El ambiente social en el país se ha transformado por la violencia que permea en la familia, en los barrios, en el tránsito, y otros espacios, llegando a normalizarse y cambiando la convivencia pacífica que caracterizaba a los dominicanos.
Al abordar e tema el doctor Luis Vergés, psicólogo clínico, terapeuta familiar. investigador, escritor y catedrático, analiza que la violencia que vive el país es el resultado de la combinación de factores personales y del ambiente. Indica que a nivel personal existe una pobreza de empatía en un país cada vez más carenciado de confianza entre sus ciudadanos, menosprecio a las normas sociales, hostilidad hacia personas o grupos, impulsividad debido al consumo de drogas, distorsiones en algunas personas que interpretan la posición de vulnerabilidad de otros como un permiso para violentarlos.
Apunta que la violencia utiliza como mecanismos de difusión los mismos medios que están llamados a contrarrestarla, o sea, se aprende en la familia y es validada en la sociedad por actores o voceros que de forma irresponsable la promueven y legitiman a través de las redes sociales y otros medios formales e informales.
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Entiende que la violencia aumenta o se mantiene en aquellas sociedades donde predominan los mensajes, acciones o actitudes que la justifican en vez de transformar las condiciones que la detonan. Así, las inequidades sociales que generan indefensión en algunos grupos como las conductas violentas sin sanciones ejemplares son algunos de estos factores de mantenimiento. Otro factor importante es la tendencia a ver como normal que personas de más fuerza y poder, dominen o abusen de quienes son más indefensos sin consecuencias por sus acciones. Deplora que la violencia está normalizada en los hogares a través de los abusos físicos y psicológicos y también en nuestra cultura cuando se permiten mensajes sexistas o discriminatorios hacia grupos sociales o de género.
Pocos referentes
Agrega que escasean los referentes que inviten a la convivencia basadas en el respeto y las buenas costumbres. Mientras el individualismo ha desplazado el ideal de tolerancia, respeto y armonía que deben predominar para que se cumpla el contrato social de la sana convivencia. A esto se suma un populismo donde muy pocos utilizan su liderazgo para cuestionar y rechazar lo que está pasando.
En cuanto a los factores de salud mental que más se relacionan con la violencia Vergés indica que están el consumo de alcohol y otras drogas, los comportamientos asociados a trastornos de los impulsos, estrés, el estado de ánimo y la ansiedad. “La persistencia de estas condiciones aumentan la cronicidad de la violencia en el tiempo y terminan condenando a varias generaciones dentro de la misma familia a repetir los mismos patrones”.
Subraya que no debe dejarse de lado la violencia social que se traslada al entorno escolar, aniquilando de forma aguda los principales pilares que sostienen la salud mental de niños, y adolescentes.
Se estima, que en términos generales un 35% podría estar afectado por alguna condición de salud mental, situación que se disparó de forma vertiginosa a partir del COVID y que puso en evidencia las debilidades de los sistemas sanitarios para dar respuesta a estos problemas.
Indica que mientras menos habilidades tienen las personas para cambiar sus juicios negativos ante situaciones inesperadas, más difícil les será gestionar de forma apropiada su enojo. La sobre exposición a situaciones estresantes, mensajes que invitan a la violencia o a faltar a las normas, representan las principales barreras para que el enojo o cualquier emoción se regulen de la mejor manera, aumentando el riesgo de que detonen en conductas destructivas para sí mismo y los demás.
¿Se nace violento?
Sobre si se nace violento o es una construcción social, el especialista, indica que no se nace con esa condición y que el mejor ejemplo son los países que son hoy referentes de convivencia saludables y pacífica como Alemania, Japón, Italia, que en el pasado fueron sociedades muy violentas. “Lo genético no se elige; la violencia si. Es una decisión que se toma para dañar a otros para obtener alguna ventaja, control o dominio, con eso no se nace; se aprende en sociedades desiguales que promueven el irrespeto a los derechos fundamentales o tienen sistemas endebles, inconsistentes y lentos al momento de condenar estas acciones”, explica.
Vergés expresa que la conducta violenta se puede cambiar en frecuencia e intensidad y pueden disminuir los casos y que no sean tan espeluznantes como algunos que se han estado viendo. También que como sociedad haya un acuerdo para negar el permiso que con actitudes de indiferencia y normalización muchas veces se estimula, utilizando de mejor forma la familia, la escuela, la iglesia, los medios de comunicación y nuevas tecnologías. Es por tanto que indica que las políticas públicas deben enfocarse en determinar las formas más predominantes de violencia y los espacios donde ocurren con más frecuencia. También que el Congreso establezca legislaciones que contribuyan a neutralizar a los actores que hacen de la difusión y normalización de mensajes que nos invitan a la violencia su norma de vida. Además que haya mas programas dirigidos a la familia, escuela, universidades y comunidad para prevenir la violencia e incentivar la promoción de modelos de comportamiento social que inviten al buen trato, la cultura de la paz y la promoción de formas de convivencia basadas en el respeto, la compasión y el amor.