Tras el desastroso desempeño del PLD en las elecciones presidenciales y congresionales del pasado domingo, que en términos de votos retrotrajo al partido morado al 1996, cuando se inició la implementación del sistema de mayoría absoluta de 50% más uno, mucha gente quiere saber, y así se ha expresado en mentideros políticos y foros de opinión, si se cumplirán las palabras del expresidente Danilo Medina de que el partido que quede en el tercer lugar estaría condenado a la extinción.
También se espera que ese resultado, apenas el 10.2% de los votos, tenga alguna consecuencia a lo interno del partido fundado por el profesor Juan Bosch en 1973, que no puede ser otra que la renovación, vía renuncia, de su cúpula dirigencial, empezando por el expresidente Danilo Medina Sánchez, quien no ha pegado una desde que impuso como candidato presidencial a Gonzalo Castillo, cariñosamente El Penco.
Puede leer: Máscara contra cabellera
Sabemos, por supuesto, que eso sería esperar demasiado en un sistema de partidos donde los líderes políticos no se retiran ni se jubilan aunque ostensiblemente hayan cumplido su ciclo, mucho menos si, como el expresidente Medina, convirtió al PLD en la trinchera donde protegerse de la persecución judicial que llevó al banquillo a funcionarios de sus gobiernos y a familiares tan cercanos como dos de sus hermanos. ¿Podrá continuar maniobrando para postergar la renovación de la que depende el futuro de la organización?
Esa es una pregunta que toca responder a los peledeístas y su candidato Abel Martínez, quien tiene en sus manos la oportunidad, junto al liderazgo joven y talentoso con que cuenta el PLD, de acometer la tarea de su renovación, de devolverle el peso y la influencia que tuvo en los últimos veinte años en la vida política dominicana. Mientras tanto, todo indica que el expresidente Danilo Medina, que no va a abandonar su trinchera ni se dejará sacar a empujones, tendrá la oportunidad de ver cómo se cumple su profecía.