Tras conocerse, a través de la acusación presentada por el Ministerio Público, el motivo por el cual Fausto Miguel de Jesús Cruz de la Mota asesinó de seis balazos al Ministro de Medio Ambiente Orlando Jorge Mera, resulta mucho más dolorosa e indignante su muerte.
Lo que obliga a políticos y ciudadanos a pensar seriamente en cambiar esa “cultura” de que todo aquel que “se faja” en una campaña electoral a promover las aspiraciones de este partido o que financie las de aquel candidato se crea con derecho, una vez llegue al gobierno, a recibir una parte del botín que representa el Estado dominicano y sus instituciones.
Ese amigo de infancia del Ministro, a quien el Ministerio Público describe en su acusación como “un asesino frío y calculador”, quiso aprovecharse de esa condición para resolver sus apuros económicos sirviendo de intermediario en la obtención de licencias ambientales de dudosa legalidad, y al ver que no se le complacía, que no se le concedía algo que creía haberse ganado con su “trabajo” decidió asesinar a quien lo consideraba su hermano, un error fatal que le costó la vida al funcionario.
Puede leer: El candado
Su muerte, a pesar de la conmoción que provocó en una sociedad ahíta de violencia gratuita y absurda, no cambiará esa realidad, pero sí nos está diciendo, con una contundencia estremecedora, que las cosas no pueden seguir por ese camino. Pero nuestros políticos y los que medran a su sombra no harán ningún esfuerzo, a menos que los obliguemos, por cambiar las reglas de juego de un clientelismo que les resulta tan beneficioso a unos y otros.
Y si al cabo del tiempo y de no hacer nada para empujar ese cambio olvidamos las razones por las que murió Orlando Jorge Mera, habrá que concluir, dolorosamente, que su muerte fue en vano, pues nos habremos convertido en una sociedad donde ser un funcionario público decente y honesto no solo habrá pasado de moda sino que también puede costarle la vida al que lo intente.