Hace unos meses, escribí en las redes sociales la falta que hace la presencia física de Emilio Cordero Michel en estos días de debates y confusión sobre cuestiones de la historia. Decía que si él tuviese presente muchas cosas que se están diciendo y haciendo, simplemente no se dijeran ni mucho menos se hicieran. Por ejemplo, hoy no estaríamos ante la polémica exaltación del general Ramiro Matos a la Academia Dominicana de Historia. Simplemente porque con Emilio físicamente vivo, este señor no fuera miembro de esa institución ni tantas cosas falsas se hubiesen leído y oído para justificar dicha exaltación. Una de las cosas más groseramente falaz es la afirmación de Matos de que Emilio no negó la versión que él sostiene sobre el asesinato de Manolo Tavárez.
Dijo que, dice: “a raíz de cuestionamientos públicos relacionados a la muerte de Manuel Aurelio Tavárez Justo, mi mejor testigo es quien fuera presidente de la Academia, el señor Emilio Cordero Michel, siendo mi testimonio de conocimiento público, figurando en el periódico El Siglo, de fecha viernes 16, sábado 17 y lunes 19 de junio del año 1995, nunca negados públicamente por el Sr. Cordero Michel en vida”. En su reciente carta de defensa al cuestionamiento que se hace a su elección en la Academia de Historia Dominicana, reitera una afirmación desmentida por Emilio Cordero en el referido periódico. Con tiempo suficiente para que el general tuviera conocimiento de ese desmentido.
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Emilio, “el general Ramiro Matos declaró al diario El Siglo que se ha estado novelando con el fusilamiento del Dr. Manuel Aurelio Tavárez Justo y su grupo, el 21 de diciembre del 1963. Y es cierto. No solamente se ha novelado sino que se ha llegado aún más lejos: a la fabulación. El fabulador ha sido, precisamente el propio Ramiro Matos”, afirmando que: “esa falsa declaración del general retirado Matos desdice mucho de quien aduce ser intelectual y artista, además de historiador … y que: “aunque no estuviera presente en el fusilamiento de Manolo Tavárez y sus compañeros, por haber sido el comandante militar de la zona, sobre él recae la responsabilidad de lo sucedido en Las Manaclas.
Quien asume lo público ha de saber que su vida privada está indisolublemente ligada a su vida pública. Los linderos entre ambas esferas prácticamente no existen. En el caso que nos ocupa, no se puede separar la obra intelectual del general de sus hechos como militar. Máxime cuando este militar ocupó altos cargos en un ejército cuya historia, en gran medida, es de represión/atropellos. Son temas que la Academia tiene que dilucidar con discusiones despojadas de toda pasión.