Sobre el libro de los objetos y el entorno, de Jochy Herrera

Sobre el libro de los objetos y el entorno, de Jochy Herrera

Por José Enrique Delmonte

Esta obra es una puerta que se abre para obligarnos a pensar en momentos en que se aleja de la cotidianidad la destreza que la mente ha desarrollado de producir ideas. Es una exaltación al pensamiento en su condición de ser la más alta capacidad humana para entender el entorno y crear los objetos, acto que, como sabemos, concatena imágenes que se articulan para transformarnos y transformar el mundo. Todo parte del pensar.

Pero el pensar es un diálogo con el yo, un vocabulario que existe antes que la palabra y mucho más poderoso que la acción. Es, desde luego, un acto de fe, una apuesta a la libertad que actúa como una fuerza que afirma y “des afirma”, se vuelve materia y se disipa en su propia energía. En la estructuración de ideas que se enlazan en una versión racional de lo que se asume como verdad, el pensamiento tiene vida corta. Su naturaleza es volátil y su valor es mutante.

Los que conocen a Herrera saben de sus interrogantes y de su introspección. Los que no, sepan que es, sin lugar a duda, uno de los pensadores más densos en el escenario dominicano, dotado de una enorme capacidad para atentar contra la superficialidad de las cosas. Se adentra en los espacios comunes para demostrarnos que lo común no es tan simple, que hay un inmenso vacío en el saber colectivo sobre el sentido del principio y una angustia por reconocer la ambivalencia de las ideas, quizás su principal motivación para ordenar su sapiencia. Lo extraño no es que un científico a tiempo completo apueste a la falsación como resultado de un ejercicio pleno del pensar sino que, en el caso de nuestro autor, adicionalmente, posea una capacidad muy particular de saber escribir.

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Leer al Dr. Herrera es detectar una redacción precisa, concisa y contundente que demuestra ese dominio de usar la lengua como energía. La destreza en el desvelamiento de lo oculto insertado en la literatura, en las artes visuales, en las humanidades y en el texto científico que se observa en sus trabajos, es rareza en nuestro medio. Un trabajo suyo convierte el suelo que pisamos en arena movediza, nos despieza el pensamiento e incita, sugerentemente, a aprehendernos del asombro.

Algunas de estas características están insertas en su más reciente libro, De los objetos y el entorno (Isla Negra Editores, San Juan, Puerto Rico 2023), un conjunto de diez ensayos que se abren como artefactos de magia para dejar escapar interrogantes y aseveraciones complejas. Nombrados con títulos que podrían confundirnos por su cortedad, los textos pueden entenderse como piezas sueltas aglomeradas en una propuesta editorial, característica que, de ser así, no le restaría nada al conjunto. Sin embargo, Herrera nos tiende una trampa: un ensayo contribuye al siguiente como si se tratara de una obra musical formada por partes que se convierten en un solo producto.

En el libro que nos ocupa, hay un crescendo que inicia desde la individualidad del ser hasta alcanzar una visión colectiva de la humanidad en una única narrativa de los objetos y su significación en cuanto a su posición en el espacio. En consecuencia, las preocupaciones de Herrera principian en el primer objeto posible –el ropaje-, en el sujeto como ocupante de un entorno adverso a su propia condición y su capacidad para modificarle a fin de sobrevivir y dominar. Desnudez e intemperie constituyeron la más básica relación entre el yo y lo circundante, hasta vencer esas condiciones y llegar a convertir lo que en principio fue instrumento de supervivencia, en un complejo sistema de identidades y significados que envuelve la moda.

Desde el viaje de la imaginación y las profundidades que la superficie reflectora estimula, Herrera expone tres artefactos que aceleraron la evolución humana de manera significativa. La rueda, el reloj y las monedas son objetos que asombran por la destreza de imaginación que condujo hacia la concreción de saltos importantes en la relación con el entorno. Circular en tres sentidos: desde y hacia lejanías, mediciones controladas del tiempo y desplazamientos con unidades de transacción imprescindibles para la supervivencia, fueron la primera utilidad de unos objetos extensiones del contexto humano. El autor despliega un elocuente entramado de un mundo rodante, en donde la humanidad ha permanecido en movimiento con sus procesos de traslación y adaptación y la conformación de conglomerados que determinaron conductas asociativas.

Sobre el reloj, nuestro autor no se limita a recordar sus características físicas y mecánicas como herramienta control del tiempo, sino que se adentra a las ideas del tiempo como dimensión, la realidad y la ficción que encierra la memorización de los procesos existenciales y la conciencia de la temporalidad.

En ese tenor, aparece el sentido de vacuidad del presente, la sensación de indeterminación de los espacios significativos del pasado y la evanescencia del tiempo producto de cambios cada vez más veloces.

Si en los problemas globales estas cosas radicalizan la convicción de indefensión que la humanidad manifiesta, la mirada se afianza en el cielo como territorio para la utopía, esperanza de una realidad distinta e imaginación de construcción de nuevos mundos menos agrestes y más promisorios. Por tanto, Herrera aborda ese pensamiento en los tres ensayos finales del libro: “Nubes”, “Lunáticas” y “Marcianas”, una trilogía de ciencia, física y astronomía que mezcla poesía y metafísica para convidarnos a pensar.

En el primero de ellos se evidencia la destreza del autor para amplificar el tema con insumos diversos, ya sea de la ciencia pura como de las artes y la filosofía. En el fondo, nos envuelve en el sentido de intermitencia de las nubes, motivo de contemplación o de predicciones de todo tipo, tema constante en la historia de la literatura universal.

Y señala: “¿Y qué de la poesía? ¿Acaso tiene algo que enunciar sobre el acontecer de los cielos y las nubes en este presente invadido por la más nimia vacuidad? ¿Importa en esta época que la inmediatez de casi todo acto humano amenaza convertirse en norma; en la que el férreo peso del sentimiento y el pensar han trastocado en existir líquido?”

La esperanza, como se ha dicho, sigue en el cielo, en los globos más cercanos que la literatura clásica y la ciencia ficción han utilizado desde lejos, acaso horizonte de versiones de una humanidad transmutada en un ideal de felicidad.

La luna, para Herrera, es analizada desde su aspecto más tangible hasta la ensoñación de los que la han visto como un misterio, como un sueño. En ocho trazos y un colofón, nos presenta en este libro el caleidoscopio de emociones que forma parte del imaginario del satélite: el alunizaje de 1969, el mar de la Tranquilidad, la luz lunar, la mitología, los cánticos, la interpretación pictórica, la poesía y el mito. De la luna prosigue hasta el planeta más aspirado, la obsesión por Marte que “está de moda”, según el autor. Esfera preferida para el pensamiento y la construcción de dimensiones distintas, apuesta al poder humano de proseguir el viaje, desde la rueda, el tiempo y la imaginación.

José Enrique Delmonte es arquitecto, poeta y ensayista.

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