agricultura de tiempo completo. Otra posibilidad es que los residentes en ciudades cercanas participen en turismo rural al comprar casas de vacaciones en áreas rurales, creando así empleos rurales no agrícolas, una actividad en auge en República Dominicana.
De ahí que pensar en el crecimiento económico de las zonas rurales no se debe limitar al sector agrícola ni a las zonas rurales mismas. Es importante también reconocer la diversidad existente y creciente de las economías rurales y su conexión con las áreas urbanas en sus alrededores.
La población rural ocupada en el sector agrícola de la región era de 62,4% en 1997 y de 52,8% en 2014. El peso relativo del sector de servicios pasó de 24,4% en 1997 a 31,1% en 2014.
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Tomando en cuenta la nueva realidad, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) dio a conocer los resultados del proyecto “Nuevas narrativas para una transformación rural en América Latina y el Caribe”, financiado por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA). Entre los cambios producidos en el entorno rural destacan la diversificación funcional, sectorial y productiva, con una disminución del peso relativo del valor agregado primario y conexiones e interacciones estrechas entre rural y urbano debido al carácter dinámico y complejo de territorio dado, a través de un incremento de la movilidad de las personas, los bienes y la información.
Otros elementos que resaltan son la atracción renovada para lo rural como espacio de residencia, recreación, turismo, emprendimiento e inversión, así como cambios y uniformización relativa de los modos de vida, hábitos y costumbres sociales rurales.
Además, están la valorización de los recursos naturales y cuidado del medio ambiente y la descentralización en la toma de decisiones públicas con mayores poderes para las instancias locales.