“Después de un tiempo, uno aprende la Sutil diferencia entre sostener una Mano
y encadenar un ALMA;
Y uno aprende que el AMOR no significa acostarse,
y que una compañía no significa seguridad,
y uno empieza a aprender…
Que los besos no son contratos y los Regalos no son
promesas,
y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza Alta
y los ojos Abiertos,
y uno aprende a construir todos sus Caminos en el Hoy,
porque el terreno de mañana es demasiado Inseguro para Planes…
y los futuros tienen su forma de caerse por la Mitad.
Y uno aprende que si es demasiado
hasta el calor del SOL puede quemar.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia ALMA,
en lugar de que alguien le traiga Flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar,
Que uno es realmente fuerte,
que uno realmente Vale,
y uno aprende y aprende…y así cada día.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien
porque te ofrece un buen Futuro,
significa que tarde o temprano querrás Volver a tu pasado.
Con el tiempo comprendes que sólo quién es capaz
de Amarte con tus Defectos y sin Pretender Cambiarte
puede Brindarte toda la FELICIDAD. (fragmento) Jorge Luis Borges, Aprendiendo.”
El 8 de septiembre de 1955 abrí mis ojos al mundo. Llegaré a la hermosa y “tierna” edad de 67 otoños vividos. Y me siento feliz de haber podido sortear los obstáculos de mi camino, para hoy poder sentarme a mirar mi pasado, disfrutar con mayor intensidad mi presente y sentir que el futuro es tan incierto como la vida. Ese día, voy a extrañar profundamente a mi hermano Ping Jan, quien desde hace un poco más de un año vive en nuestros corazones. El COVID pudo más que su capacidad de resistencia, mi particular mellizo. Lo extrañaré porque lo primero que hacía era llamarlo por teléfono para felicitarlo y ganarle en la competencia de quién llamaría primero.
Acepto con alegría y agradecimiento el premio de envejecer. Cuando miro mis brazos plagados de manchas con una piel reseca, que no existe en el mundo cremas capaces de detener el proceso, porque las he probado todas. Acudo todavía cada mañana al parque a hacer mis caminatas matutinas, pero ya no tengo la energía para caminar con la rapidez de antes, mis rodillas se resienten. Ahora disfruto mejor del paisaje y puedo gozar más y mejor de las plantas florecidas y aquellas que han crecido con mayor esplendor. Al despertar lo primero que me pregunto: ¿Cuál es el dolor del día? ¿Qué parte de mi cuerpo me lastimará hoy? Pero me levanto, respiro e inicio mi día como si nada hubiese pasado.
Acepto con alegría y agradecimiento mi realidad: mi futuro es hoy y es ahora. El mañana es una incógnita llena de sorpresas e incertidumbres. La muerte es una certeza sorpresiva. La espero con tranquilidad, llenando mis días de esperanzas y sueños.
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Me descubro que, a mis 67 años, sigo amando la vida con la misma fuerza que antes. Soy una niña de casi siete décadas de existencia, que sigue creyendo en utopías. El deseo ¿utópico? De un país, el nuestro, que respete la ley y que prevalezca el Estado de derecho; que los pobres, los desarraigados de la vida tengan más oportunidades; que el talento sea premiado; que la corrupción sea un mal del pasado; que la protección del medio ambiente sea una realidad, no una quimera en la que priman más los intereses económicos que el futuro de la humanidad.
Ya no defiendo las utopías igualitarias de mis años mozos. La realidad del llamado “socialismo real” se convirtió en pesadillas. Se impuso de nuevo, y como ha sido siempre en la historia, el poder de los fuertes y los intereses personales y de los Estados, antes que el beneficio de la colectividad.
Sigo soñando por el valor del SER en contraposición del TENER que prevalece en el mundo; me duele escuchar decir a los jóvenes que su sueño es ser millonario a temprana edad, porque el bienestar se consigue, según sus perspectivas, con la posesión desmedida de bienes y el consumo sin límites.
Aprendí a valorar con los años el verdadero valor de la familia, el apoyo incluso desde la distancia, cuando alguien sufre, cuando alguien está feliz. Celebrar sus triunfos, acompañarlos en las derrotas y llorar juntos las despedidas. He aprendido a valorar aún más a mis amigos, la familia elegida. Los verdaderos, no los circunstanciales ni los que te buscan por lo que piensan que puedes representar. Alejar de mi lado a los seres dañinos y tóxicos, un aprendizaje doloroso y triste, pero me ha permitido aligerar mi alma.
Acepto el regalo de haber llegado a esta edad, con la esperanza de arribar a las siete décadas, porque según la tradición china, es la verdadera edad de la plenitud. Ya lo veremos, mientras tanto, disfrutaré todos y cada uno de mis días, con sus afanes cotidianos, a veces alegres, otras tristes, y la mayoría estresantes. Un regalo de estar viva y de seguir soñando y haciendo lo que amas.
Mientras espero mis 7 décadas, seguiré escribiendo Encuentros, investigando para hacer libros, y vinculada a las aulas, porque moriría de inanición si me desvinculo de la educación. Así pues, soy una mujer madura con alma de niña soñadora que se resiste a que las embestidas de la realidad le corten las alas de volar. Hasta la próxima.
“Con el tiempo aprendes que si estás con una persona
sólo por acompañar tu soledad,
irremediablemente acabarás no deseando volver a verla.
Con el Tiempo aprendes que los verdaderos Amigos son CONTADOS
y quien no lucha por ellos, tarde o temprano, se verá solo…
Con el tiempo aprendes que las palabras dichas en momentos de IRA
siguen hiriendo durante toda la Vida.
Con el tiempo aprendes a disculpar, cualquiera lo hace
pero Perdonar es atributo sólo de ALMAS grandes.
Con el tiempo comprendes que si has herido a un AMIGO duramente,
es muy probable que la amistad nunca sea igual.
Con el tiempo te das cuenta que aun siendo FELIZ con tus amigos,
lloras por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro,
sino el momento que estabas viviendo justo en ese instante.
Con el tiempo verás que aunque seas FELIZ con los que están a tu lado,
añorarás a los que se marcharon.
Pero desafortunadamente, sólo con el tiempo…»
Jorge Luis Borges. (fragmento) Aprendiendo.